Ramón Pérez-Maura,
Es muy interesante ver el protagonismo de los personajes secundarios de esta tragedia que también es una farsa. El pasado martes me llevé una agradable sorpresa al ver la entrevista que hizo en Trece Antonio Jiménez a Iñaki Anasagasti, personaje del que no hará falta que explique que no soy un entusiasta. Pero yo suscribiría hasta la última frase de las que dijo en casi 14 minutos de entrevista.
Te llevas la sorpresa de ver a Anasagasti citando a Federico Trillo-Figueroa para coincidir con él en que nadie ha encargado a Rodríguez Zapatero mediar, porque uno media cuando las dos partes te aceptan, no cuando tú mismo te nombras mediador. Se pregunta para qué tenemos un embajador en Caracas y elogia el papel que desempeñó Jesús Silva allí, precisamente como embajador, cuando tuvo a Leopoldo López dentro de la embajada. Anasagasti lo pudo decir más alto, pero no más claro: «Zapatero es un cáncer para Venezuela, es un cáncer para España, es un cáncer para Europa. Personaje nefasto». Y lo completó: «Lo peor que le puede ocurrir a América es el Grupo de Puebla y ahí está Zapatero». Y con la misma claridad se expresó sobre Nicolás Maduro: «Es un dictador sanguinario, es un gánster, es un ladrón, es un asesino. Por tanto, no se puede apoyar a un personaje de esta calaña» en relación con la negativa del PSOE a respaldar en el Congreso el reconocimiento de González Urrutia como presidente electo.
Pero en esa entrevista había unas imágenes de enorme relevancia. Se ve en un momento dado a José Luis Rodríguez Zapatero sentado frente a Maduro en el despacho presidencial. Zapatero va escoltado por sus dos grandes avalistas venezolanos: tiene a su derecha a Delcy Rodríguez, actual vicepresidente de Venezuela y a su izquierda al hermano de esta, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional.
El entorno de Zapatero intenta hacer creer que dentro del régimen chavista hay un enfrentamiento entre el duro Diosdado Cabello —a quien Maduro ha nombrado ministro del Interior para que redoble la represión— y los moderados hermanos Rodríguez Gómez, Delcy y Jorge. Y que claro, Rodríguez Zapatero está alineado con los moderados.
Pues bien, este Jorge Rodríguez, avalista de Zapatero, es el que el pasado miércoles y como reacción a la votación en el Congreso de los Diputados de España exigió la ruptura inmediata de «todas las relaciones diplomáticas, todas las relaciones comerciales, todas las relaciones consulares» con España. Se le olvidó mencionar las deportivas, no vayamos a tener que jugar con ellos algún partido en el mundial de frontón.
Cortar relaciones diplomáticas es un instrumento de la política exterior que es habitual emplear en casos de grave crisis. Restaurarlas es casi tan sencillo como suspenderlas. Se vuelve a enviar un embajador y asunto resuelto. Pero suspender «todas las relaciones comerciales» tiene consecuencias catastróficas para ambas partes. Y no digamos las consulares. Paso todos los días, cuando me dirijo a El Debate por la puerta del Consulado de Venezuela en Madrid, en la Glorieta del Pintor Sorolla. Es increíble la cantidad de venezolanos que hay, un día sí y otro también, en la calle esperando a ser atendidos. A todos esos quiere dejar tirados el mentor de Zapatero. A eso le llaman preocuparte por tu pueblo.
Y lo que es más importante, las brillantes gestiones de Zapatero con sus más allegados llevan a estos a pedir la ruptura con España. Menos mal que, según Napoleonchu, nuestro expresidente estaba haciendo un gran servicio. Y ahora también hemos descubierto que según dijo el propio Maduro en televisión «Delcy, llámate a tu amigo el canciller de España y explícale…», la de las maletas de Barajas tiene una estrecha relación con el propio Napoleonchu.
Pero claro, la culpa es de los demócratas por reconocer el resultado de las elecciones convocadas por el propio Maduro. Con un par.