jueves, noviembre 14, 2024
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El divorcio necesario de Putin y Maduro

MANUEL AGUILERA,

«Los instrumentos y las políticas de Estados Unidos son ineficaces», alardeó Vladimir Putin durante su entrevista hace unos días con el periodista Tucker Carlson. La frase refleja perfectamente el estado de ánimo del presidente ruso a pocos días de cumplirse el segundo aniversario de la invasión de Ucrania.

Putin ha aguantado los golpes y sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea sin despeinarse. Su economía sigue creciendo y, aunque se le han cerrado muchas vías y rutas de negocio, se las ha arreglado para pescar en otros mares de potencias aliadas que comparten su ideario de odio a occidente y a la desestabilización de los países democráticos referentes mundiales.

Destacaba la periodista Ana Swanson en un reciente artículo en The New York Times que “la economía rusa ha demostrado una sorprendente capacidad de adaptación, gracias en parte a su relación con China” y que de hecho “el comercio entre China y Rusia alcanzó un récord el año pasado, cuando los rusos recurrieron a los automóviles, la electrónica y los componentes de armamento chinos”.

Putin mira los resistentes índices de la economía rusa con una sonrisa y al mismo tiempo se permite no guardar las formas con la imagen democrática del país que dirige aplastando a la oposición interna. La humillación a EEUU y la UE se multiplica de esta manera por dos. Alexéi Navalni fallecía en una prisión ártica en extrañas circunstancias sin que nadie de momento haya podido examinar el cuerpo del opositor. Apenas tres días después de muerte en un nuevo desafío ante las críticas de occidente, ascendía al subdirector de los servicios penitenciarios, Valery Boyarinov.

Boyarinov -según el equipo del opositor fallecido que trabaja desde fuera de Rusia- “coordinó personalmente las torturas cometidas contra él en la cárcel e impuso las restricciones a las cuentas de Navalni para que no comprara comida, y ordenó personalmente el resto de las torturas”.

Putin se pavonea de sus escasos ante el mundo y desprecia absolutamente a la familia de Navalni, ignorando las súplicas de su madre, llamando grosera a su viuda y abriendo una causa penal contra su hermano.

Si desde la Casa Blanca ven esta actitud con preocupación y se muestran poco optimistas de cara a estos últimos meses del mandato de Biden para buscar algo de luz en el conflicto de Rusia con Ucrania. Tampoco deben estar muy contentos con la labor diplomática incesante del Kremlin en América Latina, especialmente con los países que se lo están poniendo difícil a EEUU como es el caso de Venezuela.

Esta misma semana, el gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, recibía al canciller de Rusia, Sergey Lavrov, con quien tuvo una reunión privada en Caracas para hablar de la cooperación “estratégica” entre los dos países.

Maduro afirmó en su cuenta de la red social X, que la reunión fue “fructífera y excelente”. Agregó que ambos hablaron de diferentes aspectos de la relación bilateral y de afianzar “todo el mapa estratégico de cooperación integral Rusia-Venezuela”.

Llama la atención el momento en que Rusia y Venezuela vuelven a declararse amor eterno. Ambos países están en el peor momento de su relación con EEUU. Y tanto Putin como Maduro sacan pecho de que no les importan ni les afectan las sanciones provenientes de la Casa Blanca. Es más, con su puesta en escena demuestran que no se van a quedar quietos y los rusos intentarán por ejemplo sacar partido de la relación para ayudar a su industria del petróleo. Cuanto más se aleje Caracas de Washington y las empresas de EEUU, más se estrechará el romance del chavismo con Moscú.

¿Cómo romper entonces la historia de amor entre estos dos enemigos de los EEUU? Una pareja que aunque no habla la misma lengua, comparte intereses como el nulo compromiso con los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos.

Dos años después de la indecente invasión de Ucrania, tanto republicanos como demócratas tienen que mantener la firmeza con el enemigo Putin y esperemos que Donald Trump lo comparta después de cómo se ha comportado el líder ruso con Navalni, al que el propio Trump asegura admirar. Mano dura con Putin pero también con Maduro al que hay que dejar claro que la liberación de opositores y la habilitación de María Corina Machado como candidata son imprescindibles antes de sentarse a una mesa.

Biden ha de convertirse en lo contrario a Cupido -el dios del amor- y acabar con este matrimonio de conveniencia que tanto daño está haciendo a la paz mundial pero especialmente al pueblo ruso y al pueblo venezolano.

Fuente: Diario Las Américas

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