SONIA SCHOTT,
La ofensiva lanzada por Israel contra el Líbano, en un esfuerzo preventivo para evitar un ataque de Hezbolá, ha puesto en peligro los planes del presidente Joe Biden, quien esperaba que un acuerdo de alto el fuego en Gaza, negociado por Estados Unidos, diera un impulso a su legado cuando sólo le quedan cinco meses de mandato.
En el centro de su estrategia, desde que comenzó la guerra en Gaza, tras las atrocidades de Hamás en el sur de Israel, estaba poner fin a los combates lo antes posible, asegurar la liberación de todos los rehenes tomados el 7 de octubre y evitar cualquier expansión a gran escala de una guerra en el Medio Oriente.
Si bien 105 rehenes ya fueron liberados en un intercambio de prisioneros entre Hamás e Israel, en un acuerdo anterior, otros han muerto o han sido liberados por la acción militar israelí. Sin embargo, todavía quedan 109 prisioneros en Gaza, de los cuales se cree que al menos 70 están vivos.
Mientras tanto, las interminables rondas de negociaciones de alto al fuego no han logrado producir un acuerdo a largo plazo y la amenaza de un conflicto más amplio persiste.
Para Biden, a pesar de los inmensos esfuerzos diplomáticos del secretario de Estado, Antony Blinken y de otros funcionarios clave, los innumerables reveses para ejecutar su plan han representado un golpe político, especialmente porque ha dedicado gran parte de su tiempo, desde que renunció como candidato presidencial demócrata para concretar un cese de hostilidades.
Si deja la Casa Blanca en enero sin un acuerdo, no solo dañará su legado, sino que también dejará asuntos pendientes para quien lo reemplace.
Kamala Harris, quien fue ungida como candidata demócrata en Chicago para enfrentarse a Donald Trump, ha manifestado su simpatía por el pueblo palestino que está sucumbiendo ante los ataques diarios de las Fuerzas de Defensa de Israel.
No está claro si esto significa que adoptaría un enfoque diferente al de Biden si ganara las elecciones, pero como vicepresidenta ha sido parte de la Administración durante más de tres años y ha seguido las políticas y la estrategia adoptadas por la administración y no ha dado ninguna señal de que cambiaría drásticamente de rumbo.
“El presidente Biden y yo estamos trabajando para poner fin a esta guerra de manera que Israel esté seguro, los rehenes sean liberados, el sufrimiento en Gaza termine y el pueblo palestino pueda ejercer su derecho a la dignidad, la seguridad, la libertad y la autodeterminación”, dijo Harris durante la convención demócrata.
En cambio, Trump ha dicho que daría todo su apoyo a Israel para que siga adelante y termine lo que empezó a raíz del ataque del 7 de octubre, lo que indicaría que aprobaría la venta de todas las armas que Israel solicite.
El expresidente Bill Clinton describió a Harris en la convención demócrata de Chicago como la futura “presidenta de la alegría” pero si gana en noviembre, habrá poco tiempo para celebrar ya que tendrá que tomar decisiones difíciles sobre si la guerra en Gaza sigue en marcha, y además el desafío continuo de la guerra en Ucrania.
Trump ha alardeado que si gana las elecciones resolverá estos enfrentamientos rápidamente, algo que Harris nunca ha prometido.
Es inevitable que estos temas surjan cuando los dos rivales por la Casa Blanca se enfrenten en el primero de los debates televisados, el 10 de septiembre.
Para Harris es conveniente que, para entonces, haya pensado en nuevas formas de resolver estas tensiones de política exterior o de lo contrario, Trump la acusará de seguir los pasos de un mandatario que no logró poner fin a ninguna de las dos guerras.
La gran pregunta es: ¿Cómo reaccionarán el líder israelí, Benjamín Netanyahu o el ruso, Vladimir Putin, ante dos posibilidades tan divergentes: una administración Harris o una segunda presidencia de Trump?
Netanyahu sabrá que Trump le daría todo su apoyo y que Harris podría causarle problemas; mientras que Putin esperará que Trump ayude a negociar un acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania en términos aceptables y que Harris persistirá en la estrategia de Biden de respaldar a Kiev, durante el tiempo que sea necesario, para obligar a Moscú a pedir la paz.
Biden no puede esperar que la guerra en Ucrania termine antes de que deje el cargo, el 20 de enero, por lo que toda su atención se centrará en buscar resolver la crisis de Gaza aunque los augurios no sean tan buenos.