NITU PÉREZ OSUNA,
Si bien es cierto que la izquierda ha venido avanzando en Iberoamérica y en ciertos países europeos debido a la aplicación exitosa de sus estrategias —de las cuales no podemos excluir el uso del fraude electoral—, no es menos cierto que, en algunos casos, sus triunfos han sido más bien producto del comportamiento errático y hasta suicida de algunos sectores de derecha.
En el caso de las elecciones presidenciales del Perú, realizadas en abril de 2021, hubo cuatro candidatos de derecha que corrieron separados, lo cual le dio chance a Pedro Castillo de colarse en la primera vuelta y luego ganar en la segunda, aunque con sospechas de fraude. Afortunadamente para los peruanos, Castillo cometió error tras error y terminó destituido.
En el caso de Chile, en noviembre de 2021, la Junta Nacional de la Democracia Cristiana decidió apoyar la candidatura del comunista Gabriel Boric en la segunda vuelta electoral; cuando lo lógico era que hubiese respaldado la opción de José Antonio Kast.
La Democracia Cristiana compró las falsas opiniones del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, según las cuales Kast era «ultraderechista» y hasta llegaron a calificarlo de «nazi». Fue tan absurdo el plegarse a las opiniones de los zurdos, que hasta el Consejo Superior de la Democracia Cristiana de Venezuela -que ha sufrido el rigor de la tiranía chavista- condenó la actitud de sus pares de Chile, advirtiendo que cometían un grave error, como en efecto quedó demostrado después.
En los comicios de ese mismo mes y año en Honduras, el Partido Nacional y el Partido Liberal, pese a sus diferencias, debieron haber presentado un candidato único frente a Xiomara Castro, candidata del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, que además contaba con el apoyo de un sector del Partido Demócrata estadounidense. Resultó electa.
En las elecciones colombianas de 2022, la derecha no solo corrió dividida, sino que para los comicios parlamentarios de marzo, presentó candidatos por lista, a diferencia del Pacto Histórico de Petro, una agrupación que presentó una plancha única. Con ello se proporcionó una enorme ventaja a los candidatos izquierdistas. El resultado de las parlamentarias dio a la izquierda una inercia ganadora para las elecciones presidenciales de junio. Pero, además, el partido Conservador —tradicionalmente de derecha— una vez elegido Petro se declaró partido de Gobierno, generando confusión y desesperanza entre militantes y quienes le dieron su voto precisamente por ser oposición al Pacto Histórico.
En Brasil, muchos dirigentes, analistas y opinadores de derecha, se dedicaron en la campaña electoral de 2022 a criticar los errores reales o figurados de Bolsonaro, en lugar de concentrarse en impedir que Lula regresase al poder. Algunos de ellos se creyeron –y repitieron– los cuentos inventados por la izquierda internacional en contra de Bolsonaro.
Pero uno de los casos más escandalosos y absurdos es el de España, con motivo de las elecciones del 23 de julio de 2023, donde el Partido Popular dedicó prácticamente toda su campaña a deslindarse de VOX –pese a que cogobernaban juntos en varias provincias– para evadir el mote de «ultraderechistas».
De esta manera, Núñez Feijoo no sólo echó por la borda la posibilidad real de ser jefe de Gobierno, sino que creó las condiciones para que Pedro Sánchez se reeligiera con el apoyo de proetarras y separatistas. Realmente esto ha sido una tragedia para España, para Iberoamérica y para el propio PP.
Los argentinos si aprendieron la lección al ver lo ocurrido en otras naciones. Para el balotage o segunda vuelta de este 19 de noviembre, tanto el expresidente Mauricio Macri como Patricia Bullrich apoyaron públicamente la candidatura de Javier Milei, a pesar de las diferencias que los separan.
«Cuando la patria está en peligro todo está permitido», dijo correctamente la ex candidata presidencial Bullrich. Ya hoy sabemos que Milei ganó de manera contundente. En su primera alocución —luego de conocerse el triunfo— el hoy presidente electo de Argentina les reconoció a ambos su contribución calificándola como «un acto de grandeza como no se ha visto nunca en la historia de Argentina, (ellos) pusieron el cuerpo para defender el cambio que Argentina necesita».
Esperemos pues que, a estas alturas, los partidos de derecha y centro-derecha hayan entendido que frente a la amenaza que representan el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla urge la unidad, porque nuestras patrias están en grave peligro.
Publicado originalmente en La Gaceta de la Iberosfera