MANUEL AGUILERA,
“Las promesas electorales están para no cumplirlas”. La frase se le atribuye a Enrique Tierno Galván, un histórico socialista español que fue alcalde de Madrid entre 1979 y 1986. El “viejo profesor” explicaba de forma irónica que no hay que hacer mucho caso a las promesas que los candidatos hacen subidos a una tarima rodeados de fieles para enfervorecer a las masas. A fin de cuentas, no existe ningún contrato ni compromiso escrito por el que el cargo electo tenga que cumplir lo prometido.
Estamos acostumbrados en todos los países a que el político de turno diga diego donde antes dijo digo. Y casi nunca pasa nada. El caso más escandaloso y más de actualidad está ocurriendo precisamente en España, la tierra del “viejo profesor”, y lo está protagonizando un socialista. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, ha hecho suya la frase del “viejo profesor” y se defiende asegurando que él no miente a sus votantes, simplemente cambia de opinión. Así que no ve nada dramático en haber afirmado por activa y por pasiva que una ley de amnistía para los independentistas catalanes que propiciaron un golpe de estado en 2017 era ilegal y no cabía en la Constitución para después promover esa ley de amnistía y saltarse al poder judicial y la separación de poderes. Dice Sánchez que hay que “hacer de la necesidad virtud” y en este caso la necesidad eran 7 votos de los independentistas que le han servido para obtener la mayor necesaria para ser investido presidente.
El socialista Sánchez defiende sin pudor su derecho humano a cambiar de opinión, pero siendo honestos, esta práctica política también es extensible a muchos políticos de derechas.
Ahora el foco y el detector de mentiras y promesas incumplidas se ha desempolvado en Argentina con el recién elegido presidente, Javier Milei. Milei, como muchos políticos de este tiempo, se ha labrado su popularidad a base de tuits, videos virales e intervenciones televisivas. Si uno “googlea” su nombre puede encontrar referencias en infinidad de temas y jardines varios. Pongo como ejemplo sus críticas al Papa Francisco con quien tiene la peculiaridad de compartir nacionalidad. De llamarle “imbécil” y “representante del Maligno en la Tierra” a contestar su llamada telefónica e invitarle a visitar la Argentina media ese proceso del candidato que tiene que llamar la atención al presidente con responsabilidades que tiene que aceptar su nueva posición y entrar de lleno en el arte de lo posible.
Javier Milei presidente seguro que va a diferir mucho del Javier Milei aspirante. Lejos de escudriñar todas sus posibles contradicciones e intenciones imposibles de cumplir, quería parar un momento en la interesante propuesta de elegir aliados en el plano internacional que compartan su concepto de libertad y democracia mientras margina a otros como China, Rusia e Irán sin dañar su concepto de libertad económica.
De hecho, en China ya se ponen en lo peor y su cancillería declaró este martes que sería un «gran error» para Argentina cortar los lazos con «países tan grandes como Brasil y China”. La portavoz Mao Ning respondía así a unas recientes declaraciones a la agencia rusa Sputnik de la asesora de Milei en política exterior y posible ministra, Diana Mondino, que aseguró: «dejaremos de interferir con el Gobierno de Brasil y China”.
La portavoz china recordó que «China es el segundo socio comercial de Argentina y el primer mercado de exportación de sus productos agrícolas» y aseguró que «ningún país puede separar las relaciones diplomáticas del desarrollo de la cooperación económica y comercial”.
Y es precisamente en ese punto donde se pone a prueba si la estrategia de Milei en cuanto a su relación con los países no democráticos es un cuento chino o no lo es. ¿Se pueden romper o enfriar las relaciones entre dos gobiernos y permitir que los empresarios locales dentro de su libertad de generar riqueza sigan haciendo negocios con ese enemigo político?
Marcelo Elizondo, experto en comercio internacional, piensa que sí es posible porque Argentina no tiene ningún pacto con China que le genere preferencia alguna en el vínculo comercial con ese país. “No hay tratado de libre comercio, ni acuerdo de preferencias arancelarias o de protección de inversiones”.
Así que no vaticina cambios e interpreta que Milei no va a negociar ningún incentivo desde el Gobierno, por lo que, no habría mayores cambios. “Hoy los gobiernos tienen buen vínculo y Argentina ha conseguido algunos beneficios y acuerdos, como el swap y anuncios de inversiones. Eso se podría perder, pero no mucho más”, asegura Elizondo.
Si el “cuento chino” de Milei va por ahí es la demostración entonces de que se pueden y se deben separar las relaciones políticas de los gobiernos de las relaciones comerciales entre particulares. No será positivo castigar a las empresas y a los trabajadores argentinos beneficiados por la relación con China y menos desde la óptica de un libertario que lo apuesta todo al mercado.
La de Milei -si al final lo consigue- será una buena lección para todos aquellos que promueven las sanciones económicas contra particulares y empresas como única medida para democratizar un país. No sirvieron cuando EEUU y la Unión Europea las han utilizado con Venezuela, como tampoco han servido con Nicaragua o Rusia. Al revés, estas sanciones les han victimizado y si han perjudicado a alguien has sido a la sociedad civil más que a las casta gobernantes.
Será una gran noticia y un gran ejemplo que el “cuento chino” de Milei no fuera tal y que finalmente le cuadraran las cuentas políticas y económicas.