ITXU DÍAZ,
«A veces la calidad de la acción depende de la intención de quien la ejecuta». Comienzo con una cita de Maimónides porque eso ahuyenta a los revientacajeros, aunque no sepan quién es, pero el nombre les impresiona por lo esdrújulo. En «la intención», por supuesto, está la clave de cómo el Gobierno en funciones está interviniendo el clima ciudadano de rechazo frontal al golpe de Estado y robo con extorsión de Sánchez-Puigdemont. A medida que se prolonga la espera por la investidura y tiende al infinito, como una rueda de prensa de Cuca Lormetazepam, el hartazgo social crece, y no decrece, como algunos socialistas creyeron que sucedería.
Nadie domina mejor las sentinas del Estado que el PSOE. Cada vez que ocurre algo inexplicable, violento, y turbio, asoma en primera plana un socialista encorbatado sonriendo amablemente a la prensa, y diez en el trasfondo manejando hilos de la red de alcantarillado. Cuando el PSOE está en el Gobierno, condecora y asciende a los menos escrupulosos en las áreas más propensas a sufrir inundaciones de aguas residuales y lodos. Cuando el PP llega a La Moncloa, los mantiene, primero, y más tarde lo lamenta.
Una de las lecciones que nos están enseñando las movilizaciones de protesta de los últimos días es que a Sánchez, el imperturbable, le molestan, le molestan mucho más de lo que imaginábamos. Es posible que su obsesión egocéntrica tenga algo que ver al respecto, pero también podría ser que haya descubierto que, mientras una parte del gobierno en funciones esté dedicándose al seguimiento a las concentraciones, no puede estar trabajando activamente en la gran traición a España.
El hecho insólito de gasear la manifestación pacífica y familiar del lunes confirma que en La Moncloa empiezan a sentir el aliento en el cogote de demasiados grupos a la vez. Por un lado, la batalla judicial en marcha, por otro el carajal de negociar a dos bandas con los golpistas, por otro la presión natural del que sabe que va a saltar la Constitución para caer al vacío, por otro las críticas de figuras mediáticas habitualmente identificadas con la izquierda, y por otro, ahora, la calle convertida en una olla a presión coreando rimas más o menos inspiradas contra Su Persona; si bien, teniendo en cuenta que no somos la izquierda y las consignas no nos las envía al móvil Ferraz, no estaría de más que se sumaran un par de poetas reservistas al grueso del pelotón, porque a diferencia de los socialistas, aún tenemos vergüenza ajena.
Tal vez el cántico más acertado, si quieres un poco grueso, de todos los escuchados en Ferraz es el más elemental, porque refleja a la perfección el sentir de una inmensa mayoría de españoles, por cierto, de muy diferentes procedencias políticas: «Estamos hasta los huevos». Hartos del chantaje de las minorías, hartos de las mentiras del presidente, hartos de la infiltración de militantes socialistas en la judicatura, hartos de eterno pago a los insaciables nacionalistas catalanes en virtud de no sé sabe qué, hartos de la cobardía de los socialistas que presumen de críticos y esconden el rabo, hartos, en fin, de que el país vuelva a estar parado otra vez, otra maldita vez, en torno a la contemplación del inmenso ombligo del coñazo secesionista catalán, mientras nadie en el Gobierno se preocupa lo más mínimo por la nación española, por todos y cada uno de sus ciudadanos no condenados por robo, golpismo, y violencia callejera, los que trabajan, pagan infinitos impuestos, y cumplen la ley.
Entretanto, en medio del hartazgo de la gente de bien, trabajan a destejo en el subsuelo en Ferraz, en La Moncloa, en Interior, en la Cuesta de las Perdices, para obtener fotografías manipuladoras con las que alimentar a sus votantes —algunos también están hasta los huevos de condecorar a golpistas catalanes y, sobre todo, de pagarles la fiesta— y sembrar la duda, confundir un poco a los que ya vienen confundidos habitualmente de casa, de Génova, para más señas.
En estas circunstancias, con los socialistas urdiendo en las cloacas a todo gas y el río revuelto en cada esquina del país, si recuerdas el 11M, el 13-M y el 15-M, sabrás que cualquier giro inesperado de guion no sólo es posible, sino que es lo más probable. Tal vez, lo único importante sea ya estar atento para no quedarse solo bajo la pancarta equivocada, o en la rueda de prensa errada, para no conceder a Sánchez ni el oxígeno de una leve fisura en el inmenso bloque de oposición de los españoles a la amnistía.