domingo, noviembre 17, 2024
InicioOpiniónEl giro censor en Occidente

El giro censor en Occidente

HUGHES,

Tras la de Putin, Tucker Carlson ha ofrecido otra entrevista que no recibirá cientos de millones de visitas a pesar de tener gran importancia.

Habló con Mike Benz, director ejecutivo de la Fundación Freedom Online, y lo que escuchó no solo coincide con las intuiciones y experiencias de muchos de nosotros, viene a ser la descripción de un golpe mundial, o como mínimo trasatlántico, a la libertad de expresión por parte del llamado Complejo Militar Industrial de EEUU.

Con todos los medios tradicionales bien controlados (el WAPO, el NYT, y las cadenas audiovisuales más importantes), la libertad de expresión respira desde hace tiempo en Internet, sobre todo en las redes sociales. Benz cuenta cómo Internet fue estimulada por las instituciones militares y cómo la libertad en la red fue promovida como valor absoluto por la política exterior americana. La tecnología se desarrolló, por ejemplo, para controlar los discursos de ISIS y el freedom of speech, la libertad de expresión, fue bandera de la política exterior de EEUU para desestabilizar gobiernos desafectos. Recordemos cuán importante era Internet para las revoluciones y las primaveras árabes.

Todo cambia a partir de 2014, cuando el referéndum en Crimea, y luego con el Brexit y Trump en 2016. También con el hecho de que las redes sociales alteraran de manera revolucionaria las jerarquías de popularidad. Que un perfil cualquiera pudiera llegar a ser tan visto como lo escrito en el New York Times convertía Internet en una amenaza. Pasaba de oportunidad a desafío.

A partir de entonces llega el giro censor. Se trataba ya de evitar nuevos brexits porque la caída de la UE podría significar la de la OTAN y, en tanto brazo militar, la del sistema financiero mundial. «Así que ahora -explica Benz- los actores financieros que dependen del ariete del Estado de seguridad nacional básicamente estarían indefensos frente a los gobiernos de todo el mundo. Entonces, desde su perspectiva, si los militares no comenzaran a censurar Internet, todas las instituciones e infraestructuras democráticas que dieron origen al mundo moderno después de la Segunda Guerra Mundial colapsarían».

Benz habla de una colaboración tecnológica y política entre el Complejo Militar Industrial, el Pentágono, el Departamento de Estado, las universidades, las ONG y los grupos y think tanks ocupados muchos de ellos por agentes de la CIA para hacer frente a la nueva amenaza que ya no es Rusia, ni una invasión militar rusa, sino la propia democracia occidental en su libre desarrollo. Intervenirla. Por eso lo que la tecnología rastrea, oculta, somete a censura y control ya no son terroristas del ISIS sino narrativas: palabras, conjuntos semánticos, giros expresivos, tramas discursivas… ¿no era eso la raíz de la deliberación pública?

Para Benz, los dos eventos más censurados de la historia de la humanidad fueron la pandemia del COVID y las elecciones estadounidenses de 2020. Dudar del voto por correo se equiparó a algo peor que la «desinformación»: era equivalente a un ataque cibernético.

(Si vale el testimonio de un humilde servidor, mi único artículo censurado tecnológicamente fue uno sobre el COVD, y el único tuit suprimido uno sobre las elecciones americanas, los dos de una corrección absoluta).

La presión fue también legislativa. La ya vigente Ley de Servicios Digitales en Europa es el último ejemplo de este ataque de alcance transatlántico contra la libertad de expresión. Con la UE han colaborado, según Benz, la OTAN, la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional, el DHS y el Departamento de Estado. Da nombres de actores. Se trata de un ida y vuelta. La censura bruselense está inspirada por los EEUU, pero será imitada en el asedio a la Primera Enmienda (libertad de expresión).

El objetivo se dice que es Putin, pero no solo es Putin y a veces ni siquiera es Putin; es el control del discurso interno. El enemigo es interior. Porque ni el COVID tenía que ver con Rusia ni las elecciones de 2016 o 2020, salvo que tomáramos en serio la famosa trama de la colusión rusa, argumento, mil veces desacreditado, a la altura intelectual, que no moral, de los terraplanistas. Una teoría de la conspiración desde el poder.

Por eso, el discurso anti-Putin adquiere una vertiente curiosa que exige una cierta responsabilidad: es un arma de doble filo en la medida en que colabora con la justificación de la censura militar trasatlántica contra los movimientos democráticos, estigmatizados con la palabra populismo (de ahí la vieja pelea por resignificarla). Con la excusa del «Russia, Russia, Russia» allí y con el «Putin, Putin, Putin» aquí, se justifica la imposición silenciosa de un sistema de censura en lo que llamamos Occidente. Se arroja una retórica macarthista, paradójicamente, contra patriotas, nacionalistas y demócratas. El mundo al revés.

Pero es que se alteran también los polos. No se trata tampoco de un derecha contra izquierda, ni de un republicanos vs. demócratas, porque hay muchos republicanos en ello (RINOS, neocons, nevertrumpers)… Es otra división parecida a la de élites-pueblo. Se trata de los señores del imperio (su poderosa clase dirigente político-técnica-militar-corporativa) frente a los simples ciudadanos americanos (habitantes del estricto homeland) y, por supuesto, el resto de ciudadanos de las seudodemocracias europeas.

«Lo que estoy describiendo esencialmente es un gobierno militar. Lo que ha ocurrido con el auge de la industria de la censura es una inversión total de la idea misma de democracia. La democracia en cierto modo obtiene su legitimidad de la idea de que se rige por el consentimiento del pueblo gobernado (…) Todo el impulso después de las elecciones de 2016 y después del Brexit y después de un par de otras elecciones que fueron en sentido contrario a lo que quería el Departamento de Estado, como las elecciones de Filipinas de 2016, fue invertir completamente los fundamentos de una sociedad democrática para hacer frente a la amenaza de la libertad de expresión en Internet. Y lo que en esencia dijeron es que necesitamos redefinir la democracia para que pase de ser una cuestión de la voluntad de los votantes a significar la santidad de las instituciones democráticas. ¿Y quiénes son las instituciones democráticas? ‘Oh, somos nosotros’. Son los militares, la OTAN, el FMI y el Banco Mundial, los principales medios de comunicación y las ONG, financiadas en gran medida por el Departamento de Estado».

Es muy saludable asegurarnos de que en un descuido no reproducimos propaganda rusa, pero también lo sería no participar, llevados por la buena fe, en la justificación de un sistema implacable de censura política y militar que pretende acabar con la posibilidad de la democracia y la libertad allá donde alguna vez existieron y se pregonan.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

ARTICULOS RELACIONADOS

REDES SOCIALES

585FansMe gusta
1,230SeguidoresSeguir
79SeguidoresSeguir

NOTICIAS POPULARES