ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ,
José María Pemán, de necesaria memoria, decía que el supremo juicio estético es «¡¿por qué?!». ¿Qué razón hay para escribir una obra o pintar un cuadro o hacer una escultura? Si es para ganarse un sueldo, por ejemplo, hablamos de un oficio legítimo y honrado, pero no de arte. Si es para hacerse pasar por artista, ya ni es un oficio honrado. Hay muchas obras que, aunque disimulan, no pasan el exigente criterio bisílabo de Pemán. El mundo está suficientemente sobrecargado de obras, como para llenarlo más de cosas innecesarias, como mínimo, cuando no contraproducentes. Antonio Machado decía que entre la creación sublime y las obras innecesarias se encuentra el justo medio de no hacer nada.
Lo que se dice del arte o la literatura, con más razón tenemos que decirlo de la política. Rafael Sánchez Saus, uno de los analistas más finos de la actualidad, quizá porque es catedrático de Historia Medieval y está vacunado de modernidad, ha publicado un artículo en el Diario de Cádiz en el que se marca un Pemán político. Lo debe de dar la tierra. Se pregunta, con muchísimo tino, por qué Sánchez ha firmado este pacto con Junts que nos aboca a una crisis constitucional que no nos esperábamos ni reclamaban los tiempos. Démosle la palabra: «¿Qué necesidad tiene este partido, y su actual secretario general, de apoyarse, para conservar un poder que podría mantener por medios mucho menos discutibles, en asesinos, terroristas, delincuentes, corruptos, malversadores, secesionistas, prófugos y xenófobos? Todo esto carece de lógica elemental, pues nada hubiera sido más natural y comprensible que los dos partidos más votados, pero ninguno con capacidad para constituir mayoría suficiente en el Congreso, hubieran llegado a algún género de acuerdo para asegurar la gobernabilidad y la estabilidad del país. Las fórmulas para ello, al alcance de la imaginación y del caletre de cualquiera, son numerosas y ninguna implicaría un coste mayor que el embarcarse en una vorágine que violenta al Estado, desprestigia a las instituciones, socava la justicia, solivianta a la ciudadanía, alimenta los extremismos, disgusta a las fuerzas de seguridad, alarma al Ejército, arruina la imagen de España en Europa, deja en mala posición al Rey y erosiona al propio PSOE».
Tiene razón. El PP habría estado encantado de encontrar una fórmula medio pensionista con el PSOE de Pedro Sánchez. Eso no se le puede discutir a Feijoo. Sánchez Saus acierta al recordarlo porque así queda claro que esta crisis que nos ha echado encima el PSOE no era necesaria, ni mucho menos, ni siquiera para que ellos siguiesen en el poder. Esto lo han buscado voluntariamente. Lo que dota a la respuesta que demos al «por qué» de muchísima más trascendencia.
Concluye Sánchez Saus: «La única respuesta lógica es que estamos ante un proyecto político de alcance aún desconocido, revolucionario en sus consecuencias, que pretende cambiar “de facto” las bases del régimen constitucional, pero sin cubrir ninguna de las exigencias que semejante intención conlleva democráticamente». Esto es, que el golpe no ha devenido casualmente por el afán egocéntrico de Sánchez de perpetuarse en el poder y el maquiavelismo de Puigdemont que se la ha dado con queso. Qué va. La situación actual se ha buscado expresamente, como demuestra que no se haya explorado siquiera una solución más conforme con la ley, la democracia y la dignidad de un presidente del Gobierno del reino de España. Se ha hecho con alevosía y con la cobertura de venderle a unos votantes socialistas —a los que antes se les ha inoculado un miedo cerval a la derecha— que no quedaba más remedio.
Me parece esencial destacar la intencionalidad a la que nos vamos enfrentar, porque todo lo que sea defender al PSOE, lamentar las circunstancias que «nos han abocado a esto», hablar del bipartidismo como garante del equilibro constitucional, protestar con la boquita pequeña, ofrecer balones de oxígeno a Sánchez o enterrar la cabeza bajo tierra esperando a la Comisión Europea es desconocer las auténticas dimensiones del problema. Aquí no hemos llegado, aquí nos han traído.