HUGHES,
Perdone el lector que contra mi costumbre refiera un caso personal. El día 13 de octubre, la cuenta de Twitter o X de la ACOM publicó un tuit dirigido a mi persona en el que, con ortografía y puntuación algo vacilantes, se me acusaba de libelo añadiendo parte de un artículo mío del día 10.
No aparecía enlace alguno al mismo, ni el título (Reacciones al pogromo), ni dónde se había publicado, ni forma alguna de leerlo. Solo una parte del texto, escogida y subrayada con evidente mala fe, y cuatro palabras destacadas escritas en el tuit: «Vil metal» y «alma judía», que ACOM, en puzzle insidioso, ponía juntas cuando no aparecían así en el artículo. Con ello hacía posible dar a entender que yo relacionaba una cosa y la otra, un viejo tic del antisemitismo. Era un tuit de una falsedad, de una malicia y de una falta de categoría personal y humana abrumadoras.
No conozco mucho de la ACOM, Acción y Comunicación sobre Oriente Medio, se llama, quizás más acción que comunicación… Aunque se adornan con la bandera de España, parecen un grupo de presión proisraelí. Es decir, propaganda de otro Estado.
Por terceros sí conozco las formas y maneras de esta asociación. Tendencia a la intimidación, al amedrentamiento.
-Hola, buenos días
-¡Cómo se le ocurre que pueda ser bueno después del Holocausto!
Sugerir tan solo la sombra de antisemitismo sobre alguien es mandarlo a la muerte civil y profesional. Hacerlo falseando o trastocando los elementos de juicio debería ser delito.
Habiendo sufrido sus formas «comunicativas» (la alevosa desfiguración, el recorte descontextualizador y difamatorio) podría llegar a pensar que el efecto de la ACOM sobre la conversación pública española será como el de Israel sobre la franja de Gaza. Deslizar algo tan serio, tan inconmensurablemente serio y trágico para realizar ajustillos de cuenta con un periodista es una malversación de aquello que dicen representar y defender. Por respeto a la causa judía deberían tener más cuidado para administrar su insidia y, ya que presumen de precisión, digamos, balística, elegir un poco mejor el objetivo.
Del vil cabe esperar el vilipendio, y no sería tanto este tuit alevoso sin la segunda parte, la acción propagadora de unos individuos dedicados a ello de un modo casi se diría que profesional. El tuit fue amplificado por personas que de esta forma lo completaban. ¿Qué se podía predicar de un tuit así realizado por una asociación judía en la misma semana del ataque de Hamas? Se dejaba la pelota botando y sólo faltaba que alguien usara la palabra: «antisemitismo». Y hubo quien lo hizo.
La insignificancia profesional, personal y la evidente bajeza moral de los implicados invitarían a dejar pasar la cuestión, pero dos motivos me obligan a lo contrario. El primero personal, el honor y la verdad. El segundo, lo que intuía dibujarse de fondo, que ya no me afectaba solo a mí.
Algo más había, algo que iba más allá y se delataba, por un lado, en el exceso de atención a mi persona, plumilla insignificante; por otro, en los rasgos reconocibles de un estilo. En mí se estaba atacando otra cosa quizás, un espacio, una alternativa, quizás una simple posibilidad, el vislumbre de algo que pudiera ser, y se hacía con unas maneras realmente familiares.
Había otra cosa: un esquema cancelador que ya se ha utilizado antes en España. Un golpe en dos tiempos: un propagandista, unos propagadores. Alguien acusa de algo gravísimo (antisemitismo), lo deja caer, otros rematan en nombre del autodenominado liberalismo —jaja—. Los cobardes callan y no hay tribunal. Así se va preparando una mortaja civil.
Los difusores del venenoso tuit, que ya tenían experiencia en la cuestión, seguían unas formas conocidas y un sulfuroso perfume quedaba en el ambiente: el losantismo, las maneras de Losantos, empleador de uno de los autores de la bellaquería. No digo que siguiera órdenes, pero sí una pauta.
El estilo de Losantos, sin su alegre facundia, va haciendo escuela. Es el liberalismo baturro del que habla González Cuevas replicado por esbirros e imitadores. Esa mezcla de ideología y estilo ha formado y también malformado la derecha española en las últimas décadas y presenta unos rasgos reconocibles. Sobre una absoluta falta de respeto a la Verdad, propia del excomunista que lo sigue siendo neuronalmente, se entra en el debate con formas intolerantes, carentes de liberalidad alguna, difamatorias e intimidantes. El insulto por estilo y por bandera una parodia ideológica resumida en Occidente y Libertad, algo que hacen llamar «liberalismo» (le pongo dos comillas porque no puedo ponerle cuatro). Son sedicentes liberales y sedicentes patriotas que corren siempre, como palanganeros de tuerta hispanidad, donde brotan los flujos de think tanks.
Los neocons de EEUU eran trotskistas metidos a conservadores. Y losantismo es un comunista metido a no se sabe qué pastiche llamado liberal. Algo en común: cierta superioridad intelectual del izquierdista reinsertado en la derecha más ágrafa; también que unos y otros han sido liricos entusiastas de la guerra.
Porque conviene que lleguemos a este punto. Igual que sus papás americanos fueron y son halconazos imperiales, estas voces fueron los palmeros entusiastas del apoyo a la invasión de Irak. La podríamos llamar así: la derecha iraquí, bombardera y falaz. Hay una generación entera de políticos y periodistas en España que chapotearon felices e inconsecuentes sobre esa guerra, sus consecuencias y secuelas. El losantismo es correlato del aznarismo y todo el aznarismo y sus satélites, sus deudos y tiralevitas, sus joselitos radiofónicos, sus analistas y sus ministras y, por supuesto, su mundo de escribas y mamporerros fue en su momento un gran cuadro flamenco para el sí a Irak.
Que semejante monstruosa frivolidad, sin una sola retractación, vaya aun por la vida salvando Occidente y dando lecciones de humanidad y moral es delirante. Pero ¿esas ínfulas de dónde? No nos extraña que deban impostar ser más judíos que los propios judíos, y que se crean Hannah Arendt dilucidando los contornos del Mal. De algún sitio tienen que sacar un pretexto, un adorno de dignidad, un abalorio mínimo de moralidad o sabiduría.
Siento que en ese artículo mío daba en el clavo de cierto intercambio: crédito moral a cambio de matonismo. Un contrabando con algo sagrado. ¡Estos jetillas, eunucos morales, abusando de las palabras Holocausto y Libertad!
También se ha revelado solo, por sí solo, el esquema ensayado de una muerte civil o profesional, el mecanismo esbozado (el argumento, el estilo, los autores) para ir acogotando cualquier forma de expresión que quiera situarse ante las dialécticas eternizadas y encarnizadas (Guerra Fría, Oriente Medio…) con una mínima, libre conciencia española.