Saúl Hernández Bolívar,
Muchos colombianos se preguntan si cuando Petro dice que “debemos ganar las elecciones en 2026, tanto en el Congreso como en Presidencia”, se refiere a la pretensión de reelegirse directamente o a hacerlo por interpuesta persona. Valga decir que, para reelegirse, sería necesaria una reforma constitucional que requiere dos años para tramitarse y a él solo le restan dos años y ocho meses. O sea que, con cierta tranquilidad, puede afirmarse que a este psicópata ya no le dan los tiempos, y, además, que no se ve cómo pueda sacar adelante semejante proyecto cuando no puede hacer aprobar sus reformas ni comprando conciencias en el Congreso.
Es que un 66% de desfavorabilidad es un lastre muy pesado de arrastrar así se compren encuestas que pretenden decir lo contrario. Creer que este sujeto volvería a ganar si se hicieran elecciones hoy, contradice el resultado de encuestas reales como la que se hizo el 29 de octubre o la que tuvo lugar en el estadio de Barranquilla y se está reeditando en otros estadios del país. No importa que Petro delire con que los suyos ganaron muchas alcaldías y gobernaciones, y con el cuento de que quienes lo puyan en los estadios son puros riquitos que hasta les quitaron a los pobres el espectáculo del fútbol. O que insista con eso de que no lo estaban repudiando a él, sino a su hija.
No obstante, persiste cierta duda alrededor de las conversaciones de paz con el ELN, que según muchos críticos incluiría una nueva constitución que le permitiría a Petro la reelección. Es decir, para muchos, lo que se está haciendo en esa mesa de bandidos es una Constituyente de espaldas al país, lo que habilitaría la prolongación de un gobierno desastroso que ha hecho agua desde sus primeros días y que no deja pasar semana sin un nuevo escándalo.
Es tal la incompetencia de esta administración que el Ministerio de Hacienda acaba de consignarles el sueldo hasta por triplicado a funcionarios de diversas entidades públicas. Y eso ocurre justo ahora que Petro pretendía congelar los salarios de altos funcionarios. Un error inaudito si se considera que este Gobierno quiere acabar las EPS para manejar directamente los casi 80 billones anuales de la salud y además incrementó exageradamente el presupuesto del año entrante, elevándolo hasta los 503 billones de pesos (un crecimiento mayúsculo del 19%), cuando está tremendamente atrasado en la ejecución del presupuesto del año que termina. Una administración a la que se le acusa también de pagarles miles de millones en subsidios a personas que están muertas.
Mejor dicho, estamos en manos de gente inepta. No se olvide que en este desgobierno pululan los funcionarios que carecen de muchos de los requisitos legales para ocupar sus puestos, siendo muy sensible la carencia de los requisitos académicos como en el caso del embajador en México, Ninco Daza, que acaba de ser destituido por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca.
Errores infantiles si se comparan con la obcecación de destruir el sistema de salud y remplazarlo con un modelo tan peligroso que hasta sus cofrades se oponen, como los de la Alianza Verde, a quienes el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, les sacó en cara que recibieron puestos y contratos para aprobar los proyectos del Gobierno y no para meterles palos en las ruedas. Hechos de corrupción manifiesta que nadie castiga. Claro que mucho peor es esa traición a la patria que consiste en desinvertir en Colombia para hacerlo en Venezuela, como si nuestros hidrocarburos fueran letalmente contaminantes pero los de más allá del Orinoco, no. Y eso que el petróleo venezolano es puro pantano. Ceder nuestra soberanía energética y convertirnos en dependientes de una dictadura, debería dar cárcel.
Bien dijo el exministro Alejandro Gaviria que «Petro, en 2026, se tiene que ir o lo sacamos», lo cual sería un favor porque a él el poder —según ha confesado— lo «harta», lo aburre, lo cansa. Difícil será sacarlo si su fiscal de bolsillo llega a perseguir a la oposición blandiendo la ley que está tramitando Cepeda para llenar las cárceles con los críticos del régimen. Lo cierto es que Petro sabe que en los dos años largos que le quedan no logrará hacer los daños que pretende, por eso querrá quedarse.