El córner rojeril siempre ha sido de himnos. Ahí tienen los emanados de ese extraño sector denominado «cantautores comprometidos». Uno, que peinaría canas si tuviese pelo, recuerda A galopar cantado por Paco Ibáñez a dos manos, una con la guitarra y la otra levantando el puño. La canción tiene, musicalmente hablando, la misma complejidad que el mecanismo de un botijo; la letra es la del poema Galope escrita por Rafael Alberti en honor al Ejército popular que debía enterrar en el mar a los facciosos.
¿No eliminamos la sedición y la malversación (…) en aras de una adulteración tan vergonzosa como espuria?
Y como sea que los comunistas andan de nuevo mandando en el gobierno se me ha ocurrido que ya no existen glosadores de su épica diaria. Se comprende imposible escribir una glosa a la villa de Galapagar en el mismo tono que a la defensa de Stalingrado, pero hay que intentarlo, camaradas. ¿Por qué no adaptar la letra albertiana a los tiempos actuales? ¿No estamos asistiendo al acoso y derribo de nuestras leyes en favor de los delincuentes? ¿No eliminamos la sedición y la malversación, en su sentido clásico y jurídicamente justo, en aras de una adulteración tan vergonzosa como espuria? Yo creo que puede hacerse y, subvención mediante, organizar un coro al estilo de los niños cantores de Viena con los Wyoming, Anabeles, Facuos, Gonzos y demás para que lo canten a capela. Magnífico espectáculo que haría, sin duda, las delicias de los puñeteros puños y alegraría a Belarra, Garzón y otras chicas, chicos y chiques del montón. He aquí mi modesta propuesta: «¡A malversar, a malversar, para forrarnos sin cesar! (bis). A talonario resuenan, resuenan, resuenan, las tierras de España (sustituirlo si procede por Estado Español) con sus comisiones, malversa carguito del pueblo, borrico cuatralbo, aliade de espuma». Lo de cuatralbo, que significa que el equino tiene los cuatro pies blancos, también se podría sustituir por cuatri rojo. No vendrá de un cambio tendencioso y absurdo más, digo yo.
No quisiera restar a los comunistas de sillón (…) de echar su cuarto a espadas y completar la letra
Detengo aquí mi pluma pues no quisiera restar a los comunistas de sillón y coche oficial estupendamente remunerados en una España donde casi la mitad de sus habitantes es pobre o está en riesgo de serlo de echar su cuarto a espadas y completar la letra. Sé que pueden hacerlo, aunque solo sea atendiendo a los muchos ocios que tienen. Ahí está, verbigracia, el ministro Garzón que nos ofrece consejos culinarios y/o alimenticios como nuestras abuelas nos los daban mediante libros tan ilustrativos como Carmencita la buena cocinera, El picadillo o los consejos de la señora Francis. Claro que esas fuentes no hablaban de comer menos carne ni de que los grillos sean algo suculento. Toda esa imaginería popular alrededor del cocido, el guiso o las virtudes de las sopas que, como escribió Ventura de Vega alabando sus siete virtudes, «quitan el hambre y dan sed poca, hacen dormir y digerir, nunca enfadan, siempre agradan y crían la cara colorada» es sabia y no estulta. Yo, por una buena sopa, también malversaría. Y por un cocido, ni les cuento. Vaya que sí.