Javier Sánchez Glez,
A unos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde todo parece estar abierto, hay algunas conclusiones de la campaña que ya podemos extraer. El hecho de llegar a estas alturas con lo que en casi todas las encuestas califican de empate técnico, parece un éxito para Donald Trump, pero algo bastante decepcionante para los demócratas y Kamala Harris. Y me explico:
El escenario hace unos meses parecía perfectamente diseñado para una nueva victoria de Joe Biden frente a Trump. Primero, el atentado del 13 de julio y después el ridículo de Biden en el debate, que acabó costándole la candidatura, movieron por completo el escenario electoral. Y con efectos muy potentes. El intento de magnicidio, es evidente, fortaleció la imagen de Trump. Dotó a su relato de la épica que, quizás, a esas alturas le faltaba. La campaña del republicano estaba resultando aburrida y repetitiva, como si fuera una película que ya habíamos visto. Lo sucedido en el debate y el estado en que se encontraba Biden desencadenó lo inevitable: la sustitución por Kamala.
Esto cambió por completo el estado de ánimo de la campaña. Y si algo sabemos es que las campañas electorales se construyen con base a percepciones, y no a realidades.
Durante varias semanas, Kamala Harris estuvo lanzada, y así nos lo mostraron las encuestas. Insufló de ánimos a los demócratas y levantó los puntos que Biden estaba perdiendo por el estado de debilidad física y mental en el que se encontraba. Su campaña, basada básicamente en una copia de la del expresidente Barack Obama, fue un producto de marketing perfectamente diseñado, en el que solo fallaba el “pequeño” detalle de las propuestas y el discurso. Pero le funcionó durante las primeras semanas.
Y en esa fortaleza encontró su principal debilidad. Pero justo esto fue lo que despertó la reacción contraria. Lo que se llama en ciencia política el “efecto underdog“. Trump comenzó a crecer cuando se sintió durante esas semanas que Kamala lo tenía hecho. En ese escenario es donde él se encontraba perfectamente cómodo. Ya lo estuvo contra Hillary Clinton. Y ha vuelto a estarlo. El apoyo y la aparición excesiva de los Obama también le ha ayudado. Aunque a algunos les cueste entenderlo: mucha gente no vota a Trump, vota contra Obama. Y este error estratégico puede costarle la victoria al bando demócrata, el exceso de paralelismo, hasta rozar la copia, de la campaña de Kamala a la de Obama.
En política, toda acción conlleva una reacción. Y mi sensación, basada en los datos, es que la estrategia demócrata para intentar insuflar fuerza a la campaña de Harris ha conseguido el efecto contrario, el de levantar la campaña de Trump.