SONIA SCHOTT,
Ni siquiera la victoria de los Kansas City Chiefs en el Super Bowl pudo escapar a las manipulaciones políticas.
Luego de la final, el domingo pasado, el presidente Joe Biden bromeó en las redes «Tal y como lo planeamos», escribió refiriéndose a especulaciones de que todo estaba calculado para que el equipo de Travis Kelce se proclamase campeón y su novia, la popular cantante Taylor Swift, le recomendase votar por el demócrata.
Trump antes advirtió a Swift que no fuese desagradecida porque “Firmé y fui responsable de la Ley de Modernización Musical de Taylor Swift. Joe Biden no hizo nada por Taylor, y nunca lo hará”, refiriéndose a la legislación firmada en 2018 para modernizar las leyes de derechos de autor.
Y es que, a nueve meses de las elecciones, cuando los partidos Republicano y Demócrata tienen prácticamente perfilados a sus favoritos para La Casa Blanca la ofensiva política no tiene control.
Los esfuerzos para impedir que el expresidente Donald Trump sea nuevamente cabeza del Ejecutivo están en manos del Poder Judicial.
En cuanto al actual mandatario, Joe Biden, las alarmas se han dirigido hacia su capacidad mental para poder cumplir otros cuatro años de servicio.
Las conclusiones del fiscal especial republicano, Robert Hur, que investigó las acusaciones en su contra por la retención ilegal de documentos clasificados cuando era vicepresidente, de Barack Obama, han sido devastadoras.
Biden rechazó airadamente las acusaciones de Hur, quien describió al mandatario como una persona mayor de mala memoria.
Independientemente de que el comentario de Hur haya sido irrespetuoso o no, la edad de Biden y sus frecuentes lapsos mentales son el foco de atención pública.
Aunque la economía estadounidense avanza viento en popa y la inflación baja, “¿Es la avanzada edad del presidente un problema económico?” se pregunta el columnista, Rick Newman, para luego responderse “Ciertamente lo es, si impide su reelección y abre la puerta a un republicano con planes fiscales, comerciales y gastos marcadamente diferentes”.
Desde hace algún tiempo los llamados para que Biden permita que alguien más joven pelee la nominación presidencial se han vuelto frecuentes.
“No creo que Biden y la vicepresidenta Harris deban postularse para la reelección. Es doloroso decir eso, dada mi admiración por gran parte de lo que han logrado” escribió en el Washington Post Davis Ignatius, en septiembre de 2023, y no ha sido el único.
Para Trump, la nominación republicana depende de muchos factores legales como la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre si respaldar el fallo de la Corte Suprema de Colorado, que le prohibió presentarse a la presidencia en ese Estado por intentar anular las elecciones de 2020 y bloquear la transferencia de poder.
La insurrección, no figura entre los cargos.
Todo apunta a que los nueve jueces de la Corte Suprema decidirán favorablemente para que Trump permanezca en la boleta electoral en Colorado allanando su postulación en otros estados que también rechazaron su elegibilidad.
Esto sería una victoria para Trump, aunque todavía enfrente otros obstáculos legales con otros cuatro juicios que le esperan de un total de 91 cargos.
Si los juicios tienen lugar antes de las elecciones del 5 de noviembre, pondrían constitucionalmente al país en aguas inexploradas.
Por extraño que parezca, no hay nada en la Constitución que diga que un individuo no puede aspirar a la presidencia si es declarado culpable de un delito.
Ahora, un fallo de la Corte Suprema a favor de Trump, previsto para marzo, le inyectaría vigor a sus abogados para defender su caso ante el tribunal por los delitos relacionados con el ataque al Capitolio del 6 de enero.
Si los jueces del Tribunal más alto del país desestimaran que Trump violó la Enmienda 14ª al incitar a la insurrección, un jurado debería llegar a la misma conclusión.
Biden ha declarado que las acciones de Trump en 2020 demostraron que no era apto para ser presidente y quede ser reelegido sería fin de la democracia estadounidense.
Este audaz eslogan electoral está perdiendo fuerza ante la preocupación sobre la edad y condición mental de Biden, especialmente cuando luego se refirió al líder egipcio Abdel Fattah El-Sisi como presidente mexicano.
Estos errores le restan confianza popular, especialmente en temas complejos de política exterior que pueden hacer la diferencia entre la paz o la guerra.