Pedro Sánchez sigue utilizando de voceros a sus funcionarios y ministros en su batalla personal con Javier Milei. Algo que el mandatario argentino no hace, ya que sus colaboradores, como la canciller Diana Mondino, se dedican sistemáticamente a poner paños fríos y a asegurar que se deben reestablecer los vínculos normalmente.
Pero bueno, la diferencia entre ambos no es nueva, como tampoco lo es la utilización de la estructura del Estado de parte del mandatario español. Aunque ambos promueven políticas diferentes, fue Sánchez el que rompió los límites del republicanismo cuando llamó a votar a Massa en el parlamento nacional. Mucho más cuando se extralimitó absolutamente, cayendo ya en el fascismo puro y duro, al retirar a su embajadora de Buenos Aires. Una actitud que ni pudieron defender sus aliados, como el expresidente socialista Felipe González.
La que arremetió ahora contra el libertario más famoso del mundo, que tiene un buen número de partidarios en España, fue la titular de la nefasta cartera de “Igualdad”, Ana Redondo. Ella, que está muy cómoda en las estructuras estatales ya que se desempeña como legisladora y funcionaria hace más de 17 años, dijo que Milei “no es un león”, sino que es una “hiena”. El problema es que quiso cerrar la reflexión con una idea que la respalde y no pudo evitar caer en el ridículo. Aseguró que el modelo liberal libertario promueve “la ley de la selva”. Es decir, un ámbito donde el grande se come al chico, en un contexto de salvajismo.
Detrás de esa tesis delirante, el socialismo propone medidas gubernamentales para equiparar el poder entre “grandes y chicos”, con la supuesta finalidad virtuosa de la “igualdad”.
Sin embargo, las ideas que Milei promueve y que el PSOE cuestiona generan absolutamente todo lo contrario: la cooperación social donde el que más se beneficia es el que menos recursos tiene. En el capitalismo de libre mercado, el empresario que da en la tecla puede incrementar su patrimonio considerablemente. El tema es que, inevitablemente, en el proceso tiene que mejorar la situación de todos sus empleados, del gerente hasta el encargado de limpieza, además de crear nuevas fuentes de trabajo. Como si esto fuera poco, los consumidores también se ven beneficiados, ya que el mercado abastece de bienes de mejor calidad o de más bajo precio, e incluso, muchas veces de las dos cosas en simultáneo. Claro que el proceso virtuoso no termina allí, ya que la libre competencia encuentra los incentivos para seguir mejorando, en pos de su propio beneficio.
Claro que los socialistas, que no pueden con su envidia natural, reniegan de todo el proceso virtuoso, solamente porque los empresarios y los capitalistas se enriquecen lícitamente. Aunque en términos nominales ellos puede que muestren que se llevan una “mayor parte de la torta”, en términos reales se benefician más todos los que están “abajo”.
Vamos a un ejemplo concreto para entender la cuestión. Yo no tengo acciones en empresas tecnológicas, de comunicación, ni nada por el estilo. Soy un consumidor más que tiene que pagar por su computadora, su teléfono y su conexión a internet. Es cierto que, al abastecer este servicio, muchas empresas incrementan su capital (las que son más exitosas), sin embargo, a mí me han hecho mucho más “rico” en términos de calidad de vida, aunque ellos hayan duplicado o triplicado el capital, con cifras que no me entran en la cabeza.
Yo me encuentro en este momento trabajando como periodista en el lobby de un hotel en la provincia de Tucumán. Vine para presentar un libro que escribí en mis tiempos libres y pude mantener mi rutina de trabajo. Vamos a imaginar mi situación sin internet masiva, computadoras portátiles, programas simples de edición y publicación de artículos y lo que me brinda el cuestionado capitalismo y la cooperación social del orden espontáneo.
Para empezar, en lugar de tener una alta productividad, por poder escribir desde la comodidad de mi casa, jamás hubiese contado con el tiempo para escribir un libro. El traslado a una redacción (ida y vuelta) y el horario formal que defienden los que se niegan a la reforma laboral lo hubieran impedido por completo. Sin embargo, aquí estoy, cumpliendo una guardia de fin de semana un domingo, mientras cualquier socialista me estaría advirtiendo que sufro algún tipo de “explotación”.
