Andrés Villota Gómez,
Lo manifestó Axel Kicillof, un peronista pura sangre. Axel Kicillof es el gobernador de la provincia de Buenos Aires desde el año 2019 y se erige como la cabeza de la oposición argentina después que Alberto Fernández se radicó en España y solo aparece para defender a Gustavo Petro y que, Cristina Fernández viuda de Kirchner, abandonó, derrotada, la vida pública.
No es el primer comunista que lo dice porque esa ha sido la estrategia malvada, perversa, de la extrema izquierda global desde hace más de un siglo. Estrategia que consiste en vender a la esclavitud de la sociedad como un acto supremo de justicia social en la que, en la realidad, en nombre de la igualdad, de la equidad y de la lucha contra la pobreza, una minoría de malhechores, estafadores, cafres, vagos, pocaluchas, inescrupulosos e improductivos, domina, controla y explota a una gran mayoría de gente trabajadora y honesta.
Axel Kicillof, trata de aferrarse a ese modelo basado en el expolio a gran escala para no perder la fuente inagotable de recursos públicos que se reparten, sin pudor, entre la casta, esa élite integrada por políticos, burócratas, artistas decadentes, periodistas tradicionales, oenegés inescrupulosas, líderes de los sindicatos y académicos amorales, usando mil artimañas para que sea percibido como algo institucional, legal y legítimo, amparado por la Constitución porque el saqueo inclemente, supuestamente, está autorizado para financiar a la justicia social.
Kicillof ama a ese modelo anacrónico, también, para no perder la posibilidad de quedarse en el poder de manera vitalicia, prometiendo soluciones a los problemas de pobreza y miseria que él mismo y los miembros de esa minoría, ha fabricado desde el siglo pasado.
Tampoco quiere salir del poder para que nunca escarben en sus cuentas bancarias personales, en el IOR o en cualquier otro banco boutique de algún paraíso fiscal, o para que nadie audite los muchos contratos que firmó y adjudicó o para que no revisen las comisiones de éxito pagadas en los muchos negocios que impulsó.
Axel Kicillof, además, es uno de los artífices de la catástrofe económica argentina actual, desde los múltiples cargos que ocupó en el manejo de las finanzas públicas argentinas y es una de las piezas principales en el proceso de expropiación de la petrolera YPF por la que el pueblo argentino debe pagar la no despreciable suma de $16.000 millones de dólares americanos.
La oposición de Axel Kicillof, y el resto de los miembros de la casta, a la aprobación de la Ley Ómnibus y del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que deriva su carácter de urgente por culpa de la hiperinflación astronómica del mil veinte (1.020,00%), heredada de Alberto Fernández y de su ministro de Hacienda, Sergio Massa, es la prueba reina de que la justicia social, está muy lejos de buscar el bienestar del pueblo argentino y desenmascara las verdaderas intenciones de la casta que prostituyó el término para poder disfrazarlas.
Todos ellos, eunucos productivos, a los que el Estado les castra su capacidad de producir, de trabajar de manera eficiente porque independiente a lo que hagan o dejen de hacer, reciben, cumplidamente, del Estado argentino, jugosas mesadas que les entregan con la tinta fresca, recién salidas de la imprenta que usan para hacer billetes sin respaldo que crean hiperinflación.
La hiperinflación solo beneficia a esa minoría privilegiada porque hace a los argentinos muy pobres, los convierte en Estado-dependientes y, lo más importante, la miseria hace dócil a una sociedad para poder dominarla sin mayor esfuerzo
A los de la casta les gusta, necesitan, ver a los argentinos revolcarse entre la miseria porque si dejan de ser pobres y vuelven a ser ricos y prósperos, ya no les van a poder vender la fórmula para combatir a la pobreza y dejan de ser necesarios para impartir la justicia social.
Los sacaron de sus madrigueras, de sus cubiles y los hicieron visibles, a los miembros de la minoría que vive de la teta del Estado, al mostrar su animadversión en contra del presidente argentino, porque se les acaba su fuente inagotable de ingresos sin necesidad de realizar labor alguna.
El índice de Gini, mide la distribución de la riqueza en una economía que, cuando tiende a cero, muestra una distribución óptima de la riqueza, objetivo supremo de la justicia social y cuando se acerca a uno, muestra una alta concentración de la misma.
