sábado, septiembre 21, 2024
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El error de Orwell

NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN,

George Orwell, conocido por sus dos magistrales obras Rebelión en la Granja y 1984, fue mucho más que un novelista, fue un visionario. No porque descubriera el autoritarismo, que es tan antiguo como la raza humana, sino porque dejó claro cómo las ideologías del mal poseían el potencial de triunfar una y otra vez.

Orwell, más que ningún otro, en la era de la pretecnología, materializó la imagen del “Big Brother” como sinónimo de las ideologías totalitarias. El gran hermano siempre presente en la sociedad, vigilando y manejando los controles. Dominando cada minuto de nuestras vidas.

Algunas de las experiencias ya las hemos vivido en nuestros respectivos países. Pero lejos de conformar un lejano pasado, hoy, esa memoria colectiva se erige en una descarnada advertencia de lo que puede repetirse. No hay como una experiencia vivida para despertar miedos y desconfianza. Lo trágico es que lo imaginado en sus obras se ha repetido una y otra vez en la historia y cada vez más se materializa en nuestros tiempos.

El poder opresivo de la propaganda, la manipulación para deshacer la verdad y sembrar la duda. Ficción que deja de serlo ante nuestros espantados ojos. Una especie de deja vu que se nos impone en un mundo confuso donde sin darnos cuenta perdemos el poder de la elección para que nos impongan un futuro indeseado y rechazado por nosotros mismos.

Para los cerdos usurpadores de la mítica granja orwelliana, justificar lo perverso de sus acciones es siempre justificable en nombre del bienestar del colectivo. Solo que cada acción va perdiendo todo vestigio de humanidad. Cuando menos lo imaginamos, la barbarie nos está sacudiendo por los hombros y se ha adueñado de nuestra voluntad.

Es entonces que descubrimos que el autoritarismo es mucho más que soldados marchando o celdas oscuras. Es la captura del alma, el quebrantamiento de la voluntad, el sometimiento sin la advertencia de que ya nunca seremos los mismos.

En la sociedad distópica de Orwell las palabras se revierten. El Ministerio de la Verdad es el de la Mentira, en la granja los 7 mandamientos gradual y lentamente evolucionaron de lo que inicialmente fueron. Una práctica tan vigente hoy como lo fue ayer. En la Cuba actual te racionan la comida y tienes que agradecer porque la libreta que te restringe le llaman “libreta de abastecimiento”. En la América de Kamala Harris los titulares de los medios liberales te dicen cómo Biden ha pasado la antorcha sin decirte que él dijo claramente que solo dejaría la nominación si bajara Dios y se lo pidiera. Después borran la forma que le prepararon la carroza con la que lo sacaron de la escena política. Lo irónico es que lo hicieron los mismos que unos días antes refutaban que estaba incapacitado para ganar la elección y aseguraban que el Joe perdido que veíamos ante las cámaras era un producto de nuestra desinformación.

Este es el mundo que pretende borrar las líneas entre el bien y el mal. Por eso vemos instituciones que se crearon para fomentar la paz y la armonía entre las naciones con países violadores de derechos humanos sentados en comisiones clave. No importa si es Irán con su fanatismo y poderío nuclear, la Rusia del verdugo Putin o la Cuba de Díaz-Canel con sus cárceles llenas, irónicamente figuran en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Hoy en Estados Unidos se ha polarizado la política de tal forma que vemos a los liberales apoyar causas atroces. No se inmutaron por la masacre del 7 de octubre cuando integrantes del grupo terrorista Hamás asesinaron, violaron y quemaron hasta bebés en Israel. Eso sí, están dispuestos a destruir universidades y monumentos históricos, todo por defender a terroristas.

Vemos el intento perenne de descalificar a las voces discrepantes. No es un soldado armado el que te viene a buscar, es la maquinaria propagandística de un poderoso partido que te acusa de desinformación si eres periodista.

Si eres activista te acusan de terrorismo doméstico. Si eres un padre preocupado, eres peligroso por alzar tu voz ante una junta escolar que quiere imponer a tus hijos su ideología sin tu autorización. Si discrepas te califican de extremista, si cuestionas de conspirador. La verdad les pertenece y se abrogan el derecho de ser los que la verifican como integrantes de este ministerio todopoderoso para gobernar el mundo que ellos han confeccionado. Te prometen, como novedoso, arreglar lo que ellos mismos destruyeron y tienes que sentirte optimista.

Y así hasta que los animales, envejecidos y vencidos por una vida de penurias miran los postulados y donde decía que «ningún animal caminará en dos patas», descubren que con el tiempo y sin que se dieran cuenta agregaron: «con la excepción de los cerdos». En el postulado final sobre la igualdad, nadie se dio cuenta que donde decía: «Todos somos iguales», los cerdos habían agregado: «pero algunos somos más iguales que otros».

Es una historia cautelar que deja de serlo para convertirse en pesadilla. Es una realidad más cercana aún de lo que nos atrevemos a imaginar. Orwell se equivocó de año, no es 1984, es el presente, 2024, y tenemos que hacer algo para no correr la suerte de los ciudadanos de Oceanía. Evitar que nos pase como el poema de Padilla, después que te lo han quitado todo te digan que eches a andar: «porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva».

Fuente: Diario Las Américas

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