Muchos analistas, sobre todos los críticos de Javier Milei y de Donald Trump, aseguran que ambos personajes expresan lo mismo. Pero, aunque existe una afinidad y una excelente relación entre ambos, las diferencias conceptuales son notorias. Probablemente, la gran similitud que tengan es que, en los contextos coyunturales que los dos fueron a las urnas, tanto Trump como Milei expresaban (y expresan) la opción más conveniente para sus países.
En una declaración reciente, en el marco de su campaña presidencial, el exmandatario norteamericano explicó su política para con los países que decidan dejar de tener al dólar estadounidense como moneda de reserva. En este sentido, afirmó que no habrá ningún problema ni conflicto con los que hagan esto, pero que los productos que se exporten de ese país a los Estados Unidos tendrán un 100 % de arancel. La misma suerte correrán con las importaciones que los norteamericanos compren de esos países.
Hace algunos años, cuando Milei desembarcaba en la arena política, un periodista le preguntó qué pensaba hacer con “nuestros” productos agropecuarios. El actual mandatario respondió que nada, ya que él no tenía ni soja ni ninguna vaca. En el mismo sentido, recientemente confirmó que no puede dar la fecha exacta en que se terminará el cepo cambiario. Aunque muchos no comprendieron el trasfondo, el gobierno estableció el marco de la política monetaria, pero dependerá del sector privado cuando se alcancen los objetivos pautados. Es decir, la respuesta la tiene la acción privada y descentralizada de los agentes y no el Estado.
Desde la izquierda se considera que el dólar norteamericano se convirtió en referencia monetaria mundial por el poderío militar estadounidense. Nada de esto es cierto. La gran y pujante economía de EE. UU. tuvo por mucho tiempo una moneda con convertibilidad al oro que, lamentablemente, dejó de tener respaldo. Hoy, como todas las monedas fiduciarias del mundo, el dólar vale por lo que la gente considera que vale y nada más.
Cuando países como Argentina utilizan el dólar, que solamente es convertible a otras monedas de las mismas características, lo que están reconociendo es que unidades de valor como el peso, simplemente han sido peores que el papel que emite la Reserva Federal. Nada más. El dólar, no es necesariamente “mejor”, sino que “menos peor”, podría decirse. Claro que si comparamos las monedas fiat con el oro, vemos el verdadero desempeño de las mismas con el correr de las décadas.
Aunque no queda ninguna duda de que Donald Trump es preferible a Kamala Harris, como también lo era con relación a Joe Biden, lo cierto es que, como el dólar, más que “mejor” es “menos malo”. Su enfoque para mantener el poderío del dólar a nivel mundial tiene la misma seriedad que los controles de precios coercitivos del kirchnerismo, dejando de lado la coerción (violencia) que ejerce sobre los privados en su país. Un norteamericano que decide importar o exportar un producto suyo no tiene la culpa si el país donde está radicado su socio comercial utiliza o no el dólar estadounidense.
Como dijimos, es fundamental que el radicalizado Partido Demócrata pierda las próximas elecciones, para tratar de recuperar el rumbo de una socialdemocracia seria y no el cachivache actual, que es perfectamente análogo con cualquier populismo tercermundista. Lo mejor que le puede pasar al país del norte es que Trump se imponga y, como manda la Constitución, luego se retire de por vida tras las dos presidencias a las que puede aspirar.
Pero los demócratas no son los únicos que deben mejorar a futuro. Si los republicanos desean que su moneda vuelva a ser referencia y reserva de valor internacional, deberían volver a las políticas monetarias sanas y abandonar estos delirios, como el que propone Trump. Mejor incluso, a la idea de retornar al patrón oro. Claro que, para eso, deberán abandonar las políticas expansivas de emisión sin respaldo. Milei lo hizo en Argentina. ¿Habrá un libertario en el futuro norteamericano que tenga la misma idea y convicciones en el futuro? Veremos…