Los ojos del mundo están puestos en las elecciones argentinas de este próximo 22 de octubre, entre otras cosas porque tal evento se va a traducir ineludiblemente en el inicio de un cambio de era en el país austral, que se encuentra una vez más y luego de 30 años, al borde de la hiperinflación y donde el 40% de la población se encuentra en la pobreza. Además 7 millones de ciudadanos no saben cómo llegar a fin de mes.
Se trata de un evento del que estará pendiente el mundo, sin temor a exageraciones, pues, ya sea por mera curiosidad por el fenómeno político que representa Milei, porque el liberalismo más ambicioso tiene la oportunidad de demostrar la aplicabilidad de sus ideas más elaboradas, o porque Argentina seguirá produciendo más personajes de reconocimiento global como Messi o el Papa, para bien o para mal, pero de ninguna manera se trata de un evento del cual permanecer ajeno o indiferente.
En este sentido, ya desde que Milei decidió participar en política para convertirse en diputado nacional, los seguidores de las ideas de la libertad, los seguidores y fanáticos de Milei, se lanzaron a la búsqueda del fenómeno equivalente en su ámbito más cercano, aunque no sin encontrarse rápidamente con un paredón de frustraciones. La pregunta, en todo caso, tendría que ser, entonces, ¿por qué no existe un Javier Milei en ninguna otra parte del mundo?
La búsqueda es más que comprensible, porque, en mayor o menor medida, la decadencia argentina encuentra mucho reflejo en innumerable cantidad de otros países alrededor del globo donde existen sociedades enteras «infestadas de socialismo», parafraseando el propio Milei.
Pero no es necesario darse una vuelta al mundo ni ir demasiado lejos de Argentina para observar tal reflejo. Bolivia es uno de esos lugares que se parece cada vez más a lo peor de la Argentina decadente, y se lo puede observar en incontables aspectos, que simplemente se ilustran con un pasaje tan sencillo como demoledor de Ayn Rand en su novela La Rebelión de Atlas: «Cuando te das cuenta que, para producir, necesitas obtener autorización de quien no produce nada. Cuando compruebas que el dinero es para quien negocia, no con bienes sino con favores. Cuando te das cuenta que muchos son ricos por soborno e influencia, más que por el trabajo, y que las leyes no nos protegen de ellos, más por el contrario, son ellos los que están protegidos. Cuando te das cuenta que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en auto sacrificio. Entonces podría afirmar, sin temor a equivocarme, que tu sociedad está condenada».
Hace unos días nada más, Argentina fue testigo, en plena campaña, de dos escándalos de considerables proporciones que describen fielmente a los dos principales frentes políticos que Javier Milei y su partido, La Libertad Avanza (LLA), encaran en estas elecciones. El primero tendría que ser protagonizado por el propio Sergio Massa, ministro de Economía responsable del actual descalabro económico del país que, paradójicamente, se lanza premiado por su partido como candidato a la presidencia, pero lo protagoniza el kirchnerista Martín Insaurralde, jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires.
Insaurralde se vio forzado a renunciar a su cargo luego de que, mientras los argentinos por los que él y su partido dicen trabajar, atraviesan el suplicio de una inflación acumulada anual del 124,4%, se filtraron en redes sociales imágenes de sus vacaciones en Marbella junto a su acompañante, la modelo Sofía Clerici, a bordo de un yate cuyo costo de alquiler diario supera los $US10.000, con los mayores lujos posibles: alcohol, vestimenta y joyas de máximo despilfarro.
Más tarde la prensa se ha encargado de seguir investigando el patrimonio de Insaurralde y el origen del mismo; se han identificado casas que valen millones, y que son propias de auténticas personalidades de la realeza europea, incluso las de estas son más discretas, pero, definitivamente, las vacaciones en Marbella le habrán costado más de lo que Insaurralde nunca hubiera podido calcular.
Como no podía ser de otra manera, esto generó una ola de repudio e indignación, pero además sirvió para volcar la mirada hacia Milei para darle la razón indiscutible respecto de lo que reclama el conjunto de la clase política, «la casta», cuyo único objetivo al alcanzar el poder es simplemente vivir a expensas del esfuerzo de los demás, y que solamente alimentan más su causa y, por tanto, las probabilidades de ganar las elecciones aplastantemente en primera vuelta.
Igualmente, el segundo escándalo fue protagonizado por Carlos Melconian, economista estrella convocado por Patricia Bullrich, la segunda contendiente de Milei por el partido de Mauricio Macri, nada menos para formar parte de su gabinete, y más aún para tratar de hacer algo de mella al líder liberal libertario como economista.
Esto tuvo que ver con otra filtración, la de unos audios presumiblemente de la época en la que ejercía como presidente del Banco de la Nación durante el gobierno de Macri antes de que fuera despedido. Para hacerlo breve, Melconian habría cometido delitos como acoso sexual, pago por prostitución y tráfico de influencias con cargos oficiales.
Nuevamente, si acaso había dudas hasta este momento de que con los resultados de las primarias de agosto Milei podía ganar en primera vuelta, esto solamente allana el camino para que así sea.
¿Acaso nada de lo de Insaurralde y Melconian se ve en lugares como Bolivia? Absolutamente, inclusive de manera más grosera y descarada, y no apenas de manera reciente, sino al menos desde que el Movimiento al Socialismo (MAS) y Evo Morales alcanzaron el poder en 2006: luego del mayor auge económico que el país ha vivido nunca en su historia, solamente queda un sector energético en ruinas y sin perspectiva ni de mediano ni de largo plazo, una deuda pública desorbitada, acumulación de déficit público, escasez de reservas del Banco Central, restricciones a los depósitos en dólares, creciente brecha cambiaria, falta de derechos de propiedad privada, falta de división y equilibrio de poderes, opacidad y manipulación estadística, incremento sistemático del riesgo país, etc. asuntos por los que Argentina ya había comenzado a desmoronarse tantos años atrás.
