Enrique García-Máiquez,
Podría titular este artículo «Mucho texto» si no lo hubiese hecho ya nuestra admirada Ana Zarzalejos Vicens en un texto (muy medido) dedicado a la carta de dimisión que escribió el inolvidable y ya olvidado Íñigo Errejón. En realidad, vengo a hablar de lo mismo que Ana. La izquierda, a medida que va perdiendo el relato, quiere recuperarlo a base de logorrea, postureo y sobreactuación. Cuanto más lo pierde, más se pierde. Y el exceso de palabrería se está volviendo en su contra a marchas forzadas. Interesa avisarlo para detectarlo con tiempo, delectación y aprovechamiento.
Véase a Sánchez fingiéndose noqueado para dejar atrás en Paiporta a la Reina y al Rey sin que se le pudiese acusar de huir con plena conciencia. Y luego Moncloa filtrando cosas sin parar: como que fue el Rey el que se empeñó en la visita (lo que engrandece al monarca) y que están molestos con que su Majestad no hiciese mutis por el foro y se quedase de charleta con los que insultaron a Pedro Sánchez. Lo que engrandece, de nuevo, al monarca y deja a Sánchez a la altura del barro que abandonó. Pero lo interesante no son los mensajes, sino su condición de alocados y contraproducentes. Son globos sonda que se lanzan sin haber tenido tiempo ni de hacerles el nudito y entonces se deshinchan sobre la marcha haciendo fiuuuuuú y dando vueltas sobre sí mismos hasta caer, gomas exangües, al minuto.
Quizá el globo más ridículo del momento es llamar «nazis» (fiuuuuuú) a los jóvenes patriotas que están dejándose la piel en llevar ayudas a todos los afectados sin preguntar filiación política ni a los ayudados ni a los ayudantes, voluntarios de cualquier signo que le salen al paso. Obsérvese el ridículo mayúsculo. Hace años les bastaba con decir que alguien era de derechas para inmovilizar al inocente que apenas alcanzaba a decir «soy de centro, centro, centro…». De ahí, en poquísimo tiempo, hemos pasado por «fachas» que, por lo visto, ya es insulto amortizado. La inflación lo ha dejado en céntimos de insulto. Fachas: fiuuuuuú… Subieron a «fascistas», y ya ni eso les vale. El «franquismo» sirve sólo para los del PP, pero tienen que dispensarlo con sumo cuidado, porque se les empieza a volver en su contra. Lo están desenterrando de verdad. Así que ya sólo les queda «nazis».
Pero se lo dedican, vaya por Dios, a unas chicas y a unos tíos jóvenes que se están deslomando por ayudar a las víctimas. Entonces el cruce entre las imágenes y los insultos hace que salten chispas. Bastante iluminadoras. ¿Por qué no han esperado a usar el insulto «nazi» a una manifestación con antorchas o un asalto violento a una pacífica comunidad racializada, cuando se diesen, si se dan? Entonces habría tenido un pase el insulto y habría escandalizado a la buena gente común, alertándola contra la marea de la xenofobia, etc. ¿Por qué malgastan así su última bala? Pues porque no tienen tiempo ni razones ni relato ni aplomo.
A los guionistas de Sánchez se les ven cada vez más los aditamentos retóricos que se despegan del discurso y que resultan contraproducentes. ¿Es posible que nadie que cobre por escribir y pensar perpetre, en las actuales circunstancias, la frase: «Si necesita más recursos que los pida»? ¿Y a qué spin doctor se le puede ocurrir que Sánchez aparezca condicionando la ayuda a Valencia, con la dignidad herida que hay en estos momentos en el pueblo español, a que los grupos de la Cámara le aprueban a él sus presupuestos? Es un uso espurio del dolor de las víctimas que clama al cielo y un chantaje chabacano que resulta evidente. Con lo fácil y grandioso que sería lo contrario: «Aprobaremos con urgencia todas las ayudas, para no condicionarlas al complicado proceso de aprobación de los presupuestos, que es mi problema, y no el de los valencianos». Hubiese quedado como un señor. ¿Cómo qué? Es verdad. Nada, perdonen mi ingenuidad. Han perdido el relato, la mesura, la medida, el decoro. Lo quieren remediar con mucho texto.