martes, noviembre 26, 2024
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Treinta años de MAR por Cuba

NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN,

«La patria se lleva con uno. Se siente. Se vive. Se muestra. Se es» (Sylvia Iriondo). Con esas 14 palabras que aparecen en el afiche conmemorativo, Sylvia Iriondo resumió la esencia de MAR por Cuba.

La primera actividad de este grupo de mujeres fue una marcha en Key Biscayne como respuesta a una cubana del exilio que viajó a Cuba y tuvo la desfachatez de decirle Fidel Castro que él era su maestro. Había que responder porque callarse no era una opción. Lo hicieron desplegando en manto del genocidio de la entonces Fundación Nacional Cubano Americana. Hace ya 30 años.

Aquel grupo de mujeres indignadas respondieron a la infamia llevando a la patria con ellas. Eran los nombres de diez mil víctimas del régimen de Fidel Castro. Aquel manto había sido confeccionado con el dolor y las manos de los familiares. Cada cuadrito era un cubano menos, un cubano víctima de la dictadura. Fueron muchos los meses y las lágrimas derramadas sobre aquel solemne manto durante su elaboración.

¿Quiénes son las madres contra la represión? No hacen falta explicaciones. Son sencillamente mujeres que se unieron con un solo propósito que era y sigue siendo aportar algo a la lucha contra la tiranía que padece Cuba.

En una de las muchas actividades de Mar por Cuba donde se escuchó el testimonio de presas políticas como Cari Roque, Iliana Curra y tantas otras, mi madre, Rogelia Castellón, escribió en su columna para Diario Las Américas que eran necesarias veladas como esas para que nunca más se repitieran semejantes atrocidades en la Cuba futura. De regreso a casa miró hacia el cielo, como solía hacer con frecuencia, y al encontrar una luna llena dijo: “Hoy la luna no tiene luz propia, hoy nos alumbra con el brillo de la mujer cubana”.

Pero la pregunta que me gustaría responder hoy aquí es: ¿De qué están hechas estas valientes mujeres?

Me imagino que en gran parte del salitre que aún llevan en la piel y las marcó para siempre al abandonar su patria. El salitre lo mismo cura, que preserva, que se usa con la pólvora para que el disparo tenga mayor alcance. Y alcance han tenido, llegando a cualquier rincón del planeta que han podido con el dolor de Cuba sobre sus hombros.

Están hechas de la tozudez de las palmas cubanas, el viento las puede sacudir, pero no logra doblegarlas. Dice la leyenda que la palma es sagrada, que no solo captura el rayo, lo guarda en su interior. Como las palmas, son hijas de una tierra mítica y por eso, su gentil decoro. Decía el poeta Alfredo Leiseca, que murió, como tantos, añorando a Cuba: “Por eso lloramos, por eso sufrimos, por eso sentimos, por eso luchamos, porque fuimos paridos por la agonía de las palmas”.

Están hechas de compasión porque solo aquellas que tienen un corazón repleto de amor pueden luchar por los derechos de un pueblo que las expulsó, les robó su niñez, su juventud y desposeyó de su patria.

Están hechas de acero, de una fortaleza que ni ellas mismas sabían que poseían, hasta que no se vieron enfrentadas a turbas, a los testaferros de Cuba, a extranjeros hostiles y a los Migs de la dictadura.

Están hechas de rabia: Nadie mejor que Annie Goudie lo resumió al recordar su salida de Cuba: «La despedida fue dramática, besé las paredes de mi hogar, sabía con mis ocho años que no había regreso». Eso no la detuvo de luchar hasta el momento de su muerte junto a Mar. ¿Qué es Cuba para ti?, le pregunté y me respondió: “Rabia», pero agregó, «a esa rabia la vence siempre un inmenso amor”.

Están hechas de constancia y perseverancia. Decía ese símbolo de cubanía, Néstor Carbonell, en su libro, Luces y Sombras de Cuba: «Es imprescindible rebatir los mitos y falacias del régimen de los Castro y difundir la verdad, porque sin ella la libertad no puede resurgir ni perdurar”.

