Históricamente, el peronismo tuvo serias disputas internas por el poder, pero, al menos, siempre encontró un dirigente que sepa encabezar. Después de Juan Domingo Perón, Ítalo Luder perdió con Alfonsín las elecciones de 1983 y comprendió que tuvo que dejar el puesto. Hacia finales de los ochenta, Carlos Menem le ganó las primarias a Antonio Cafiero y se perfiló para coronarse como presidente en 1989. Eduardo Duhalde, para tener su turno, debió esperar el ocaso del riojano para calzarse la banda tras el golpe a Fernando de la Rúa y postular a Néstor Kirchner como el continuador del movimiento justicialista.
El espacio político que llegó al poder por primera vez en 1946 supo mantener su vigencia y encontró nuevos rostros para personificar los determinados momentos políticos de la coyuntura. Sin embargo, desde 2003, el kirchnerismo hizo del liderazgo político una cuestión familiar y allí se complicaron las cosas. En primer lugar, la idea que tenían ambos era alternar el poder entre ellos e intercalarse una elección cada uno, mientras fortalecían el aparato clientelar que los mantenga en la cima. Esto se complicó con la prematura muerte de él en 2010 y Cristina tuvo que recostarse en la izquierda, así como en el movimiento “juvenil” que lideraba su hijo, Máximo Kirchner, hoy diputado nacional y uno de los referentes del espacio.
El problema es que muchos veteranos dirigentes peronistas, incluso los que fueron funcionarios de Néstor y Cristina, no quieren saber nada con la continuidad del linaje consanguíneo del kirchnerismo. Más que por una cuestión democrática y republicana, perciben que la sociedad no tiene ningún interés por sufragar por Máximo y sus “jóvenes” canosos que ya andan cuarenteando y cincuenteando la vida.
Para el exjefe de Gabinete Aníbal Fernández, Máximo Kirchner no es “ni por casualidad, un dirigente con estatura”. En su opinión, La Cámpora ha perjudicado los espacios peronistas que no ha manejado, como el gobierno de Alberto Fernández. Según el exministro, el espacio político que apela a la herencia sanguínea K, ha “tirado piedras” en lugar de ser constructivo.
Sin medias tintas, Aníbal Fernández aseguró que, si el peronismo “no está dispuesto a batallar contra La Cámpora, está muerto”.
Con respecto a la posición de Cristina Fernández ante esta situación, el exministro peronista dijo que no piensa inmiscuirse en una cuestión familiar, pero dejó bien en claro que considera que su espacio político no puede permitir que Máximo busque una eventual candidatura presidencial, ya que estaría condenada al fracaso. Tiene razón. Por lo pronto, que se sigan peleando. Milei, agradecido.