MIQUEL GIMÉNEZ,
Siempre he sostenido que lo políticamente correcto es intelectualmente estúpido. Ahora podemos añadir que, además, es el Mal. En un momento tan grave como el que vive España, en manos de esos frentepopulistas con ansias de revancha que pretenden ganar batallas con efecto retroactivo, a nadie con cierta noción de la historia se le escapa que existen muchos paralelismos con lo que vivimos ahora y lo sucedido con el Frente Popular en 1936. A Dios gracias todavía no hemos llegado a esas efusiones de sangre masivas producidas por los gánsteres zurdos ni hemos tenido el desastre revolucionario de Asturias, aunque sí hayamos padecido el intento de golpe de estado de la generalidad y la amnistía por parte del PSOE. Tampoco la sociedad española es la que era entonces gracias a una clase media entonces inexistente y que se creó en la década de los sesenta durante el franquismo. Pero, y lo dije en otro artículo, el intento de asesinato de Vidal Cuadras es un aldabonazo que, junto al gobierno de alguien que dice estar inspirado por ese criminal llamado Largo Caballero, ha conseguido que el pueblo español, de natural inerte, haya reaccionado saliendo a las calles pacífica y valientemente.
Las concentraciones multitudinarias se suceden y no hay día en el que un colectivo u otro se sume a la ola de indignación que supone el intento de subvertir el orden constitucional por parte del sanchismo. Véase el nombramiento de Bolaños, muñidor de los pactos con los lazis, como ministro de justicia adscrito a presidencia. Sánchez quiere agrupar todos los poderes en su persona y si eso no es el embrión de un bolivarismo de cuño hispano que baje Dios y lo vea. Por eso es imprescindible que todos nos manifestemos ya no tan sólo físicamente en las calles, sino también en el día a día, dando testimonio de lo que pasa en nuestra patria. Hay que salir, hay que hablar, hay que hacerles ver a esos destrozadores de la nación y de la paz social que aquí hay un pueblo que no va a tragar con ese nuevo intento de cambiar el orden legal por la puerta de atrás. Flaco favor hacen quienes instan a la gente a abandonar las concentraciones ante las sedes socialistas o cualquier otro tipo de demostración pública de inconformismo. Flaco favor a España, a su Constitución y, sobre todo, a ellos mismos y a aquello que dicen defender. Recuerdan a aquella CEDA temerosa ante las izquierdas, tanto que, aún habiendo ganado unas elecciones, se abstuvo de gobernar cediéndole el puesto al radical Lerroux, no fuera que los del trapo rojo se enfadasen.
Nada de flaquear, ni un paso atrás, ningún desfallecimiento, ninguna muestra de cansancio. Es lo que pretende el gobierno. Hemos de afrontar este momento como lo que es, un envite en el que, o gana el sentido común y la igualdad entre españoles, o será muy difícil recuperar la libertad y el orden. Ante eso solo cabe dejar a un lado las diferencias políticas y unirnos todos bajo una sola bandera al grito de ¡españoles, a las calles!