Los empresarios que permitieron mi computadora liviana, los programas que utilizo y me ofrecen el servicio de internet pueden haberse hecho “más ricos”. Ahora, sus vidas cambiaron poco y nada. Sí nos la cambiaron considerablemente más a muchos trabajadores para bien. Las personas que podemos comprender este fenómeno no dudamos en poner el acento en la parte que nos trajo más bienestar y no en el resentimiento “de clase”.
No hace falta preguntarle a un “progre” que piensa al respecto de todo esto. Su argumento sería que yo soy de los pocos que pudieron estudiar y progresar en el oficio y que esto no aplica para todos. Patrañas. Tanto como yo se beneficia un vendedor de naranjas o frutillas al costado de la ruta que anuncia que los autos que se detengan pueden pagar con plataformas como “Mercado Pago”. La casa de un humilde trabajador de un país con una economía medianamente libre ofrece más bienestar que el palacio de un rey en el mundo anterior a la revolución industrial. El que no lo admite es un ignorante y un resentido.
Ahora, veamos que ocurre con el modelo que propone la ignorante de Redondo y su inútil (y hasta contraproducente) ministerio que descapitaliza la economía española en casi 600 millones de euros anuales, de donde se producen papers que hacen referencia “genocidio” israelí y plantean abiertamente una aberrante interpretación del feminismo, que invita a la confrontación con los hombres.
Además de extraer recursos fiscales para estas iniciativas, que terminan en publicidades como la que se hizo en Almería donde hasta se blanquea la pedofilia (el mismo ministerio de Igualdad tuvo que confirmar una quita de fondos por el escándalo), hay que analizar cómo impacta en las economías estas cuestiones.
Lo mencionado anteriormente sobre los procesos virtuosos que suceden ante los éxitos empresariales en el mercado, cuando el Estado cobra altos impuestos sucede lo contrario: el que se perjudica más es el que menos tiene. Si se utilizan impuestos progresivos (donde se incrementa la alícuota mientras suben las ganancias) lo que más se perjudica son las inversiones futuras que no se realizan. Si el esquema es de “flat tax”, un sistema que al menos no altera las posiciones relativas y no desincentiva la producción, igualmente el que más pierde en términos reales es el que menos unidades monetarias tiene. Es decir, no existe un modelo fiscal que beneficie a los pobres en lugar de los ricos. Esa es otra mentira socialista a desenmascarar.
Yendo a lo conceptual, el modelo redistributivo que propone la ministra del organismo orwelliano, en lugar de enriquecer a empresarios y a personas con ideas buenas, beneficia a la clase política que no ofrece absolutamente nada. Los necesitados, en lugar de conseguir las herramientas que le permitan mejorar su situación, se convierten en el cliente cautivo del burócrata, que le ofrece beneficios en nombre de la justicia social. Mientras tanto, las buenas ideas y los capitales migran hacia los destinos amables con la inversión, donde benefician a todo el tejido social. Esto crea un sistema de la casta y de castas, como se vio en la Argentina durante el kirchnerismo. A la larga, la casta política es lo que se denomina como la “clase alta”. Es estanca en materia de méritos y se accede por la vía política. La “clase media” se reduce a la burocracia, ya que es el sector que mantiene sus privilegios, que resultan inaccesible para los trabajadores de ingresos medios. Los de “abajo” están condenados. La economía descapitalizada, producto del estatismo, los reduce a trabajar para sobrevivir. Allí el incentivo único es ingresar a la política como funcionario. Afortunadamente, la tragedia populista en España llegó en un marco de restricciones como la Unión Europea y la Euro Zona. Un gobierno de estas características con autonomía total y la máquina de imprimir pesetas hubiese sido una tragedia, probablemente mayor a la que dejó el kirchnerismo.
España, con los Sánchez y las Redondo, padece una tragedia inédita en su historia reciente. Afortunadamente, estos comentarios y las actitudes recientes dejan en evidencia para el electorado donde están las ideas pobristas y fascistas.
Puede que muy pronto las urnas le den un claro mensaje al mandatario español.