El regreso a la dependencia energética causado por el incremento de las regulaciones contra la industria del petróleo, el cierre del oleoducto Keystone XL y otros desde Canadá como el de la empresa Enbridge en Michigan, la eliminación del subsidio federal a este sector productivo y la limitación de las extracciones de crudo en zonas marítimas y terrestres disparó el precio de la gasolina antes del ciberataque a la red de oleoductos de Colonial Pipeline y, por supuesto, también de materiales de construcción y una extensa lista de bienes primordiales de consumo y servicios.
El primer paquete de estímulo económico de 250.000 millones de dólares para el rescate de las aerolíneas, protección de pequeñas y medianas empresas y empleos; investigaciones sobre vacunas y pruebas de detección; y un segundo de 2.2 billones de dólares con un alcance inédito en la historia de EEUU en rescate económico y humanitario –con pagos directos a contribuyentes de $1.200- se convirtieron en un soporte vital para el país a principio y en los picos de la pandemia. Incluso, el tercer paquete de 900.000 millones (con subsidios de 600 dólares) contribuyó a consolidar la recuperación económica, que comenzó en julio del 2020, en meses tradicionalmente de bajo consumo como son enero y febrero.
Las ayudas
Sin el respaldo republicano, los demócratas pusieron a disposición de Biden fondos federales por 1.9 billones de dólares, calificados por analistas y legisladores como un “derroche innecesario de dinero” que crearía más problemas que soluciones. No obstante, el plan siguió su curso.
El jefe de la Casa Blanca anunció recientemente la entrega de entre $250 y $300 por cada hijo menor de 17 años durante 12 meses para todas las familias estadounidenses, incluidas las que están en el país de forma ilegal, al igual que ocurrió con el cheque de $1.400 entregado a criminales que cumplen condenas en cárceles federales y estatales del país.
El Departamento del Tesoro informó que 39 millones de familias recibirán el subsidio a partir del 15 de julio.
Economistas critican que el gobierno siga ofreciendo subsidios que desestimulan la búsqueda de empleos. Millones de estadounidenses han optado por quedarse en casa al recibir más dinero, con menos gastos, que en sus puestos de labor. Ahora el dinero por hijos se suma al que reciben personas desempleadas por voluntad propia. En marzo se crearon 8.1 millones de puestos de trabajo y solo se ocupó el 67%.
Una encuesta realizada por la National Federation of Independent Business [NFIB] o Federación Nacional de Negocios Independientes encontró que el 44% de las pequeñas empresas tenía puestos de trabajo que no podían cubrir.
Sobran empleos, faltan empleados
Restaurantes y tiendas de EEUU han aumentado los salarios como medida urgente para atraer a más trabajadores y poder atender una oleada de clientes, ante la disminución de contagios de COVID-19.
McDonald’s, Sheetz y Chipotle son tan sólo algunas de las compañías que compiten contra Amazon ($17 por hora), Walmart y Costco al ofrecer un aumento salarial, en algunos casos de 15 dólares la hora o más.
Las subidas salariales en momentos de exceso de liquidez también coadyuvan a un auge inflacionario, debido a que la mayor parte de las compañías elevan los precios para cubrir los costos adicionales. Algunos negocios pueden absorberlos o invertir en automatización para compensar el déficit.
“Los clientes están regresando más rápido que la capacidad de los restaurantes para incorporar personal”, explicó Josh Bivens, director de investigación del Instituto de Política Económica. “Al subir los salarios, pueden conseguir más trabajadores, pero a la vez sube el gasto”.
Más de una decena de estados, entre ellos Alabama, Texas, Arkansas, Mississippi, Montana y Carolina del Sur, dejarán los fondos federales de beneficio por desempleo al considerarlos en esta etapa más dañinos que provechosos para sus economías.
Los beneficios por desempleo le cuestan al contribuyente norteamericano 40,000 millones de dólares cada semana.
Lejos de la realidad
“La gente no se da cuenta de que todos estos programas sociales que ha priorizado la administración Biden y las ayudas que entrega finalmente hay que pagarlas. Ese costo se lo están pasando a sus hijos y nietos como deuda pública”, afirma el economista y experto en contratación federal Rafael Marrero.