Sin embargo, es lamentable que los asuntos por los que los analistas y la gran generalidad de periodistas desgastan sus esfuerzos poniendo el foco sobre los escándalos internos del MAS entre Evo Morales y Luis Arce Catacora, son pocos entre las innumerables denuncias graves por delitos de corrupción, entre varios otros, que jamás llegan a denuncia formal alguna; llevan al público a poner su atención en lo anecdótico y efímero, máxime en los síntomas, y no en las causas del problema.
Es cierto que en Bolivia existen iniciativas que aspiran al abordaje de un cambio estructural inspirado en lo propuesto por Javier Milei en Argentina. Se están formando cuadros juveniles, nuevos partidos políticos, y nuevas figuras opositoras que aspiran a tanto o más que Milei. Sin embargo, son todavía muy incipientes.
Es verdad, también, que por algún lugar se empieza, pero, nuevamente, Milei llegó donde está entre otras cosas porque él en sí mismo es un personaje único, con habilidades y destrezas únicas, con una capacidad única de aplicar conocimiento. Un fenómeno político digno de estudio en sí mismo.
También se explica porque, si bien comenzó solo por su cuenta, su trabajo descansa en hombros de gigantes, desde Juan Bautista Alberdi y su autoría intelectual de la Constitución argentina de 1853, desde que en los años 60 Alberto Benegas Lynch tradujo y publicó libros de economía austríaca e hizo el esfuerzo de llevar a Ludwig von Mises a ofrecer una serie de conferencias sobre política económica en Buenos Aires, también eventualmente a Leonard Read, F.A. von Hayek y Bruno Leoni, entre varios otros; y luego otros como Alberto Benegas Lynch (h) fundando centros de estudios y escuelas de negocios, dictando cátedra en distintas universidades del país, hasta los varios exponentes actuales. De esto no ha habido absolutamente nada en Bolivia.
Pero de manera más específica, el fenómeno Milei también se explica, efectivamente, porque Javier ha sabido canalizar el voto bronca, un aspecto en el que todos y cada uno de sus detractores han coincidido perezosamente luego de intentar, sin éxito alguno, soslayar el alcance e impacto que ya está teniendo incluso mucho más allá de Argentina. Para ellos Milei es producto de una simple tendencia, del propio agotamiento del populismo de extrema izquierda en la región y una simple moda que se impone.
Lo cierto es que Milei crece extraordinariamente en el ámbito político tras convertirse en un fenómeno mediático, porque «la casta» a la que tanto denuncia lo subestimó, porque nunca consideró que fuera más que un personaje estrafalario, no sin antes calificarlo de nacional socialista (nazi), y ahora encima se subestima la inteligencia de sus votantes al degradarlos a entes simplemente emocionales, cuando, en realidad, Milei es probablemente el político más consistente que han conocido; ofrece tanto un diagnóstico como una solución, gusten o no.
De Javier Milei sus incontables adversarios ideológicos, académicos, políticos, económicos, etc, han subestimado su diagnóstico, mensaje y capacidades individuales.
Pero la sola idea de suponer que existe la posibilidad de un Javier Milei boliviano (paraguayo, turco, malayo o noruego), también se traduce en subestimarlo, porque presupone que su figura es fácilmente replicable.
Parece ser que Milei se ha convertido en un Mesías, y si así fuera no deberá quedar exento de críticas. Milei sabe perfectamente que dedicarse a la política implica, antes que nada, y tarde o temprano, tener que mostrarse como alguien que no es, mentir a cambio de conseguir cada vez más simpatizantes hasta alcanzar el objetivo de la presidencia y suficientes sillas en el Legislativo.
Más aún, si acaso Milei no fuera presidente por algún motivo, si su mandato se viera interrumpido o si sus propuestas no llegan a materializarse -sin que sea deseo alguno de este su servidor-, también podría ser porque hay ideas propias e incuestionables del liberalismo que no se someten al voto popular ni juego democrático.
Aunque Javier Milei ganara las elecciones, todavía queda mucho camino por recorrer. La dolarización, por ejemplo, no es materia de discusión respecto de si es deseable o no, sino más sobre si será adoptada de manera ordenada o desordenada, con todo lo que aquello implica, pero esto depende más por convicción del mercado y la confianza en sus instituciones que por decisión democrática.
Entonces, preguntarse quién podría ser el Milei boliviano no es tan útil como preguntarse sobre el porqué de la ausencia de un Milei boliviano. La respuesta es porque Milei es un personaje único, con capacidades únicas; porque, aunque comenzó solo, hubo gigantes que labraron el camino donde hoy está cosechando; y sobre todo porque concebir a Milei como un Mesías -aunque probablemente sea así que pretende mostrarse en este contexto- es un error.
Bolivia, y cualquier otro país que quiera ver su propio Milei, deberá realizar primero un muy largo camino, deberá haber enormes esfuerzos previos predicando en el desierto y ser ignorado, que luego se rían y más tarde incluso ser atacado antes de alcanzar el objetivo.
Si el boliviano quiere en Bolivia un cambio de era como el argentino está logrando en Argentina, también deberá hacer primero su propia tarea.