domingo, noviembre 24, 2024
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La Constitución sí se rinde

JAUME VIVES,

«La Constitución no se rinde» decía el domingo en Twitter un famoso (para el caso nos da igual quién fuese) e ilustraba su frase con un vídeo de la multitud que se manifestaba en Barcelona. Y tengo la sensación de que a ese famoso España le da el mismo miedo que a un católico tibio le da Cristo, que en lugar de decir que Él debe reinar, dice que el amor es el que debe triunfar.

Imagino que representa a un tipo de gente que se avergüenza de la España que definía Menéndez Pelayo como «evangelizadora de la mitad del orbe; martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; esta es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra». Luminosa descripción de nuestra razón de ser —si es que queremos ser algo, claro está—. Si nos cargamos esto, sólo nos queda lo de ese tuit, que es hablar de unos papeles del 78 (¡el papel lo aguanta todo!), igual que otros para no hablar de Dios hablan del amor.

Si alguien no se rinde es el pueblo, no un texto. Y si algo ha de triunfar es Alguien. Por la patria que describe Menéndez Pelayo merece la pena entregar la vida, por un consenso humano a mí que no me busquen.

Entiendo que lo de ese famoso responde a una estrategia, pero incluso como estrategia me parece la peor del mundo. Es como si el lema de una peña del F.C. Barcelona fuera: «Viva el barrio de Les Corts» (donde está el Camp Nou).

Y sí, es verdad que el F.C. Barcelona tiene el campo en Les Corts, pero es un club, unos colores, una historia, y muchas cosas más; podría ubicarse en cualquier otro lugar y seguiría siendo el mismo club.

Reivindicar el F.C. Barcelona por el barrio en el que está ubicado, —algo completamente circunstancial—, es una defensa tan débil que incluso al más culé de los culés le entrarían ganas de pasarse al Español —oye, ni tal mal la estrategia para favorecer a los buenos, que son los pericos—. Mientras la defensa de España la abanderen los del club de ¡Viva el barrio de Les Corts! la cosa pinta fea.

A veces uno piensa que a esta gente le gusta el F.C. Barcelona como idea lejana y diluida, pues desprecian no sólo el nombre, sino también la afición, la historia, los cánticos, los jugadores históricos, etc. que es justamente lo que conforma el club. Todo lo que los pone cachondos es lo que no forma parte del fundamento, es decir lo circunstancial.

Y, claro, resulta que hay miles de socios, con sus costumbres, sus peculiaridades, sus códigos de honor, sus lenguas y sus rituales. Cada uno es hijo de su padre y de su madre. Son una sociedad, una realidad, no una idea lejana y diluida que haya que meter con calzador dentro de un esquema que unos tipos consensuaron ya no se sabe cuándo. Son algo previo y mucho más grande y real. No son el barrio donde se juegan los partidos.

Mucho gritar contra el rodillo de la izquierda pero pretenden pasar a España por otro rodillo que también lo uniformice todo, como si eso no fuera cargarse España por completo. Todo bicolor y monolingüe. Sustentado en un papel que, cosas de la vida, nos ha traído justamente hasta aquí.

Su lógica es: «España, bien porque se ajusta a lo que dice este papel». Que es lo mismo que decir que España no existe, ellos la crean al imaginarla.

Necesitamos menos salvapatrias de papel mojado y más patriotas como nuestros bisabuelos. El mío no sabía hablar castellano y era un patriota de verdad, no de esos patriotas modernos que se avergüenzan, no sólo del nombre de España sino de lo que ha representado a lo largo de la historia.

Si queremos defender a España, hagámoslo bien. La Constitución puede rendirse —y sería fenomenal que lo hiciera—, pero España es otra cosa muy distinta que no debería rendirse jamás.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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