El proceso de desabastecimiento en Argentina empieza a acrecentarse en las góndolas, y hasta en los restaurantes. De hecho, viene de hace rato y no es nuevo. Hace ya varios meses visité una bodega para un artículo que iba a tratar el tema del vino, pero que al final fue de otra cosa. El propietario, que me convidaba el producto de diversas barricas, me ofreció una copa de un Cabernet Franc riquísimo. Sin embargo, en boca percibí que la bebida debía ya estar embotellada para el redondeo de la estiba. El tiempo de la madera ya había terminado, incluso hace un tiempo. Con el respeto necesario para no contradecir al enólogo de la casa, que sabe algo más que yo, pregunté si no era momento para sacar el vino de los toneles.
“No tengo botellas. Hay problemas con la importación y se necesitan insumos de afuera para fabricar. Tengo buena parte de la producción echándose a perder en toneles de plástico, esperando que nos vendan algo para poder embotellar”, me dijo el dueño con una resignación total. Lógicamente, le propuse hacer un artículo para visibilizar la situación. Me dijo que sería interesante y necesario, pero que no quería convertirse en la cara de una causa que pueda enojar a las autoridades, empeorando su situación en la «lista de espera» de las botellas de vidrio.