Argentina cerró 2020 con una inflación anual del 36,1%. El ministro de Economía, Martín Guzmán, hizo notar que el alza de los precios se había reducido en más de 17 puntos respecto a 2019, cuando fue del 53,8%. “Hay que seguir transitando ese camino de reducción”, dijo. No todas las señales, sin embargo, son positivas. Más bien al contrario. Durante 2020, Argentina vivió más de un mes (del 20 de marzo al 26 de abril) de paralización industrial y confinamiento completo de la ciudadanía, y otros tres meses de actividad y consumo débiles por la cuarentena contra la pandemia, lo que redujo las presiones inflacionarias. En diciembre, con más actividad, la inflación mensual fue la más alta del año: 4%.
Otra señal de que los precios vuelven a subir está en la llamada inflación núcleo o subyacente (la que descuenta bienes y servicios regulados y estacionales), que en diciembre se elevó hasta el 4,9%. En algunos alimentos, como la carne, la subida fue mayor.
Guzmán confía en ir reduciendo la inflación en unos cinco puntos cada año. En 2021, por tanto, apenas debería rebasar el 30%. Dice que cuenta para conseguirlo con “una estrategia macroeconómica integral con múltiples dimensiones: la política cambiaria, la política fiscal y monetaria, la política tarifaria y las políticas de precios e ingresos en los que el Estado tiene un rol fundamental”.
En cuanto a la política cambiaria, la devaluación del peso respecto al dólar fue en 2020 muy superior a la inflación: en enero de 2020, en el mercado libre, un dólar se compraba por 78 pesos; ahora, un año después, un dólar cuesta 160 pesos. El peso vale ahora casi la mitad, pese a los estrictos controles cambiarios. Ese dato podría empujar a los ahorradores argentinos a seguir comprando dólares, forzando nuevas devaluaciones y alzas de precios.
Respecto al déficit fiscal primario, se estima que en 2020, a causa de las medidas contra la pandemia, se habrá situado en torno al 7%, el más elevado en la historia reciente. Y la política monetaria, por la recesión y la pandemia, ha experimentado una distorsión brutal: la necesidad de compensar el déficit presupuestario, sin tener acceso a los mercados de crédito (aún se renegocia con el Fondo Monetario Internacional), ha obligado a imprimir casi dos billones de pesos. Como las dos fábricas de moneda en Argentina no dan abasto para cubrir la demanda, pese a haber realizado turnos de 24 horas, se han encargado remesas adicionales de billetes a Brasil y España.
Todo eso, según los analistas, alimenta la inflación futura. Mientras el gobierno espera que en 2021 los precios no aumenten mucho más del 30%, los analistas privados consideran más realista una previsión cercana al 50%. La inflación argentina es la segunda más alta de Latinoamérica, por detrás de Venezuela (en pleno colapso financiero y con hiperinflación), y una de las más elevadas del mundo. En un solo mes, diciembre de 2020, Argentina tuvo una inflación parecida a la de Brasil en todo un año: 4% frente a 4,5%.