Vladimiro Mujica,
Releo el preámbulo de la Constitución de Venezuela de 1999 y me es difícil no impactarme por la severidad de la desviación del texto fundamental de la nación que ha impuesto el régimen de Nicolás Maduro. Copio:
Asamblea Nacional Constituyente PREÁMBULO
El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad; en ejercicio de su poder originario representado por la Asamblea Nacional Constituyente mediante el voto libre y en referendo democrático, decreta la siguiente CONSTITUCIÓN.
Y me pregunto: ¿En qué se asemeja el país descrito en este preámbulo al país en vías de disolución que tenemos?
De manera muy explícita la Constitución en su artículo 5, establece:
La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.
La conducta del régimen en desconocer el resultado de la elección del 28 de julio, que resultó en una victoria abrumadora de Edmundo González Urrutia, ahora nuevamente reconocida en las actas que el Centro Carter presentó ante la OEA, y en los documentos de la Misión internacional independiente de determinación de los hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela de la ONU, lo coloca en una situación de violación del principio constitucional esencial que establece que la nación venezolana existe por decisión del pueblo soberano.
Desconocer la voluntad popular constituye una transgresión fundamental a la Carta Magna que compele a todos los ciudadanos, independientemente de la posición que ocupen, a hacer lo que sea necesario para restablecer la vigencia de la Constitución. Ese mandato es el origen de la Resistencia Civil Constitucional (RCC) que se impone como respuesta a la conducta de un régimen que, en la práctica, se comporta como un ejército de ocupación y que pretende operar como un capataz contra su propio pueblo.
Existen varios antecedentes históricos de la máxima importancia que sirven como inspiraciones de la resistencia no violenta, entre ellos los liderados por Gandhi en la India, Mandela en Sudáfrica, Walęsa en Polonia y Havel en Checoslovaquia. En Venezuela, la RCC debe tener en cuenta que se enfrenta a un régimen que no solamente viola el principio fundamente de la ley de la nación, sino que recurre a prácticas extremas de violación de los DDHH y que, en la práctica, opera como una red de asociación con potencias extranjeras, entre las que se cuentan Cuba, China, Rusia, e Irán y organizaciones criminales y terroristas como Hezbollah. Esto transforma la crisis de Venezuela en algo que trasciende los límites de lo que puede ser enfrentado solamente por los venezolanos, y la ha convertido en un verdadero conflicto que impacta la geopolítica regional y la estabilidad de las democracias occidentales, especialmente por la asociación con el extremismo islámico que amenaza con convertir a Venezuela en una suerte de Emirato del Caribe, con las impredecibles consecuencias que esto tiene para el control de la producción petrolera de nuestro país, especialmente en el contexto del conflicto entre Israel y el fundamentalismo musulmán que pretende librar una guerra de exterminio contra la nación israelita.
La gravedad de la situación de Venezuela ha generado una exigencia imperativa a la comunidad democrática internacional a pasar de las declaraciones a las acciones concretas para que el régimen de Maduro acepte la decisión del pueblo y entre en un proceso de negociación y transferencia de la dirección del país al presidente legítimamente electo Edmundo González Urrutia. La circunstancia extraordinaria de que se haya otorgado el Premio Vaclav Havel a María Corina Machado (MCM), pone de relieve la naturaleza fundamental de la RCC, sus raíces históricas, y como la misma involucra tanto a los ciudadanos civiles como a los ciudadanos militares. Asimismo, la RCC impone una conducta unitaria a todos los actores políticos y de la sociedad civil, algo que los ciudadanos, dentro y fuera de Venezuela, estamos obligados a exigir de todas las organizaciones e individuos comprometidos con abrir un camino realista y libre a la reconciliación nacional.
Una nota al cierre: Quizás es importante que los venezolanos entendamos de una vez por todas que la frase “Hasta el Final” que MCM ha convertido en un lema existencial de la defensa de la democracia y la libertad de Venezuela, tiene su correlato en la conducta de un régimen que ha demostrado su voluntad de recurrir a cualquier medio para no abandonar el poder. De hecho uno podría afirmar que el régimen está también dispuesto a ir “Hasta el Final”. Solamente que el nuestro significa avanzar hacia la cima de la libertad y el del régimen implica precipitarse en la sima, el abismo, de la desintegración de la nación. Una sola letra, de la Cima a la Sima, resume el conflicto existencial en que se debate Venezuela.