Hugo Marcelo Balderrama,
La historia oficial de la amistad entre Fidel Castro y Jean Paul Sartre cuenta que el dictador caribeño y el filósofo francés se conocieron en 1960, a los pocos meses del triunfo de la Revolución Cubana.
En esa ocasión, Sartre entrevistó a Fidel sobre los aparentes grandes logros que la revolución había traído para los cubanos en sus primeros meses. Las palabras de Castro fueron: «¿Y si le pidieran la luna? Si me pidieran la luna es que estaban necesitándola y habría que dársela. Todo lo que piden, sea lo que sea, tienen derecho a obtenerlo».
La amistad entre Fidel Castro y Jean Paul Sartre también incluyó a la mujer de este último, Simone de Beauvoir. Lo paradójico es que, mientras Beauvoir gastaba ríos de tinta hablando sobre el feminismo y la liberación de la mujer, Fidel Castro y Ernesto Guevara, El Che, impusieron un régimen de «trabajo voluntario» que se extendía hasta por 18 horas todos los días de la semana. Básicamente, hombres y mujeres fueron convertidos en simples esclavos de la maquinaria estatal comunista. O sea, el feminismo, desde sus comienzos, estuvo al servicio de la dictadura.
Gabriel García Márquez es otro de los escritores que se enorgullecía de su cercanía con Castro.
La lealtad de García Márquez para con la dictadura cubana la relata muy bien Manuel Vázquez Montalbán, periodista español, ya que al momento de escribir: Y Dios entró en La Habana, entrevistó Al Gabo: «Cuba es un símbolo de justicia social. Tengo mis críticas, pero las hago en privado. En público solamente queda felicitar», sentenció el premio Nobel de literatura.
Pero la relación del colombiano con Castro no se limitaba a la admiración, sino que llegaba a la complicidad, veamos:
Juan Reynaldo Sánchez, quien fue custodio personal de Castro durante dos décadas, relata que García Márquez era del círculo íntimo del dictador, pues era de los pocos que tenía acceso a la mansión personal que Fidel había construido en Cayo Piedra. Las visitas incluían buceo, pesca y grandes banquetes. Es decir, Gabito comía y bebía en una mesa sostenida sobre la sangre y el sufrimiento de los cubanos, muchos de ellos colegas suyos de la escritura y el periodismo.
Por otra parte, a finales de la década pasada, aproximadamente, entre el 2017 y 2019, Normando Valentín, periodista puertorriqueño, entrevistó en varias ocasiones a John Jairo Velázquez Vázquez, Popeye, uno de los gatilleros de confianza de Pablo Escobar. Al momento de hablar de las relaciones de Escobar con Fidel el sicario siempre decía:
Raúl Castro recibía la cocaína de parte de Pablo Escobar y Fidel estaba al tanto. La conexión entre ambos era mediante cartas escritas por mi patrón que yo le entregaba a García Márquez, que era una especie de mensajero. En una de esas misivas, Pablo Escobar le pedía a Fidel un submarino ruso para llevar la droga desde México a La Habana, y con ese submarino, a Miami.
Desde hace años hay dos preguntas que giran en mi cabeza:
1.- ¿Será que ser de izquierda cubrió a García Márquez de la crítica, puesto que sus novelas están llenas de incestos, abusos de mujeres y pedofilia?
2.- ¿El ‘Gabo’ estaría consciente de todo lo que hacía o era, tan sólo, un tonto útil?
Nunca sabré la respuesta a mis cuestionamientos, pero de lo que estoy seguro es que Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Gabriel García Márquez son parte de los que levantaron los mitos alrededor de Castro y El Che. Son constructores de narrativas, amigos de la infamia, admiradores de dictadores y socios de delincuentes, ya es hora de desenmascararlos.