OMAR ESTACIO Z.,
y no olvidar que las hijas del que me hiciera sufrir para ti han de ser sagradas como las hijas del Cid. Andrés Eloy Blanco
Hacemos un paréntesis, en la cotidianeidad que asfixia a los venezolanos, para referirnos a un episodio insólito que no deja de ser pintoresco. “El Economista”, prestigioso diario editado en España, ha informado que Alba y Laura Rodríguez Espiñoza, hijas de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente de España, son dueñas de una agencia de marketing, que está invirtiendo euros en Venezuela.
Agrega la mencionada publicación que los primeros atisbos sobre tal incursión en el extranjero se hicieron públicos cuando la pretendida agencia empleadora insertó en “Linkedin”, “Domestika” y en “X”, una oferta de trabajo para desarrollar en nuestra querida patria americana el nicho del “gaming”.
El aviso desapareció apenas se “mediatizó.” Levantó sospechas el eco de concretarse en un país desgobernado por la pandilla con quien el padre de las nuevas inversionistas tiene una cuestionada relación política y quizás, muy crematística.
Se preguntaba “El Economista” ¿Por qué en Venezuela y no en otro país de la subregión menos convulso? La frase suele atribuirse al poeta y dramaturgo Friedrich Schiller, «No existe la casualidad y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas de las circunstancias”.
Sin más rodeos, entremos en materia: Señoritas Alba y Laura Rodríguez Espiñoza:
Después de saludarlas, cordialmente, lo último que haríamos es reconvenirlas por el solo hecho de tener el padre que tienen.
Del “Coloquio bajo el Olivo” transcrito parcialmente al comienzo habrán deducido que el suscrito es “andreseloysiano”. Quiere decir, seguidor de las enseñanzas de nuestro, nunca suficientemente ponderado poeta, por lo que ¡jamás! cobraríamos en sus hijas las cuentas del padre vil, por bellaco que sea o lo mucho que nos haya hecho sufrir.
Palabras más palabras menos, ya se lo decía en similar sentido El Quijote a su fiel escudero: “El hombre (en este caso usted, doña Laura o usted doña Alba) es hijo (o hija) de sus obras”.
Sea como fuere, apreciadas damas, les quedamos agradecidos que antes que a ningún otro, hayan privilegiado a mi amado país para invertir sus ahorritos y, con ello, generar un solo empleo, aunque sea. No deja de ser una elección extraña, quizás desacertada, pero ustedes tienen derecho a la presunción de inocencia. Contribuir, en mucho o poco, con el crecimiento de nuestro PIB es algo que valoramos dadas las circunstancias.
Venezuela está secuestrada. Ustedes, que son jóvenes aventajadas, deben saberlo. Hablamos del secuestro perpetrado por una narcosatrapía, corrupta, cipaya, entreguista de nuestra soberanía, inescrupulosa, integrante de una o de varias mafias internacionales; violadora de los derechos fundamentales, pero sobre todo, desvergonzada. En la misma, la única ley es que no hay ley. Alguna vez parte de mis compatriotas incurrieron en culpa in eligiendo al votar por semejante escoria. Sin embargo es lo cierto que la misma se ha entronizado gracias a la represión, al fraude electoral y a ciertos celestinos extranjeros que, por el afán de lucro, se han convertido en sus hagiógrafos internacionales.
Con la única excepción de ustedes, no hay otro extranjero que se atreva a invertir lícitamente ni en Caracas, ni en el interior del país, pues cualquier empresa comercial para prosperar ha menester ser parte de alguna comandita inconfesable. O para usar la germanía del bajo mundo del cohecho, ha menester, “estar en el ajo”, “ir pegados” o “fifty-fifty” con uno o varios jerarcas del desgobierno gamberro.
Desde la referida nota del “El Economista” han transcurrido unos cuantos meses. Damos por sentado que de sus emprendimientos en Venezuela ya habrán devengado ganancias pingües, pero lícitas, sin necesidad de valerse de las tretas propias de cierto mercachifle que ustedes deben rechazar, por más que sean hijas (hijas de la Madre Patria aclaramos).
A saber:
Sobrevolar el llamado “Charco”, de aquí para allá y de allá para acá, coludido con la narcosatrapía para ufanarse de mediador, observador electoral, facilitador de supuestos diálogos, de emisario de la paz. Todo para cobrar el prevaricato en dinero contante y sonante de los bultos con los que fue capturada, en el aeropuerto de “Barajas”, manos en la masa la sargentona enviada por la narcosatrapía, la medianoche del 20 de enero de 2020.
O a cambio de avalar las ejecutorias más sórdidas de la narcosatrapía, recibir como parte de pago, uno o varios yacimientos de oro enclavados en nuestro “Arco Minero” para después “legitimar” el precioso metal tinto en sangre compatriota en Turquía, Irán o vaya a saber dónde o con quién.
¿A Venezuela le quedan deudas impagas por la compra con sobreprecio escandaloso de unas pretendidas lanchas patrulleras o por cualquier otra operación ilícita celebrada durante el funesto septenio (2004-2011)? Pues ahí, estará, el referido hombre de las mil caras en su verdadero rol de cobrador de acreencias de dudosa procedencia, travestido de oficiante de buena fe.
“El Economista” se pregunta si la empresa “Whathefav”, propiedad de las hijas de Zapatero, tiene alguna relación con el desgobierno de Nicolás Maduro.
El cronista lo considera inviable. Demasiado gravoso cargar con el heredado como para agregarle el fardo del desprestigio propio.