Hughes,
Al público le interesa poco o nada la política internacional, pero a veces mirar al extranjero es como mirar al futuro.
En la últimas horas, Kamala volvió a sacar a Hitler, del que Trump sería nada menos que admirador. Ya solo falta que el Club de Amigos de Adolf en Arizona se desmarque y emita una nota negando toda relación con el candidato: «No deseamos que nuestro nombre se vea relacionado con el machismo de Trump».
El analista político Paul Manafort, que trabajó con Trump, Bush y Reagan, explicó a Tucker Carlson la razón de Kamala para seguir por ese trilladísimo camino.
La razón es que no tiene mucho más. Ganadas las bases de cada uno, bien polarizada la cuestión, ahora queda ganar a los moderados, los de siempre. Los moderados e indecisos son una cosa muy curiosa. Son los que parecen dedicar menos atención a la política, sin embargo, la política les premia volcándose en ellos.
Después de tantos años, Trump te cae bien, te cae fatal o… te es indiferente. Y al indiferente ¿qué le interesa? La inflación, la criminalidad y el riesgo de guerra. Es decir: poder seguir comprando en el supermercado, no ser atracado y no recibir un bombazo en el jardín. Los indecisos piden poco, la verdad.
Pero esa agenda es, precisamente, el menú de Trump. Por eso los demócratas tiene razones para estar preocupados. Será una carrera electoral reñida, pero entre quienes pueden decidirla se estaría imponiendo su mensaje; tanto es así que en algunos estados hay políticos demócratas que ya apoyan expresamente el plan de Trump para la frontera o los aranceles.
Que Trump gane votos moderados tampoco ha de sorprender. Robert Kennedy Jr., Elon Musk y Tulsi Gabbard, grandes aliados, son demócratas que cruzaron el charco.
Pero no son solo ellos. Trump está ganando el llamado «voto latino». Contra lo que se dice, los hispanos no son muy partidarios de la inmigración irregular porque les afecta de lleno en el trabajo, en los recursos públicos y en la seguridad. Además, su amor a la familia les inmuniza contra los excesos woke (que tiene tanto o más de protestante que de marxista).
El avance de Trump se percibe también entre los votantes negros varones de menos de 35. Ven en él una promesa de prosperidad y un icono. El meme se hizo realidad y Trump, que tiene mug shot de rapero (foto de arresto), emite no se sabe cómo ondas culturales negras.
Con estas noticias, Kamala ha de rebañar lo ideológico, lo polarizante, así que insiste en el «odio a Trump» buscando antitrumpistas debajo de las piedras y machaca con el aborto (las mujeres) para el que no admite la más mínima cláusula religiosa de objeción médica. Por encima de la religión está el aborto, lo supersacrosanto.
Si mezclas mujer y antritrumpista y agitas ¿qué sale? Sale Liz Cheney, la hija de Dick (vieja figura de los republicanos), aliada de repente con Kamala para abrirle la puerta de las mujeres republicanas que odian a Trump.
Pero además de mujer y contraria a Trump, Liz Cheney es una gran «halcón», una heredera de la política exterior belicista de su padre, y por ahí se abre un flanco que Trump, con buenos reflejos, utiliza para dirigirse a los árabes: Cheney, hija de Cheney, y «más tonta que una piedra», bombardeará todo lo bombardeable. Por ahí descubrimos que en algunas encuestas Trump es preferido entre los árabe-americanos y que ha recibido el apoyo del alcalde demócrata de la única ciudad (en Michigan, swing state) gobernada enteramente por musulmanes.
O sea, que los árabes, los negros, los hispanos e incluso los indecisos no son como nos dicen y eso explica que Hitler sea estrella final de campaña.