domingo, noviembre 24, 2024
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La oración como forma de resistencia

RICARDO RUIZ DE LA SERNA,

Ya hemos escrito alguna vez en estas páginas acerca del temor que algunos le tienen al rosario. Bueno, en realidad a lo que temen es a la vida de fe porque, mientras ella no desaparezca, siempre quedará esperanza. En efecto, la historia del siglo XX nos enseña que la mayor defensa que se puede oponer a la tiranía no es política ni militar, sino espiritual, que es la que en verdad inspira todas las demás. Contemos un ejemplo.

Entre 1937 y 1938, los comunistas soviéticos pusieron en marcha la Operación Polonia. Se trataba de diezmar a los polacos que vivían dentro de los confines de la URSS y que, en su mayoría, se concentraban en las repúblicas socialistas soviéticas limítrofes con la República de Polonia, así como en Kazajstán y en Siberia Occidental, donde había una comunidad de polacos descendientes de los desterrados y deportados a lo largo de un siglo.

El pretexto fueron las acusaciones de que los polacos eran agentes de Polonia, es decir, agentes de Occidente. Los acusaron de ser espías, saboteadores, agitadores y, en general, traidores a las URSS. Huelga decir que todo eso era falso. El plan lo diseñó Nikolai Yézhov (1895-1940), responsable del Comisariado del Pueblo para Asuntos internos, el temible NKVD, y lo aprobó el Politburó, la oficina política del Partido Comunista de la unión Soviética. Durante meses, se elaboraron en secreto listas de potenciales objetivos: patriotas polacos, inmigrantes de Polonia, exiliados políticos, políticos desafectos a las autoridades soviéticas, prisioneros de guerra o gente con formación militar y, aquí viene lo que más nos interesa hoy, sacerdotes y religiosos.

Los comunistas sabían cómo destruir a un pueblo. No se trataba sólo de acabar con la élite intelectual, militar o política. No bastaba con matar a los técnicos, los ingenieros y los científicos. Era preciso acabar con la vida religiosa. Algo similar, por cierto, había sucedido algún tiempo antes en España. La II República se instauró quemando iglesias y continuó con una persecución contra los católicos que sólo cesaría en 1939. En la Operación Polonia, a los polacos les esperaba un destino similar al de las víctimas del Frente Popular en España: la prisión o la muerte. La destrucción de los polacos de la URSS exigía no sólo matar sus cuerpos, sino asfixiar su vida espiritual y mancillar su memoria. No hubo medio propagandísticos que se ahorrase para presentar a los polacos como enemigos del pueblo.

Hubo operaciones similares contra los griegos, los finlandeses, los estonios, los alemanes, los rumanos y los letones. La forma de ejecución fue siempre muy parecida: a partir de las listas, se agrupaba a los objetivos, a quienes se detenía de inmediato. A partir de ahí, a los hombres de los encarcelaba o se los ejecutaba directamente. A la mayoría de las mujeres se las deportaba. Si los hijos huérfanos no tenían quién se hiciera cargo de ellos, se los entregaba a las autoridades del Estado para que los criasen ocultándoles su verdadera historia. A los sacerdotes católicos les esperaba la cárcel, un campo de trabajo o un tiro en la cabeza.

Fue precisamente la fe católica la que sostuvo a Polonia durante las ocupaciones alemana (1939-1945) y soviética (1939-1941) así como durante el periodo comunista. Ir a misa y, en general participar en el culto público llegó a convertirse en una forma de resistencia y los comunistas trataron por todos los medios de infiltrarse, extorsionar y desprestigiar a la Iglesia. Desde los montajes propagandísticos hasta el asesinato —ahí está el caso del sacerdote Popieluszko— los comunistas soviéticos y polacos no escatimaron esfuerzos.

La Operación Polonia dejó un terrible saldo de víctimas. Una quinta parte de los polacos de la URSS acabó muerta o en campos. Más de 110.000 fueron condenados a muerte. A casi 30.000 los enviaron a campos de trabajo. Los polacos de la URSS nunca se recuperaron de esta matanza, que anticipó lo que vendría en la Polonia ocupada por los soviéticos entre 1939 y 1941.

Así, rezar el rosario puede ser no sólo un acto de piedad, sino también de libertad y de resistencia. La burla y el descrédito sólo son mascaradas para ocultar el verdadero temor que los tiranos tienen a la oración. Ellos, incluso quienes no tienen fe, saben la fuerza que esa confianza en Dios da a quienes se encomiendan. Por eso están preocupados y tratan de impedir el rezo. Saben que contra lo sobrenatural no pueden nada.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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