Argentina atraviesa un verano caliente. Más allá de la inflación que no da tregua, los cortes de luz son recurrentes. Es evidente que el sistema no puede tolerar ni las altas ni las bajas temperaturas, ya que en los días más duros del invierno pasó exactamente lo mismo. Esto se trata del último capítulo del proceso demagógico populista iniciado en 2003 con la presidencia de Néstor Kirchner. Cabe recordar que por aquel entonces, cuando el país salía de la convertibilidad luego de una brutal devaluación y los precios comenzaban a acomodarse, el kirchnerismo decidió «desacoplar» el valor del consumo de la energía del precio de las boletas que recibía la gente mediante multimillonarios subsidios. Hoy, con un sistema colapsado, el corte del día fue terrible: medio país se quedó sin luz y las ciudades explotaron, tanto por el calor extremo como por los inconvenientes sucedidos en el transporte público.
Como un acto de «justicia divina», el descomunal apagón llegó minutos después de la presentación de Alberto Fernández. Este mediodía, desde el Congreso Nacional, el mandatario dijo en la apertura de sesiones que Argentina era la energía que el mundo necesitaba. Parecía que el presidente no estaba enterado de los cortes cada vez más frecuentes, que se suceden en todo el país. Esa fue una de las tantas mentiras del discurso, que incluso pasó casi desapercibida ante otras tantas barbaridades que dijo. Sin embargo, el apagón general que tuvo lugar tras su alocución, hizo de ese segmento uno de los más comentados del día en las redes sociales.
Llegando al anochecer, mientras se recuperaba el servicio eléctrico en algunas de las zonas del país sin luz, el ministro de Economía, Sergio Massa, hizo una solicitud formal a la justicia. Pidió que se investiguen unos incendios, que podrían haber sido intencionales y haber estado vinculados al corte producido por la central nuclear Atucha I. Sin embargo, más allá de esta cuestión concreta, Argentina tiene un problema energético que viene de larga data. Es evidente que el sistema de subsidios de tarifas, que generó todos los desincentivos habidos y por haber (falta de inversión en las empresas y uso poco responsable por parte de los consumidores) fracasó estrepitosamente. Este verano inflacionario, con apagones cada vez más constantes, recuerda mucho aquel principio de 1989, con el desastre alfonsinista previo a la llegada de Carlos Menem.
Justamente, fueron en los años de las privatizaciones y tarifas reales, que Argentina tuvo una década sin sobresaltos energéticos ni cortes de luz. Por aquellos días, estas interrupciones en el servicio eléctrico eran un mal recuerdo de la década del ochenta. En los denostados noventas, el país pasó a exportar energía al exterior y hasta incrementó una considerable cantidad de reservas y estructura que fueron dilapidadas con el retorno del burdo populismo kirchnerista, que hoy dice que tenemos la energía que el mundo necesita.
A pesar que la lección es clara, los legisladores de la izquierda parece que quieren retornar a las épocas más oscuras, literalmente hablando. En lugar de cuestionar el sistema fallido de subsidios y regulaciones en los precios, que generó el problema que tenemos hoy, la diputada Myriam Bregman propuso volver al sistema de empresas estatales. Lamentablemente, los referentes socialistas en Argentina tienen muy pocas luces. Lo más probable es que la estatización de todas las empresas energéticas sea una de las tragicómicas propuestas del Frente de Izquierda este año.
Además de la zona metropolitana, sufrieron también hoy por la falta de energía buena parte de las provincias de Santa Fe, Córdoba, La Rioja, Tucumán, La Pampa, Neuquén, Mendoza, Río Negro y San Juan.