Saúl Hernández Bolívar,
Colombia nunca había tenido por presidente a un sujeto tan peligroso como Gustavo Petro. Eso parece una obviedad decirlo tratándose de un (¿ex?) guerrillero convencido de la necesidad y el derecho a la lucha revolucionaria para ‘cambiar’ el orden social del país. El problema es que, en lo más íntimo de su ser, este sujeto sigue siendo un anarquista que no reconoce ni la institucionalidad que hoy encabeza.
Petro es un gobernante desquiciado que no solo cree que él en sí mismo es la personificación del Estado, sino que está convencido de que para él no hay reglas y que puede ir haciendo lo que le venga en gana. Así, no considera que tenga que rectificar una afirmación que hizo sobre la familia Vargas Lleras como lo ordenó ni más ni menos que el Consejo de Estado. De la misma forma, indicó que no tenía que guardar confidencialidad sobre la información que a Colombia le había llegado sobre el sistema Pegasus porque él había roto relaciones con el estado de Israel, con la consecuencia de haber sido suspendidos de la red mundial que hace inteligencia a los movimientos financieros. Y, como si fuera poco, se cree inexpugnable a las investigaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) sobre los excesos de su campaña a la presidencia. Aduce que se trata de un golpe de Estado.
En años precedentes, Petro solía ser puntilloso con los presidentes de turno en cuanto al respeto debido hacia las providencias de las altas cortes, e incluso del CNE, a las que pedía reiteradamente que investigaran a los presidentes por toda clase de motivos. No hace falta recordar que convocaba a los mandatarios a obedecer las sentencias de los togados sin el menor reparo. Su red social X está llena de mensajes en ese sentido.
Hoy, en cambio, es Petro el que desconoce las sentencias judiciales con el argumento de que los jueces se oponen al gobierno del cambio y quieren obstaculizar el ‘progreso’ social. Hasta ha llegado al extremo de criticar las posiciones de cuño conservador del presidente de la Corte Suprema de Justicia por ser negro. Ese es uno de los caballitos de batalla de la extrema izquierda en todo el mundo; considerar que todas las minorías tienen que ser de izquierda: los negros, los gais, los discapacitados… ¡hasta las mujeres! Creen que toda esa corte de ‘desamparados’ debe unirse para vengarse de los ‘oligarcas blancos supremacistas’. Así es el discurso de Petro, a menudo dividiendo el país entre ‘ricos explotadores’ y pobres; criticando a las grandes empresas, a los bancos, a los medios de comunicación.
Este proceloso sujeto tiene cercanías con numerosos grupos criminales, con los que ha hecho migas desde antes de iniciar su administración enviando a su hermano a las cárceles a hacer campaña política, prometiéndoles toda clase de perdones a cambio de su apoyo con plata y votos. El mismo hermano de Petro dice que en las prisiones se obtuvieron los votos que le dieron el triunfo al actual presidente. Y ya en ejercicio de su mandato, Petro ha abrazado a cuanto grupo criminal ha levantado la mano para la supuesta ‘Paz total’, que no es más que impunidad garantizada a pesar de una arremetida de violencia pocas veces vista.
Ahora que ve más cercana la posibilidad de que el CNE reconozca las irregularidades de su campaña y le pase la pelota a la Comisión de Acusaciones, el discurso de Petro se ha hecho más incendiario y su actitud pendenciera parece de alguien que ha perdido sus cabales. No solo se atreve a afirmar que hay un plan para sacarlo del poder antes de tres meses mediante su anunciado ‘golpe’, sino que lo quieren asesinar con un camión lleno de dinamita, atentado del que las mismas Fuerzas Militares dicen no tener conocimiento.
Sin embargo, tan graves denuncias le servirán a Petro para demostrar fuerza y apoltronarse en su sillón, a pesar de que las instituciones están cumpliendo con la Constitución y la ley, y todo está dado para que el Presidente afronte un juicio político que podría dejarlo fuera del cargo. Por eso pide a sus huestes salir a las calles para ‘protestar’ perturbando el orden público, para lo cual la fiscal general de bolsillo, Luz Adriana Camargo, acaba de expedir una directiva que llena de permisiones la protesta social empoderando a los terroristas, desprotegiendo a los ciudadanos y maniatando a la Policía para que la gente de Petro incendie a Colombia.
¡Nunca habíamos tenido un sujeto tan peligroso en tan alto cargo, un verdadero hampón!