HUGHES,
Un ubertertuliano propuso hace unos días protestar educadamente en los balcones. La obsesión de cierta derecha con los balcones es digna de estudio. Convirtieron la reacción de 2017 en «La España de los balcones». Cuando el Covid, nos mandaron a hacer allí el número musical del feliz confinamiento. Ahora lo deslizan y ya sería rizar el rizo.
El PP ha hecho otra cosa no muy distinta. Cita semanalmente en las plazas. Es una especie de dominguerismo que ordena a la gente, bien recogidita. El primer domingo acabó en acto de partido con Feijoo, de cuello cisne, haciendo el corazón con las manos como Joselu tras marcar un gol. Todo el mundo hace de repente rarezas con las manos, masonadas, triangulitos.
El PP ha hecho muy seguidas varias cosas que le delatan: en las elecciones, boicotear con hostilidad el pacto con Vox; y en la primera semana de protestas, dejar solos a los primeros de Ferraz para que el establishment (con la porra y la alcachofa) los pusiera de ultras violentos. Una cosa y la otra son lo mismo: hacerse un poquito el sueco para que los medios gubernamentales le faciliten el trabajo sucio de estigmatizar, ganando así centrismo.
El PP demostraba dos cosas innegables: su poder de convocatoria, una masa enorme con algo histérico, sin embargo, como de sonriente represión; también, por otro lado, demostrar que sigue la misma lógica: sustituir al PSOE doblegando a Vox, como si mañana fueran a convocar elecciones.
La miopía parece preocupante, pero los del PP no son ciegos ni tontos. Operan según sus coordenadas, que ya tienen de vernáculo solo esa perturbadora tibieza androide, la masa humana que un domingo de sol parece un gran despertar zombi y feliz.
No se puede decir que el PP protagonice el golpe pero está en la pintura esperando el rebote. O (si no le gusta a usted el baloncesto), lo acompaña a distancia de mascota; va mezclando, de un modo más sutil de lo que parece, reacción y aceptación, hasta que poco a poco cale lo segundo. Le delatan sus medios, su templar gaitas. El diálogo PP-PSOE hace ya mucho que es ficción española.
La movilización permanente está en Ferraz y en los ferraz que se quieran sumar en toda España. Esa calle tiene todo lo necesario: un banco intocado donde se ha puesto el límite policial, la sede del PSOE (agujero negro de fuerzas) y la Parroquia del Inmaculado corazón de María, el mayor apoyo que tiene España.
La esquina de Ferraz con Marqués de Urquijo adquiere un misterio mágico, una profundidad. Es el centro de algo. En ella se concentran las fuerzas del rezo y la esperanza. Los jóvenes protestan con rasgos crecientes de humor que deberían ir a más. La burla alegre es rebelde. Además de la risa, el rezo y el rosario. El gandhismo español está inventado, la resistencia de personas arrodilladas rezando el rosario. Esto genera un desconcierto infinito, como un acto de boicot ontológico, como una superación radical del enemigo, y también unas fuerzas renovadas, se sea o no creyente.
La crisis de España inclina a la fe. Se siente en Ferraz, en esa esquina en la que el cielo se derrama cada tarde, un ahondarse el espacio, un vórtice de importancia sobre el aire. Se recupera la esperanza y algo conforta.
El mundo institucional parece incapaz. Los juristas preguntados callan como médicos que no se atreven a dar la mala noticia, y entonces aparecen los jóvenes con sus banderas.
En ellas se ha ido borrando, a medida que el Régimen se demostraba artero papel mojado, el escudo del 78. Queda la bandera vacía, como un interrogante nacional. Su alternativa, hasta que se resuelva, pudiera ser restituir ahí el Sagrado Corazón de Jesús. Se sea o no creyente, no hay mucho más. La nación histórica se expresa así. Encontramos los símbolos nuestros, la propia ideología.
¿De qué asedio nos protegen el Corazón de Jesús y el de María? En el Cerro de los Ángeles, el conjunto escultórico retrata a los vencedores de la fe: Don Pelayo, el padre Laínez, Juan de Austria… victoriosos sobre la herejía arriana, el Islam, el protestantismo y el sovietismo deicida antiespañol. ¿Qué habrá allí después, si España sobrevive?, ¿qué figura salvadora y sobre qué complejo enemigo último? España lucha sola. En el centro del mundo, expuesta sobre el inmenso océano, se bate contra formas demoníacas que siempre ensayan su primicia contra ella. La incapacidad para contestar esta pregunta (quién, contra qué) nos dice lo lejos que aun estamos.