Y para difundir esa verdad, las mujeres de Mar por Cuba han visitado parlamentos y congresos, a dignatarios y a sus pueblos, la han llevado lo mismo a las calles que a recintos académicos, con ella han respondido a la prensa hostil y han navegado aferradas a esa verdad como escudo en territorio enemigo.

He testificado junto a Sylvia ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de los Estados Unidos y lejos de sentir la solidaridad del país que amamos y nos acogió como ningún otro, enfrentamos por parte de los congresistas William Delahunt y Jeff Flake, apoyo total al régimen de La Habana. Aun así, les dijimos en su guarida esa verdad a la que nos enseña Néstor Carbonell a aferrarnos. Aunque confieso que salimos de ahí entristecidas por esas sombras que cubren de oprobio a Cuba al ver a compatriotas pedir el levantamiento de sanciones al régimen que oprime a nuestro pueblo.

Salimos entristecidas, pero no vencidas porque siempre habrá luces edificantes que no se apagan y alumbran el camino. Afortunadamente como majestuosas columnas en aquel congreso habían una Iliana Ros Lehtinen, un Lincoln Díaz Balart y un Mario Díaz Balart cerrando espacios al régimen durante la infame era de Obama, que a pesar de reanudar relaciones y devolver espías convictos por asesinato, no pudo levantar el embargo. Regresando a ese valioso libro de Carbonell, basta con la dedicatoria a Ñongo Puig, héroe de la resistencia que murió abrazado a su causa y antes de ser fusilado le dijo a su esposa Ofelia: “Yo por lo menos sé por lo que muero”. El fulgor de ejemplos como ese, el de Roberto Martín Pérez y tantos hombres y mujeres que nunca se doblegaron en las prisiones de Castro, el de la gloriosa Brigada 2506 y la valentía con que desembarcaron y pelearon en Cuba. El de cada miembro de Hermanos al Rescate que arriesgó su vida por salvar a un balsero. El de cada dama que desfila vestida de blanco y el opositor que dentro y fuera de Cuba alza su voz a pesar de las consecuencias, todos continúan alumbrando el camino para que la verdad sobre Cuba se abra paso.

Estar en el lado correcto de la historia nos ha dado siempre la razón. Ambos congresistas, Flake y Delahunt dejaron de serlo, le fracasaron los negocios con Cuba tal como advertimos que sucedería y la represión, corrupción y crueldad que aún vive Cuba sometida al Cartel de los Castro, reafirma nuestro compromiso que ni se pacta ni se apacigua al tirano porque ahí es donde se pierden los principios.

En una ocasión le pregunté a una de las fundadoras de Mar, Gema Crews, qué representaba Cuba para ella: “Toda mi vida, pasada, presente y futura”, y resumió diciendo lo que creo es la visión de todos los que luchamos por poner fin a la barbarie que azota a esa desafortunada isla que nos vio nacer: “El día que yo regrese a mi Cuba libre, no volveré a ser jamás una extranjera».

Las mujeres de Mar por Cuba son como la canción de Marisela Verena: “Tuvimos que irnos”. Desterradas con la vista en el regreso. “Somos las que andamos”. Hubo que irse del paraíso porque estaba “prohibido pensar y sonar”.

“Tuvimos que irnos, tuvimos que andar”. Y así sé que seguirán andando estas incansables luchadoras que han dicho presente al reclamo de su tiempo.

Presentes siempre, presentes como mi historia favorita de MAR cuando en uno de sus primeros viajes vestidas todas iguales con sus pasadores de esa isla que nos desvela en el hombro, el encargado de recogerlas las llamó para decirles que no las encontraba, Yoyi Sheldon Pratts le dijo: “Its easy, we are women dressed in black carrying the island of Cuba on our shoulders”. Mujeres vestidas de negro cargando la isla de Cuba en sus hombros. El chofer se preguntaría que cómo demonios iba a caber la isla en su taxi.

Felicidades, Mar por Cuba, por los primeros 30 años. Por la constancia, la dedicación, la tozudez y la valentía. Hoy brindamos por los caminos recorridos, pero también por los que aún faltan por recorrer.

Fuente: Diario Las Américas

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