El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, deberá derrotar nuevamente a Donald Trump si quiere seguir cuatro años más en la Casa Blanca, pero sabe que esta vez será más difícil vencer al exmandatario republicano, ya que sus desaciertos en materia económica, en política exterior y migración le han hecho perder votantes de grupos que en 2020 lo respaldaron mayoritariamente, como los afroamericanos.
Las encuestas muestran un escenario cerrado con una ligera ventaja para Trump, lo que complica la reelección al demócrata. Por este motivo, Biden está apelando a la desesperada estrategia del miedo para evitar perder electores. Así se evidenció en la gala anual de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, celebrada en Detroit, Míchigan, donde el mandatario mostró lo que en toda campaña suele ser el último recurso.
“¿Qué hubiera hecho (Donald Trump) si quienes asaltaron al Capitolio hubieran sido afroamericanos? Lo digo en serio. ¿Qué creen? No me lo puedo ni imaginar”, dijo Biden para luego agregar que en noviembre “está en juego todo ese progreso” que él habría logrado desde su llegada al poder. Esta semana también tuvo una recepción el jueves en la Casa Blanca con los impulsores de la demanda que en 1954 logró que la Corte Suprema aboliera la segregación racial en las escuelas.
El gran interés de Biden en los últimos días por la comunidad afroamericana lo explican los números. Según una encuesta realizada en abril por el Wall Street Journal, el respaldo de los hombres afroamericanos a Biden se ha desplomado a tal punto que de haber conseguido el apoyo de 87 % en las elecciones de 2020 ahora solo 57 % planea votar por él.
Y ese no es el único grupo en el que está perdiendo votantes. Su posición ambigua frente a la contraofensiva de Israel en Gaza también ha comprometido su imagen frente a la comunidad musulmana y los jóvenes progresistas que se identifican con la causa palestina y se han tomado varias universidades para protestar contra el respaldo de Washington al gobierno de Benjamín Netanyahu. En su intento por moderar su postura y hacer un guiño a estos grupos, la Administración demócrata frenó el envió de 3500 bombas al ejército israelí, pero esto le ocasiona otra complicación en un país con una importante comunidad judía que históricamente es una de las que hace mayores donaciones a las campañas.