Hugo Marcelo Balderrama,
El próximo 5 de noviembre, los norteamericanos irán a las urnas a elegir un nuevo presidente. Inicialmente, la pugna era entre Joe Biden, que buscaba su reelección, y Donald Trump, aspirando a regresar a la Casa Blanca.
Sin embargo, Biden, después de sus innegables problemas de salud mental, declinó su candidatura. Acción que dejó la disputa entre Kamala Harris y Donald Trump, ¿logrará Trump un segundo mandato o llegará a la presidencia de Estados Unidos por primera vez una mujer?
No lo sé. Tampoco voy a caer en la manía de lo políticamente correcto. Es decir, no voy a festejar la candidatura de Harris basada, exclusivamente, en su condición de mujer. De hecho, yo creo que nadie debería hacerlo, pues a los políticos se los tiene que juzgar por sus ideas y planes, jamás por aquello que tienen entre las piernas. En ese sentido, vamos a analizar un par de cosas que los votantes hispanos deberán considerar antes de ir a las urnas.
En diciembre del año 94, en Miami, 34 jefes de Estado de toda América se reunieron para articular una visión de integración, progreso y desarrollo que incluya a las tres Américas. La Primera Cumbre produjo una Declaración de Principios y un Plan de Acción firmados por todos los lideres que asistieron. El objetivo del documento fue expandir la prosperidad a través de la integración económica y el libre comercio; erradicar la pobreza y la discriminación en el Hemisferio y garantizar el desarrollo sostenible y protección del medio ambiente.
En ese momento, la única dictadura vigente era la Cuba de Fidel Castro y la amenaza del comunismo estaba enterrada bajo los escombros del Muro de Berlín. Ergo, parecía que el ingreso al siglo XXI en la región sería tranquilo y sin mayores preocupaciones que el desarrollo económico, la integración comercial y el aprovechamiento del progreso tecnológico.
No obstante, sucedieron dos hechos que cambiaron el rumbo de la región: 1) la victoria de Hugo Chávez en las elecciones venezolanas del año 1998, 2) el criminal ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001.
La llegada de Chávez al poder en Venezuela fue el tanque de oxígeno que necesitaba el castrismo, ya que Fidel tuvo acceso a la renta del petróleo venezolano para expandir su estructura delictiva por toda la región.
Empezaron derrocando a los gobiernos de Jamil Mahuad en Ecuador, Eduardo Duhalde en Argentina y Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia, pues, bajo el subterfugio de «Diplomacia de los pueblos», Chávez y Castro financiaron cuanta organización delictiva había en la región. Para poner un ejemplo, durante el golpe de Estado de Octubre 2003, que los revoltosos llaman: «Guerra del gas», en Bolivia estuvieron presentes cerca de 700 combatientes de las FARC y el ELN, ambas organizaciones guerrilleras nacidas en Colombia y, probadamente, financiadas por el narcotráfico.
Los ataques del 11 de septiembre generaron la guerra contra el terrorismo liderada por Estados Unidos, miembros de la OTAN y otros cerca de 50 aliados, con el propósito de acabar con el terrorismo internacional eliminando los grupos terroristas y todos aquellos sospechosos de pertenecer a estos grupos para poner fin al patrocinio del terrorismo por parte de Estados.
Se convirtió en política exterior e interna de Estados Unidos. El presidente George W Bush uso la frase “eje del mal” para describir a los países que apoyan al terrorismo, inicialmente Irak, Irán y Corea del Norte, a los que agregaron Libia, Siria y Cuba. Luego se sumaron a la lista Yemen, Somalia y Pakistán. Por ende, se descuidaron lo que sucedía con sus vecinos del sur, que, a pasos agigantados, eran capturados por el socialismo del siglo XXI, que, entre otras cosas, entregó naciones enteras a las grandes dictaduras transatlánticas de Rusia, China e Irán.
A tres décadas de la Primera Cumbre de las Américas, la situación es la siguiente con cuatro dictaduras castrochavistas vigentes: Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, y varios gobiernos que, si bien todavía tienen cierta institucionalidad democrática, pusieron toda su política exterior al servicio del Socialismo del Siglo XXI, por ejemplo, México.
Los resultados económicos son evidentes, 8 millones de venezolanos huyendo de la miseria. Además, se espera que más de 2 millones de bolivianos salgan del país desde el 2025, ya varios vecinos de la nación andina pusieron alertas migratorias. Y no, no es un error o la suma de ellos, sino de planes, macabramente, pergeñados, puesto que se trata de usar la migración forzada como cadena de transmisión de conflictos sociales. Algo que ya vivió Chile el 2019 y el propio Estados Unidos, especialmente, en la frontera sur, desde hace varios años.
¿Cómo deben votar los hispanos el próximo noviembre?
Con la razón y el corazón. La razón para elegir a quien tenga como plan proteger la frontera de esa gran nación. Con el corazón para votar por aquel que quiera combatir a quienes tienen secuestrados a sus países de origen.