Luis Beltrán Guerra,
No pareciera haber dudas de que “las conquistas” dejan sus huellas y algunas buenas, pero otras no tanto.
“Las trazas” de España en los países de América Latina, no puede dejar de afirmarse que son “innegables”, entre ellas el camino para convertirse en “repúblicas”, no exento de “las intenciones”. Una de ellas, es la Constitución del 9 de diciembre de 1931: “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y de justicia… Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo”.
La lógica obliga a afirmar que ha debido haber una “Primera”, descrita en las fuentes como “la vigente desde el 11 de febrero de 1873 hasta diciembre de 1874 con la Restauración de la monarquía de los Borbones, resultado del pronunciamiento militar de general Arsenio Martínez Campos.
Pero no nos sorprendamos, pues leemos que existió una tercera, definida como “el régimen democrático y federalista vigente desde el 23 de agosto del 2013”. Sumando que los acontecimientos que dieron lugar a ella se remontan a diciembre de 2007. Las fuentes dan fe de Henry Buckley y de su libro “Vida y muerte de la República Española”, publicado en Londres en 1940 y cuyas páginas ofrecen la oportunidad de redescubrir un pasado que sigue marcando el presente de España.
La “madre patria” navega hoy en un mundo convulsionado, del cual pareciera no salvarse ningún país. Y por supuesto, las tierras que España descubriera y conquistara, dejando, por lógica, vestigios que alimentan nuestras conductas.
Esto es, “las herencias”, difíciles de no inspirarse en ellas, como ha acontecido en las américas del Centro y del Sur, incluyendo, por supuesto, a Venezuela donde nacimos y nos formamos, por fortuna en su época dorada. Esto es, “la democrática”, vigente desde 1959 y cuya permanencia y estabilidad asumimos. Hoy uno de los países más estremecidos y cuyo capítulo habrá de insertarse en su ya larga “agitada historia”. ¿Sorpresa? En principio, sí, pero al adentrarnos en el pasado el asombro se minimiza. Se torna común.
El profesor Ángel Lombardi, al hacer referencia al libro “Venezuela y sus repúblicas” del también académico Diego Bautista Urbaneja, asevera que este último asume la existencia a lo largo de la historia venezolana de cinco repúblicas post independencia: 1ª. Primera 1830-1858; 2ª. 1870-1899; 3ª. 1909-1945; 4ª. 1958-1989 y 5ª. 1999-2013, pero inteligentemente escribe después de anunciar esta última transición 2013…. Y un signo de interrogación. Asumamos que con la convicción de que no estamos exentos de una sexta. Y como dicen los italianos “e cosi vía”. Pensará “don Ángel” que nuestro exagerado “republicanismo” ha de calificarse como un entusiasmo. Pero, adicionalmente, “herencia de la madre patria”.
En la publicación “debates IESA” el profesor Tomás Straka escribe “¿Cómo se pasa, por qué se transita de una república a otra?”, afirmando que “desde 1999 se habla de la instauración de una quinta república y que según Urbaneja, ha habido, efectivamente, cinco repúblicas, pero difiere del chavismo sobre cuándo comenzó y terminó cada una de ellas, según una serie de criterios políticos y económicos. Más aún, afirma que con la muerte de Chávez terminó con la quinta y comenzó una transición. ¿Hacia dónde? Es difícil saberlo. Quizás una respuesta esperanzadora sería: “a una menos complicada que la presente”.
A la historia corresponderá el juicio, probablemente después de un punto y seguido a lo que se lee: “Venezuela fue uno de los tres países que con Ecuador y Colombia emergieron del derrumbamiento del sueño de Bolívar una nación grande con un gobierno central fuerte”, “la Gran Colombia”, que para los historiadores Ana María Roura y Felipe Arias “sería hoy un país gigante con casi 100 millones de habitantes” (BBC News Mundo, julio 2020).
El capítulo actual dudosamente cabría en el juicio con respecto a los gobiernos de la mayor parte de la primera mitad del siglo pasado, dirigidos por la tipología del militar como hombre fuerte, pero generalmente benévolos que promovieron, aunque parcialmente, la industria petrolera, permitiendo algunas reformas sociales. ¿Se hace esto en la Venezuela de hoy? Una mayoría determinante lo niega y ha reaccionado contra ello.
La sacudida, está demás recalcar, que no es exclusiva de Caracas, pues hasta la propia España se debate entre el Partido Popular y el PSOE no únicamente en reñidas elecciones para seleccionar popularmente al presidente del gobierno y a los legisladores, integrantes de las Cortes, sino, también, en las calles a donde han acudido millares de personas a cuestionar la amnistía que Pedro Sánchez ha convenido con quienes pretenden que Cataluña se convierta en república independiente, separándose de la madre patria. ¿Estará en juego el “amnistiar” en procura de la paz o equivale a la contraprestación al actual presidente del gobierno a cambio de votos en las Cortes para su ratificación en el cargo. Se lee, en aras de una definición, que al partido Vox, quien aboga por el reemplazo de Sánchez, se le describe como defensor de la monarquía constitucional y contrario al movimiento independentista catalán y el nacionalismo vasco.
Cabría preguntarse si los socialistas y populares manosean el libro del francés Maurice Joly “Dialogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” y en el cual el último expresa: “Observo, no sin sorpresa, que no aplicáis una medida que sugeríais antaño a León X y que consiste en hacer sustituir inmediatamente después del comicio, por los encargados de realizar el escrutinio, las papeletas de sufragio”. A lo que Maquiavelo responde: “Hoy en día resulta difícil, y creo que este medio no debe utilizarse sino con la mayor prudencia. Por lo demás ¡un gobierno hábil dispone de tantos otros recursos! Sin comprar directamente el sufragio, es decir, dinero en mano, nada le será más fácil que hacer votar a las poblaciones a su antojo por medio de concesiones administrativas, prometiendo aquí un puerto, allí un mercado, más lejos una carretera, un canal. Y a la inversa, no haciendo nada por aquellas ciudades y burgos donde el voto será hostil”.
El abogado Joly pareciera que viniese de un recorrido por “las américas”. Pero lo más preocupante, que hasta en su época, allá por 1859, también se “cocían habas”.
Una Venezuela conmovida ha depositado su esperanza de cambio en una mujer, seleccionada en unas elecciones primarias y quien ha de sortear, en lo que pudiera calificarse como los mecanismos procedimentales para competir en las elecciones presidenciales en 2024 con quien hoy ostenta el poder. Un reto no únicamente para ella, sino para los propios venezolanos y la comunidad internacional, incluyendo los organismos multinacionales que estiman que la democracia sigue siendo un sistema idóneo para gobernar, pero en la medida en que ella se sustente en la soberanía popular ejercida libremente. Y, por supuesto, un gobierno eficiente para la paz colectiva, alcanzable por la voluntad ciudadana.
La cordura de parte de quienes gobiernan y aquellos aspirantes a serlo es el camino idóneo. Los crímenes se castigarán, pero oportunamente y por los organismos para impartir justicia. Despojarnos del pasado y presentes dañinos no deja de ser una pauta.