La tragedia de las inundaciones en Rio Grande do Sul en mayo de 2024 dejó un rastro de devastación impresionante. Las estimaciones más actualizadas del periódico Folha de São Paulo indican que hay 151 muertos, 77 mil personas sin hogar y más de 528 mil desplazados. La calamidad expuso las fallas del Estado brasileño en la gestión de crisis. Desde el domingo 5 de mayo, cuando comenzaron las intensas lluvias, la situación se agravó rápidamente. Silvio Navarro destaca el escenario desolador: «El desastre aún no dimensionado en el Sur es capaz de sacudir a todo el país.»
La reacción del Gobierno y la búsqueda de imagen
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, acompañado por 13 ministros y diversas autoridades, sobrevoló la región y realizó una conferencia de prensa, pero concretó muy poco a la hora de ayudar a las víctimas. El periodista JR Guzzo critica este enfoque, afirmando que la visita presidencial fue más un intento de simular actividad que de ofrecer ayuda real. «Nada podría ser más desolador para Rio Grande do Sul y su gente que la coreografía montada por los gobiernos ante la tragedia traída por las inundaciones.»
Para Guzzo, la preocupación del Gobierno estaba más enfocada en mejorar la imagen del presidente que en prestar auxilio efectivo: «A nadie le importa la calamidad. Lo que importa es saber si Lula ‘gana’ o ‘pierde’.» Esta crítica resuena en la postura del Gobierno, que parecía más interesado en usar la tragedia como un escenario para autopromoción.
La ineficiencia del Estado y la fuerza de la sociedad civil
La respuesta gubernamental no solo estuvo marcada por la superficialidad, sino que también reveló la ineficiencia del Estado en la gestión de crisis. La visita de Lula y su comitiva, compuesta por trece ministros, contribuyó poco a resolver los problemas prácticos enfrentados por la población afectada. Declaraciones como la de la ministra de Planificación, Simone Tebet, de que el dinero de emergencia solo llegaría «cuando el agua baje», evidenciaron la desconexión del Gobierno con la realidad urgente en el terreno. J.R. Guzzo señaló la burocracia y la falta de coordinación como obstáculos principales en la mitigación de los daños.
En contraste, la sociedad civil demostró una impresionante capacidad de movilización y solidaridad. Los residentes de la ciudad Candelária improvisaron una pasarela de madera para reemplazar un puente destruido, ejemplificando la eficacia de la acción local sin esperar la ayuda estatal.
Esta respuesta espontánea ilustra el concepto de subsidiariedad, donde individuos y pequeños grupos pueden resolver problemas de manera más eficiente que el Estado. El periodista Paulo Polzonoff destacó que la movilización popular fue esencial mientras el gobierno se preocupaba más por controlar la narrativa que por resolver los problemas reales, como lo evidencian los intentos de censurar críticas y controlar la información bajo el pretexto de combatir noticias falsas.
Más censura de voces disidentes
Además de la ineficacia en la gestión de la crisis, el Gobierno de Lula ha sido acusado de intentar censurar voces disidentes bajo el pretexto de combatir noticias falsas. La periodista Marlice Pinto Vilela relata que el ministro Paulo Pimenta solicitó que la Policía Federal investigara las críticas al Gobierno, alegando que tales críticas perjudicaban la credibilidad de las instituciones involucradas en el socorro.
«La solicitud fue hecha por el ministro Paulo Pimenta, responsable de la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia (Secom), y aceptada por el ministro Ricardo Lewandowski, de la cartera de Justicia y Seguridad Pública.», dijo Pinto.
Este movimiento fue ampliamente criticado. Paulo Polzonoff Jr. ironizó la situación, sugiriendo que el Gobierno estaba más preocupado por controlar la narrativa que por resolver los problemas reales: «El martes, Paulo Pimenta, ministro de la Censura del gobierno de Lula, pidió que la Policía Federal, por medio del ministro de Justicia, Ricardo Lewandowski, investigara las críticas (¡críticas!) a la actuación del gobierno federal en la inundación que azota Rio Grande do Sul.».
El intelectual y antropólogo Flávio Gordon destacó que el Estado brasileño, tomado por socialistas, exige gratitud y sumisión, mostrando horror a la crítica y a la independencia de los ciudadanos: «El Estado quiere ser amado y venerado. Tiene horror a la crítica, a la indiferencia y al meme.»
Casos notables de represión bajo la Alegación de «Combate a Fake News»
Algunos casos específicos ilustran la represión gubernamental. La periodista Fernanda Salles criticó la ineficacia del Gobierno, afirmando que «el 90% de los videos que llegan de Rio Grande do Sul muestran solo a civiles ayudando en el rescate de víctimas».
La influencer Steh Papaiano fue investigada por decir que el Estado solo entregó «dificultad e ineficiencia». El influencer Thiago Asmar comentó que el empresario Luciano Hang estaba ayudando más que el gobierno federal, lo que también atrajo la ira de las autoridades.
Marlice Pinto Vilela destaca que «la Secom pide, por ejemplo, que la comentarista política Steh Papaiano sea investigada por decir que el ‘estado’ como ente centralizador hasta ahora solo entregó dificultad e ineficiencia».
Es decir, lo que vemos son opiniones o percepciones de influencers digitales siendo tratadas como «noticias falsas» y el Gobierno reaccionando al activar la estructura de la Policía Federal para acallar a quienes expresen hechos u opiniones desfavorables al Ejecutivo.
Así, la tragedia de las inundaciones en Rio Grande do Sul no solo reveló la ineficacia del Estado brasileño para lidiar con desastres naturales, sino que también expuso una preocupante tendencia del Gobierno de Lula a intentar suprimir críticas y controlar la narrativa pública.
Como concluye JR Guzzo, la preocupación del gobierno parece ser más con su imagen que con la ayuda efectiva a la población afectada: «A nadie le importa la calamidad. Lo que importa es saber si Lula ‘gana’ o ‘pierde’.»