“El gobierno de Joe Biden está totalmente desconectado de la realidad, de las verdaderas necesidades del pueblo estadounidense y de la economía del país. Quieren subir el salario mínimo y ofrecer carreras gratis en colleges y universidades con más impuestos a la empresa privada”, comentó Marrero.
“Las pequeñas y medianas empresas conforman el 67% de la economía estadounidense. El gobierno de Biden se ha convertido en la competencia de la pequeña empresa, cuando debería defenderla”, puntualizó el analista económico.
La cantidad de dinero circulante en EEUU sin un respaldo de suministros por la caída de la producción, escasez de mano de obra, freno del consumo por el incremento de precios, menos inversiones directas y las limitaciones que aún persisten por la pandemia están alimentando la inflación que ya supera el 4% interanual con una perspectiva promedio de la Reserva Federal (Fed o Banco Central) del 3% de la tasa de inflación subyacente, cuando se esperaba que en esta fecha rondara los 2.1% o 2.2%.
La cifra es el mayor incremento de la inflación subyacente interanual en EEUU desde enero de 1996.
Los elevados precios
Si nos referimos al índice de precios al por mayor en abril, el registro asciende a 6.2% en comparación con igual mes del 2020, según el Departamento de Trabajo.
Uno de los mayores incrementos para los consumidores está en la compra de vehículos y viviendas. En el sector automotriz, la escasez de semiconductores ha provocado un freno del inventario de automóviles en gran parte del país, lo que ha elevado los precios de compraventa en el nivel récord del 10%, el mayor aumento desde 1953.
En el sector inmobiliario, el desplazamiento de compradores de varios estados gobernados por demócratas debido a estrictas reformas fiscales para los más adinerados y la violencia incentivada tras ordenanzas contra los departamentos policiales, han incidido en los nuevos valores de propiedades.
Este tipo de compradores de alto poder adquisitivo está pagando precios muy por encima de la media nacional de mediados del 2019 y 2020. Se estima que el incremento del valor de las propiedades en zonas exclusivas de Texas y Florida, por ejemplo, supera el 18%.
La madera y el acero mostraron un alza del 60% respecto a abril del 2020; la gasolina un 49.6% en igual período, la carne de cerdo el 51%, el estaño utilizado en circuitos electrónicos, componentes de vehículos y baterías duplicó su valor.
La estructura de madera de una vivienda de tres habitaciones y dos plantas cuesta ahora 36.000 dólares más que hace un año, según la federación de constructores de EEUU.
Los cereales, utilizados en la elaboración de múltiples alimentos, escalaron en un año el 220%, su nivel más alto desde el 2016.
¿Inflación transitoria?
Casi todos los indicadores que miden la inflación crecieron en abril a un ritmo no esperado por los economistas, lo cual siembra aún más dudas sobre si la Reserva Federal deberá subir las tasas de interés para declinar la inflación, pero ese tipo de medidas conlleva a otros serios problemas como el freno de las inversiones, el consumo y la compraventa de propiedades, un sector que hasta ahora había librado la recesión económica con una salud asombrosa para muchos expertos.
Los asesores de la Casa Blanca han restado importancia a la abultada deuda de casi 30 billones de dólares y a la inflación, la que han calificado de «transitoria y controlada».
La secretaria del Tesoro Janet Yellen dijo en febrero que “el aumento de la deuda sería compensado con la venta de bonos y las tasas de intereses en casi cero durante un período de más de dos años”. Lo importante –agregó- es estimular la economía, refiriéndose al paquete de 1.9 billones.
Lo cierto es que la administración Biden acude al optimismo para calmar lo que muchos observan con gran preocupación: un retroceso de la recuperación económica, altos precios, desestímulo laboral, inflación ascendente y escasez de productos.
No hay que ser economista para darse cuenta de que el panorama no es muy alentador y si esa percepción aún no está entre las paredes de la Casa Blanca, entonces el futuro inmediato podría ser mucho peor.
Fuente: Diario las Américas