SONIA SCHOTT,
La tregua entre Hamás e Israel, que produjo las emocionantes imágenes de rehenes liberados, levantaron la esperanza de que es posible un alto al fuego indefinido para dar pie a un diálogo con miras a negociar una solución pacifica permanente.
El jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, hizo votos porque se extienda la tregua entre Israel y el grupo terrorista Hamás en la Franja de Gaza, para permitir el avance hacia una «solución política» al conflicto.
Y es que, con una destrucción tan visible en todo el norte de Gaza, el presidente Joe Biden deberá liderar el camino para trazar un nuevo futuro para palestinos e israelíes.
Si Israel logra su objetivo de eliminar a la organización terrorista Hamás, que ha gobernado Gaza desde 2006, la delgada franja de tierra que ha albergado a más de dos millones de palestinos será inhabitable.
La pregunta que surge ahora es ¿sobre quién recaerá la responsabilidad de reconstruir pueblos y ciudades destrozados por los ataques aéreos y de artillería israelíes? tomando en cuenta, que no habrá seguridad parea Israel sin un Estado palestino.
Es una de las grandes tragedias de los tiempos modernos que ambos pueblos estuvieran tan cerca de llegar a un compromiso para una solución de dos Estados, que permitiría la coexistencia pacífica y que, lamentablemente no cristalizó a último momento.
Los acuerdos de paz de Oslo, negociados entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP) en Noruega hace tres décadas, bajo el patrocinio de Estados Unidos, deberían haber sentado las bases para la paz.
Sin embargo, todo ese arduo trabajo se desperdició cuando el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, no firmó el acuerdo.
Desde entonces, se considera ésta, la única solución viable, pero después de la masacre ocasionada por Hamas el 7 de octubre en Israel y la represalia israelí contra Gaza, esa solución pacífica parece más lejana que nunca.
Aquí, es donde Estados Unidos tendrá que desempeñar un papel crucial tal como lo hizo el expresidente, Bill Clinton, durante las negociaciones originales del acuerdo de paz, en 1998.
El momento fue registrado en el Archivo Nacional de la Nación, así: “El viernes, después de nueve días de negociaciones en el Centro de Conferencias Wye en Maryland, el presidente Clinton recibió en la Casa Blanca al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y al presidente de la Autoridad Palestina Yasser Arafat para firmar un acuerdo que fortalecerá la seguridad israelí y ampliará el área de control palestino. en Cisjordania y mejorar las oportunidades para los pueblos israelí y palestino. Este acuerdo continúa el progreso realizado para lograr una paz duradera en el Medio Oriente”.
Una vez más, parece imperativo que Estados Unidos, continúe trabajando con sus aliados en el mundo árabe, para brindar una esperanza de futuro a esa parte del mundo.
Las recientes imágenes de edificios dañados o reducidos a escombros en el norte de Gaza dan cuenta de cómo la población civil ha sido afectada dramáticamente.
No en vano, La Casa Blanca, está tratando de evitar que las hostilidades entre Israel y Hamas se conviertan en una guerra regional, incluidos Irán y Yemen.
Ambos países han estado detrás de múltiples ataques con aviones no tripulados y misiles, ya sea contra Israel o contra posiciones de tropas estadounidenses en Irak y Siria.
La demostración masiva de fuerza naval estadounidense en el Mediterráneo oriental y el Mar Rojo ha limitado los ataques, pero una expansión de la guerra más allá de Israel y Gaza sigue siendo una gran preocupación para Washington.
Y todo esto sucede a doce meses de las próximas elecciones presidenciales.
Para el presidente Biden, podría ser la oportunidad de oro para demostrarle al electorado que posee el liderazgo necesario para ayudar a poner fin al conflicto palestino-israelí que “ha sido uno de los temas más polarizadores en la política estadounidense en las últimas décadas” según opina, Douglas E. Schoen, en The Hill.
Hasta ahora, Biden parece haber encontrado el equilibrio adecuado entre, respaldar a Israel y tratar de garantizar la ayuda necesaria a las familias palestinas en Gaza, atrapadas en el fuego cruzado, en un acto de delicado equilibrio, que no aguantaría si la guerra continúa durante mucho tiempo.