Todo sea por los votos. Esa es la premisa que posiblemente reine en la Casa Blanca ante la necesidad del gobierno de Joe Biden de conseguir la reelección. Algo que posiblemente lo lleve a dejar de lado la agenda climática que tanto promovió en su campaña de 2020 para agradar a grupos ambientalistas y que ahora no parece tan atractiva de resaltar de cara a las presidenciales de noviembre.
De esta manera, la Administración demócrata planea relajar las exigencias a fabricantes de vehículos para producir aquellos que funcionan a base de electricidad. Y es que como había ordenado meses atrás, la meta del gobierno era que para el año 2032, el 67 % de los vehículos nuevos que se vendan sean eléctricos. Eso iba a necesitar la reestructuración completa del mercado y fue cuando surgieron molestias en la industria.
Muchos fabricantes ni siquiera se animaron a pagar por publicidad durante el Super Bowl presionados por la agenda verde y al poco futuro comercial que le ven a esa orden por distintas razones. Teniendo eso en cuenta, así como la molestia de los sindicatos, temerosos de perder millones de empleos, el equipo de Biden está próximo a recular. Según The New York Times, a mediados de marzo podría ver luz la flexibilización de las órdenes ambientalistas que exigen aumentar la fabricación de vehículos eléctricos.
Biden necesita el apoyo de sindicatos
La última tormenta invernal que azotó gran parte de Estados Unidos demostró que no hay suficientes estaciones de carga y los propietarios de vehículos Tesla contaron cómo las baterías no cargaban cuando lograban conectarlas. Fue solo un episodio que evidenció las grandes fallas en torno a este asunto, sin mencionar las turbias condiciones para conseguir la materia prima a costa de empleados —pseudo esclavos— en países subdesarrollados.
Además, Biden sabe que necesita la cooperación de la industria automotriz. Los trabajadores sindicalizados de este sector lo respaldaron en 2020, pero ahora “temen que una transición abrupta a los vehículos eléctricos cueste empleos”, tal como admite el medio estadounidense. En cambio, el expresidente Donald Trump ha estado ganando terreno, como cuando visitó Drake Enterprises, una fábrica de autopartes en Michigan para dejar claro el riesgo que podrían padecer los trabajadores.
La poca demanda tampoco ayuda a respaldar las órdenes ambientalistas que en un momento pretendió imponer la Administración demócrata. De los 1,6 millones de vehículos que analistas de la industria automotriz predijeron que se iban a vender en EE. UU., tuvieron salida menos de 1,3 millones en todo 2023, según indicó Fortune. En el caso de General Motors, no solo se alejó de su objetivo de producción de 400.000 vehículos eléctricos para mediados de 2024, como apunta BBC. La empresa también canceló planes de asociarse con Honda para construir una línea de automóviles eléctricos más asequibles.
Del otro lado de la acera, Joe Biden tiene a los grupos ambientalistas y científicos cuyas hipótesis apuntan a que “tendremos un calentamiento global más rápido si las emisiones del transporte estadounidense no disminuyen antes de 2030”. En consecuencia, y como suele ocurrir en época electoral, es imposible que el actual mandatario logre complacer a todos los sectores.
Por eso su equipo de campaña busca desesperadamente referentes del mundo del espectáculo, como la cantante Taylor Swift, para entusiasmar a jóvenes desilusionados que no lo ven cumplir las promesas progresistas que hizo en su anterior campaña.