Armando Colina,
Chile, nación que representa la principal economía de América del Sur en estos momentos, se destaca por encima de los demás países de la región por contar con instituciones autónomas cuyas funciones están sujetas a la Constitución Política y a las leyes nacionales, y no sometidas a una ideología. Instituciones sólidas producto de las políticas del general Augusto Pinochet. Al hablar de este territorio suramericano, lo que resalta es su emergente economía, que pasó de ser decadente a la más pujante de la región.
Lo que no sale a la luz pública sobre Chile es la realidad político-social, específicamente el adoctrinamiento que a diario se promueve por los diversos medios de comunicación como la televisión y la radio, por las redes sociales, prensa, actividades públicas, cine, teatro, actos culturales, libros, instituciones educativas de toda índole, etc.
Desde la época de los 70’s, durante el gobierno del expresidente Salvador Allende, comenzó un sistema de adoctrinamiento en la población. Existen decenas de libros, relatos, videos, testimonios, entrevistas y documentos públicos que así lo demuestran, salvo para los negacionistas pro-socialismo que niegan las realidades de sus absurdos. Basta ser parte de esta sociedad y encender la televisión o la radio a cualquier hora del día para escuchar a comunicadores sociales, políticos, deportistas, actores y profesionales de diversas áreas, inoculando odio contra la “dictadura”, resentimiento contra quienes tienen una buena posición económica y normalizando la intolerancia al pensamiento distinto al socialismo y al comunismo.
Así sucede en todos los medios y mecanismos ya mencionados, que diariamente son utilizados para inculcar a la sociedad odio en nombre de la justicia y la igualdad. Se ha condenado a la población a ver, escuchar y tolerar esta situación por décadas, siendo la dictadura el único discurso que los denominados “izquierdistas” tienen para poder sostenerse.
No hay un solo espacio donde se pueda respirar un aire con mensajes en pro de la sociedad; todo gira en torno a las críticas y al odio por el pasado, a las burlas de quienes piensan distinto, al ataque contra quienes no son socialistas ni comunistas, y al resentimiento contra quienes tienen una buena posición económica. No hay un solo escenario político, social, cultural o académico donde no se imparta este dogma. Hay una contaminación generalizada en el pensamiento de la sociedad chilena que afecta a un sector de la población, que se alimenta y vive de estos discursos. Y un sector político y social muy bien posicionado que se lucra económica y políticamente de ello.
Estos discursos de odio generan riquezas para hacer programas de televisión donde los comunicadores, con contratos millonarios, a diario salen hablando de que en Chile existe una “brecha salarial” entre quienes ganan mucho y quienes ganan el sueldo mínimo. Este adoctrinamiento sesgado es usado por políticos que se lucran con los puestos del Estado, ganando millones de pesos al mes, que exigen en nombre de sus representados acabar con las desigualdades económicas.
Este adoctrinamiento o lavado de cerebro en Chile es usado a diario por quienes ocupan puestos importantes de toda índole, cuya calidad de vida es privilegiada, para salir a hablar de la distribución de las riquezas entre todos por igual. El odio inculcado es tan grande que no estar de acuerdo con esta doctrina, que se ha hecho parte del tema diario en todos los sectores y lugares de la sociedad chilena, manifiesta una posición contraria y es objeto de ser atacado, recriminado o descalificado. El pensar distinto al pensamiento único es ser “facho de derecha”. Y lo que se ha normalizado es una subcultura de ser fatalista, pesimista e inconformista, donde, contando con la mejor calidad de vida de América del Sur, se vive en un país donde “nada sirve y todo está mal”.
Es un comercio lucrativo hablar de la desigualdad, de la dictadura, del odio al pasado y de la distribución de las riquezas. Por parte de personas que con ese discurso no han solucionado nada; lo único que han hecho es llenarse los bolsillos, tener altos cargos políticos, firmar contratos millonarios para salir por la televisión y ganar popularidad, viviendo una enfermiza obsesión por sentir satisfacción odiando el pasado, odiando a quien tenga una buena posición económica y odiando a quienes piensan distinto.
Estas personas lo único que han creado es un sector de la sociedad de resentidos, confundidos y seres irracionales que dejan de ser pensantes para ser parte del rebaño que solo repite. Sin fijarse que quienes hablan de la dictadura del pasado apoyan las tiranías en otros países en el presente. Y quienes hablan de la distribución de las riquezas no distribuyen la suya, y quienes dicen ser defensores de la igualdad solo lo hacen por medio de un discurso populista, siendo ellos parte de lo que critican, por lo cual son personas inmorales.
Este daño que no es notable aparentemente sí tiene repercusión en la conducta de las personas que se hacen parte de dicha doctrina. Es, valga el término, un “bombardeo” permanente a todos los chilenos y habitantes del país, donde se puede apreciar que, sin importar dónde o cómo viven, nivel de preparación, ocupación u otros, hay una contaminación del pensamiento por doquier; y quienes son atrapados por él pierden cada vez más la capacidad de cuestionamiento y la tolerancia, a tal punto que solo se nutren del pensamiento pesimista, negativo y contradictorio, aun cuando estas personas son parte de lo que creen están combatiendo.
Acumuladores de riquezas en contra de la acumulación de las riquezas; programación comunicacional diaria de esta tendencia, en contra de los medios porque solo pasan lo que le conviene a la derecha; personas de clase alta, defensores de los menos pudientes y por sus derechos a que reciban parte del dinero de quienes tienen más. En fin, este lavado de cerebro lo que genera son problemas, no soluciones. Este adoctrinamiento deben ser considerado un abuso y un ataque a la libertad de expresión, del pensamiento y de la paz social.