Enrique García-Máiquez,
Que el Gobierno retire una propuesta de ley del Congreso porque va a perder la votación es una buenísima noticia, pero podía ser aún mejor, y aun mejor. Vayamos, pues, por partes.
Es una buena noticia porque para eso, precisamente, está o debería estar el Parlamento. Para que el Gobierno no se salga indefectiblemente con la suya. La separación de poderes implica que a veces las Cortes le digan al Ejecutivo que nones. Con especial hincapié en las cuestiones presupuestarias, como ha sido el caso esta vez. Es la llamada senda del déficit la que el Gobierno no encuentra o, mejor dicho, la que ha retirado para no perder. Una noticia estupenda: nos ahorraremos ver autoaplaudirse a María José Montero.
Pero podía haber sido mejor y más democrático y pedagógico que el Gobierno hubiese perdido sin subterfugios y sin retirar la ley para evitar el traspiés. Decía Enric González, que, llevada al hueso, esto es, a lo esencial, la elegancia consiste en saber perder con dignidad. Yo creo que un Gobierno, convencido de que su ley es buena para la nación, y que pierde la votación en el Congreso, da una imagen elegantísima de exquisita debilidad suya y fortaleza democrática. Al retirar la ley, demuestran que buen perder no tienen en absoluto, que prefieren salirse por la tangente y que tampoco deben de estar muy convencidos de lo que presentan, porque no les vale con la victoria moral de haber ofrecido algo buenísimo y que luego haya sido rechazado por algunos partidos cerriles.
Otra lástima es que no les rechacen todavía más leyes.
Lo peor, con todo, es la causa y el modo del rechazo, que hasta ahora hemos estado idealizando. No ha sido un rechazo según las reglas del juego parlamentario, en que la propuesta del Gobierno no ha sido capaz de convencer, tras una serena discusión, llena de argumentos brillantes y apelaciones a la conciencia desde la tribuna, a una mayoría de excelentísimos representantes de la soberanía nacional. Ha sido, como saben y como ocurre casi siempre en esta democracia que nos hemos dado, que entre extorsionadores hay torsiones. Y que los de Junts piensan que Sánchez no se les humilla suficientemente y saben que pueden darle otra vuelta de tuerca más a su mano ganadora. Para colmo de males, la negociación no se ha llevado en el hemiciclo ni tan siquiera en el edificio de las Cortes, sino que Santos Cerdán se ha ido a Suiza a ver al prófugo o medio prófugo Carles Puigdemont.
Como profundicemos más nos deprimimos, así que lo mejor es que volvamos a la casilla del optimismo inicial. Al Gobierno no le han aprobado la senda del déficit y lleva un superávit de palos parlamentarios, unos literales y otros vergonzantes, pero todos palos. Que nos gustarían más de otro modo por el bien de todos, sí; pero que, siendo palos, menos da una piedra, también.