MANUEL AGUILERA,
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:
—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:
—Lo siento, ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.
Como habrán adivinado a estas alturas el texto no es original mío. Forma parte de la fábula “El escorpión y la rana” que se le atribuye a Esopo, un autor griego del siglo VI antes de Cristo. Es increíble que 27 siglos después de ser escrita este cuento, los protagonistas se puedan mimetizar de una manera tan exacta con Nicolás Maduro, alias el escorpión, y Joe Biden, la bienintencionada e ingenua ranita.
Biden se metió la semana pasada en el proceloso río de levantar algunas sanciones al régimen venezolano a cambio de que Maduro empezara a dar algunas muestras de respeto a los derechos humanos y construyera junto a la oposición un proceso electoral limpio para elegir a un nuevo presidente.
Hasta ahí, todos contentos. El pueblo respiraba aliviado pensando que el desastre humanitario pudiera paliarse al menos en parte con la reanudación de parte del negocio petrolero. Quizás de esa forma se pararía también la sangría de la diáspora por la que más de 7 millones de venezolanos abandonaron el país huyendo de la deriva chavista. Entre los líderes opositores se generó confianza para construir una candidatura con posibilidades de derrotar a Maduro. Y mientras tanto los líderes del chavismo podían ganar tiempo para vender el acuerdo y sus beneficios internamente para prepararse para la contienda electoral.
Entusiasmada, la oposición siguió adelante con su proceso de primarias. Un éxito de público y crítica. Más de 2,4 millones de venezolanos acudieron a las urnas dentro y fuera del país para elegir a María Corina Machado como candidata. El escollo con el oficialismo se centraba en la artificial inhabilitación impuesta a María Corina y el “no va” de Diosdado Cabello. Parecía el próximo punto a discutir entre la administración Biden y el régimen de Maduro. Pero no. El escorpión se adelantó y dio rienda suelta a su naturaleza.
Inmiscuyéndose en un evento que no le corresponde, el gobierno ha anulado las primarias alegando que la participación electoral estaba inflada y llamando a los organizadores “ladrones” y “estafadores”. Para el escorpión y sus secuaces de aguijón afilado las elecciones primarias fueron una “farsa”. Lo primero que se viene a la cabeza de los que esperábamos que Maduro aprovechara la oportunidad del levantamiento de sanciones es cuál sería la reacción de Biden.
“Estados Unidos y la comunidad internacional siguen de cerca la implementación de la hoja de ruta electoral, y el gobierno estadounidense tomará medidas si Maduro y sus representantes no cumplen sus compromisos”, contestó la administración anfibia de Joe Biden.
Lo que nos enseña la fábula atribuida a Esopo es que nadie puede escapar a su propia naturaleza. Por lo tanto es una mala idea cruzar un río con un escorpión a cuestas. La rana -encarnada en Joe Biden y su administración- debe entonces crear unas reglas del juego diferentes. Construir un estadio para la negociación en el que el aguijón de Maduro pueda utilizarse para hacer daño donde más duele a la transición democrática de Venezuela es una necesidad.
Rana y escorpión deben volver a la mesa porque da la sensación además de que ni Maduro, ni Diosdado Cabello ni Jorge Rodríguez se acaban de tomarse en serio al presidente del país que se presume como el que más daño puede hacerlo a nivel político y económico de todos los que conforman este planeta. Ha llegado la hora de que la rana exhiba todo su poder de fuerza e influencia para que el escorpión esconda definitivamente su aguijón y guarde su veneno si quiere tener algún papel en el futuro de Venezuela.