MIQUEL GIMÉNEZ,
La izquierda española se declara abiertamente propalestina, cuando no antiisraelí. Llevan pañuelitos palestinos, banderas palestinas, pancartas pro palestinas y defienden, en el colmo del cinismo, un mundo, el árabe, en el que todo lo que se supone que ellos defienden o no se practica o se persigue. Baste ver los cadáveres de personas homosexuales colgados de grúas en Irán. O la lapidación de mujeres iranís por no llevar el velo. O la prohibición de que las mujeres vayan a la escuela. O los matrimonios concertados entre hombres de edad provecta con niñas que por el solo hecho de haber empezado a menstruar ya son casaderas según su costumbre. Las sociedades que se rigen por la ley islámica son todo menos democráticas y no tienen encaje dentro del marco de derechos humanos que, insisto, los zurdos se empeñan tanto en decir que Occidente no practica.
Esto viene de lejos, porque el apoyo de los socialistas, por vía de ejemplo, a organizaciones como la OLP, Hamas, Hezbollah o a dictaduras como en su momento la siria de Háfed al-Ássad el Assad padre o la libia de Gadafi eran manifiestas y cualquier observador podía comprobarlo en las numerosísimas manifestaciones a las que tan dadas son esas gentes que, o tienen muy poco trabajo o están subvencionadas. Siempre les ha preocupado muchísimo la lucha contra el fascismo —que fue derrotado en 1945, digámoslo todo— pero se han ocupado poco por no decir nada de esos aliados del nacionalsocialismo que fueron los árabes, con el Gran Muftí de Jerusalén a la cabeza. Son firmes defensores del partido Baas, pero fingen ignorar que sus estatutos están copiados del partido nacional socialista. Por el tío de Saddam Hussein, ya que estamos. Si les dices que la revolución que llevó a cabo en Egipto Nasser fue financiada en buena parte por los fondos nazis que se mantenían a buen recaudo en Suiza por François Genoud, militante del partido nazi suizo de Geo Oltramare, lo niegan todo y te acusan de vete a saber qué. Pero la historia demuestra que libertad e Islam son incompatibles. Lo denunció hace ya mucho tiempo alguien tampoco sospechosa de fascismo como la gran periodista Oriana Falacci. Por poco se la comen los zurdos.
En el día a día esto tiene gravísimas consecuencias. Basta ver la colonización —más bien invasión constante— que padece Europa ante la mirada impasible de sus gobernantes. Insistimos en que el caso español es mucho peor, porque el gobierno es cómplice de ese mundo dictatorial y perseguidor del libre pensamiento. Se ha puesto de manifiesto con la actitud de Sánchez frente al ataque de Irán contra Israel. Primero, intentó contemporizar y después, tras verse presionado, tuvo que condenarlo a regañadientes. Es lógico en alguien que es amigo de Cuba, Venezuela o cualquier dictadura repugnante. Por eso es imperativo que toda la buena gente diga alto y claro que apoya a Israel. Que no están solos. Que los españoles los queremos como a hermanos. Y gritar ¡Am Israel Jai! Es lo mínimo.