TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ,
Steven Johnson nos plantea en Sistemas emergentes o qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software el proceso que siguen las células del moho de fango que se organizan desde abajo, como una metáfora que niega la ausencia de líderes como causa de la inacción o la pasividad.
Es el clásico ejemplo de una conducta ascendente o “bottom-up”. Ya no existe un pensamiento centralizado sino una conjunción que destierra el descenso de una línea para ser sustituido por una generación de inteligencia que sube.
La idea que los abarca a todos es que los sesgos cognitivos individuales pueden ser llevados al pensamiento de grupo para alcanzar un rendimiento intelectual mejorado. Es lo que se ha dado en llamar la inteligencia colectiva. Podríamos también explicar argumentando que se puede llevar a las comunidades humanas hacia un orden de complejidad mayor, lo que, obviamente, conllevaría a otro tipo de comportamiento sobre la realidad.
La inteligencia colectiva está en todas partes, está repartida. Si la inteligencia está repartida, como realmente lo está, se modifican los conceptos de élite y de poder, y se rompen los paradigmas del liderazgo, más aún, los de la soberbia, pues reconocerlo implica desde ya una manifestación de humildad.
Efectivamente, la realidad es sustituible siempre y cuando se tenga clara la nueva realidad. Para ello es menester el diseño colectivo de un proyecto que pasa por una inteligencia colectiva o conectiva, en cualquier caso organizada. Lo que debe quedar claro es que el lugar de esta mutación antropológica es el lugar político. Si no reinventamos la democracia no habrá futuro y para ello es menester que el cuerpo social genere, mediante su constitución en colectivo inteligente, las herramientas necesarias para lograrlo.
El espacio de esas herramientas es el conocimiento, el poder de pensamiento, de un espacio dinámico y vivo donde se transforman cualidades del ser y maneras de actuar en sociedad. Pierre Lévy, quien sin molestarse mucho por los nombres sigue hablando de La inteligencia colectiva, nos recuerda que ahora se trata de un espacio moviente y paradójico que nos llega también del futuro, uno donde, donde no podemos limitarnos a los problemas de la supervivencia y del poder como ha acecido hasta ahora con la extinción y división de las inteligencias.
Hay un cosmos en mutación y debemos ponerle nuestras rúbricas, firmarlo abajo mediante nuestra reinvención colectiva como especie. Apenas tenemos esbozos, pero lo lograremos si nos mostramos los unos a los otros y vamos así logrando los instrumentos técnicos y conceptuales. Esto es, la inteligencia como asunto político.