MARÍA DURÁN,
El 31 de diciembre tendré la suerte de despedir el 2023 acompañada de varios cientos de españoles que han convertido Ferraz en un símbolo. Un año que para mi ha sido un espanto, y supongo que para todos los que nos hemos dejado tiempo y salud ante la sede del hampa que es el PSOE, también. Representando a La Gaceta, que es mi casa, y a otros medios que, o lo han sido también, o en los que hay todavía periodistas libres que además son amigos.
Me tomaré una de las doce uvas pensando en mis niños, en un 2024 en el que seguir viéndolos crecer felices, pero ojalá que más libres. Sin gobiernos que quieran enseñarles que por ser hombres son malos o violentos, sin activistas que perviertan sus cabecitas inocentes. Con el ejemplo de unos mayores que creen que siempre hay que pelear para cambiar las cosas a mejor.
Otra por mis padres, modelos siempre perfectos a imitar. Que me enseñaron a no rendirme aunque la situación no me fuera favorable. Y que criticar sin hacer nada, aunque sea muy cómodo, es de cobardes.
Otra por mis hermanos. Mejores amigos. Las familias muy grandes somos muy endogámicas, pero no es posible conocer mejor a nadie que a quien ha compartido despertares, desvelos y secretos durante toda la infancia.
Otra por mi familia del trabajo. Porque parece mentira que entre tan pocos podamos hacer tanto. Y aunque a algunos les fastidie, somos independientes. Y eso, evidentemente, es un peligro.
Otra por todos mis compatriotas que estarán conmigo en la calle, pasando frío, pero con el corazón calentito. España ha despertado… y no acabaré la frase para que no me regañe mi madre.
Y otra será, evidentemente, por todos los que nos estarán viendo desde lejos, pero a los que sentiremos cerca. Prometemos una protesta en condiciones, aunque haya jarana, y no gritar que nos gusta la fruta.
Otra por los que ya no están. Recuerdo las veces que brindamos con vosotros por los años por compartir. Y vaya si los compartimos. Os seguimos, siempre, echando de menos.
También una, pequeñita, por los que, por voluntad propia, decidieron salir de nuestras vidas para no volver. Qué paz da aprender a dejar que otros te pierdan. Que se queden donde están.
Una más por los que aún no se han ido, pero necesitamos perder de vista de una vez. —Sí, Von der Leyen, estás siempre en mi lista—. Y debe ser delito pedir rogar magnicidios, así que esa uva la dejaremos aquí.
Y otra, grande, por los —poquísimos— políticos en los que aún confiamos. Deseando que el Espíritu Santo los ilumine en este nuevo año.
No se me olvidará una por Isaac, el mejor compañero que podría desear para cerrar un año y empezar otro —aunque aún no me he enterado de si tengo que ir de verde o de granate— Qué ganas de brindar juntos.
Y me tomaré una por mi. Porque llegar viva a diciembre después de mi 2023 tiene mérito. Y me merezco una felicitación, aunque sea propia, por ser mucho más fuerte de lo que creía.
Y llegará, por fin, el Año Nuevo, y aquí espero encontrarlos a todos, queridos lectores. Que 2024 nos traiga una España fuerte y unida. ¡Viva España!