CAMILO LORET DE MOLA,
En las entreguerras de 1937 los militares franceses quedaron boquiabiertos con el libro publicado en Alemania por Erwin Rommel, La infantería al ataque. Fue considerado un clásico de tácticas militares, uno de los manuales más consultados por todos los ejércitos de la época que además en sus páginas revelaba por qué durante la primera guerra mundial los tiradores alemanes eran tan eficientes matando soldados galos:
El capitán Rommel, quien llegaría a ser el mariscal nazi conocido como el zorro del desierto, contaba en su libro lo fácil que era distinguir el brillo de las cantinas de metal que los franceses cargaban, sin ningún camuflaje, en la parte superior de sus alforjas, cuando se desplazaban supuestamente protegidos por los altos campos de trigo.
Esas cantinas recién puestas en servicio, eliminaba la falta de higiene de los recipientes anteriores y permitía a los soldados llevarlas cómodamente atadas sobre sus mochilas, justo detrás de sus cabezas.
Esto, junto a los brillantes pantalones rojos del uniforme, los convertía en blancos perfectos para las miras alemanas y lamentablemente, se vinieron a enterar 19 años después de la contienda.
Un supuesto experto en la problemática cubana actual me quiere convencer de que hay paralelismos entre las cantinas francesas y lo que hacemos los medios de prensa en el exilio con la disidencia dentro de Cuba. Según su análisis al publicar cada manifestación o video de los opositores en la isla estamos haciéndole el trabajo fácil al régimen, al identificar a cuanto cubano alza su voz contra la dictadura. Como si con nuestro apoyo lo que consiguiéramos fuera poner una cantina brillante en las exiguas mochilas de los inconformes y facilitar el disparo de los represores comunistas.
El silencio como estrategia de supervivencia dejó de existir hace mucho para los cubanos de a pie, los temerosos de la voz baja han sido desplazados por los que no dudan en gritar sus reclamos a los cuatro vientos. Es nuestro papel digno ser la caja de resonancia para tan legítimo empeño, ayudarlos a que los escuchen más allá de donde llegan sus fuerzas.
Hay quienes aprovechan la explosión informativa de los teléfonos celulares en la isla para convertirse en youtubers de moda, en cazadores de likes en las redes sociales, pero a la misma vez hay muchos otros comunicadores, en todas las dimensiones, contribuyendo a que se sepa la tragedia de los de abajo, esos que a duras penas consiguen despachar un texto elemental, con la crónica de su desgracia.
Muchas veces cuando recibimos mensajes, informaciones o videos desde Cuba vienen acompañados de la misma coletilla: “Compartan”. En los términos digitales tan de moda, esa palabra nos deja claro la misión de universalizar su lucha. Aunque algunos se aprovechen, aunque otros no lo entiendan, pero que todos se enteren de que hay un policía reprimiendo a una madre, que hay adolescentes tras las rejas solo por gritar sus derechos, que hay cubanos pidiendo libertad.
Darle la voz que les niegan en Cuba nos ayuda también a poner una cantina brillante y gigante en la cabeza del régimen de La Habana, que el mundo sepa a donde deben disparar sus condenas, que los represores no consigan esconderse en los trigales del ostracismo que le han impuesto al sufrido pueblo cubano.
Es lo justo, sin dudas nos toca “compartir”, darles dimensión a los que ya han perdido el miedo y desde Cuba reclaman su derecho a soñar.
Y entonces, sin chovinismo citar a José Martí:
“Del tirano di todo, ¡di más!” …