Cuando una moneda nacional, abandona el Patrón Oro y se convierte en una moneda fiduciaria, el Índice de Gini, automáticamente, tiende a uno porque esa moneda que se empieza a emitir sin respaldo, solamente, va dirigida a una minoría improductiva, parásita, que concentra el gasto improductivo del Estado. Volver al Argentino Oro es una buena alternativa, diferente a la dolarización.
Esa minoría de parásitos sociales y de rémoras estatales, odia al señor presidente Javier Milei por reducir en un 30% el gasto público inútil, por acabar con la emisión de pesos argentino sin respaldo y por desmontar una serie de aberraciones en el uso de los recursos públicos de los argentinos que probaría, no es necesario cobrar tantos impuestos, ni hacer emisiones de deuda pública, ni emitir moneda sin respaldo.
La Argentina de los adultos mayores, miembros de la casta, se resiste a dejar gobernar al señor presidente Javier Milei. Amantes del Nuevo Orden Mundial de los nazis, muchos de ellos descendientes directos de los nazis alemanes y de los fascistas italianos que acompañaron a Adolf Hitler en su huida a la Argentina en dónde fue protegido y escondido por Juan Domingo Perón, como magistralmente lo documenta Abel Basti en sus libros.
La Argentina joven, pujante, trabajadora, emprendedora es atacada por los pocos nostálgicos de ese modelo de sociedad en el que una minoría supremacista, domina a la mayoría. Esos nostálgicos adultos mayores, se han manifestado en contra de las decisiones adoptadas por el señor presidente Javier Milei.
Adultos mayores cómo Adolfo Aristarain, director de cine, propuso tumbar al gobierno desde las calles. Otro adulto mayor, Enrique Albistur, alias “Pepe”, secretario de Medios de Néstor Kirchner, comiendo palomitas de maíz, anuncia que se está fraguando un golpe de Estado que sacaría a Milei de la Casa Rosada en marzo o abril del 2024. Pablo Moyano, un veterano sindicalista, propuso asesinar al ministro de Economía, tirándolo a un río, para evitar que se lleven a feliz término los cambios que afectan a su minoría de intocables.
Gustavo Silvestre y Luisa Corradini, un par de veteranos periodistas, no disimulan su militancia fanática, ni su malestar por la derrota del peronismo, llegando a desinformar que es una forma de mentir sin pudor. Y hasta la presidente de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela De Carlotto, refiriéndose a las primeras semanas de Milei en la Casa Rosada, dijo que “nunca había visto una situación como ésta, ni en las dictaduras más feroces”.
La casta, trata a los argentinos como a una nación de cenutrios, imponiendo una extraña redefinición de la democracia y de las elecciones presidenciales, en las que el ganador debe de hacer lo que el perdedor propuso o, de lo contrario, es un dictador o un monarca, como lo dijo otra adulta mayor que, durante el siglo pasado, fue una modelo de comerciales de televisión.
Inconcebible, entonces, que la casta, la gran promotora de la justicia social que lucha por el pueblo argentino, no apoye las soluciones propuestas por el señor presidente Javier Milei para acabar con el estado calamitoso en el que dejó la economía argentina, los herederos de Juan Domingo Perón, en un extraño y contradictorio proceder, mostrando que a los miembros de La Casta, les favorece que nada cambie para que los argentinos sigan viviendo en la pobreza a perpetuidad.
El éxito del presidente Javier Milei, en volver a hacer libre a Argentina de nuevo, de llevarla a convertirse en una potencial mundial, está asegurado porque va a hacer todo lo mismo, que hizo libre, grande y próspera a la Argentina. Ese éxito, significa la ruina política de los que han vivido de prometer soluciones a los problemas que ellos mismos crean, usando a la justicia social.
Los ataques inclementes, en contra del presidente argentino, que provienen de los comunistas radicales de la región, que odian la libertad del pueblo, como Rafael Correa, Nicolás Maduro, Evo Morales, Gustavo Petro y Ernesto Samper, demuestra que ya entendieron la gravedad para sus intereses personales, con la llegada del presidente Javier Milei. Hace libre a la Argentina. Ahí desaparecen ellos, junto con todos los mercaderes de la miseria y de la justicia social.