Dejemos una cosa en claro. Decir que todo es una manipulación no significa que el intento de atentado haya sido una operación desde el mismo núcleo duro del gobierno. Sin embargo, apenas ocurrió el fatídico hecho de anoche, el kirchnerismo sí se embarcó en una gigantesca operación política y mediática que dejó de lado por completo la causa que podría condenar a Cristina Kirchner a doce años de prisión.
Aunque por estas horas todo sea empatía para con la vicepresidente, alguien tiene que decir las cosas incómodas y políticamente incorrectas que están ausentes en los medios en esta tarde de insólito feriado. Lo primero es que el atentado, de corroborarse que de eso se trató, es en buena parte responsabilidad de la misma Cristina Kirchner. Claro que ella no tiene la culpa de que un loco se presentara en la puerta de su casa para pegarle un tiro en la cabeza. Sin embargo, la expresidente y jefa política del Frente de Todos es la ideóloga del circo en la puerta de su residencia, con sus seguidores que la tocan, la besan y le gritan que la aman cada vez que entra y sale de su departamento de Juncal y Uruguay.
Las imágenes de “la jefa” con “el pueblo” han sido la estrategia comunicacional que ella y su espacio político idearon para tratar de correr el eje del debate de su complicado frente judicial. Apenas el fiscal Diego Luciani le pidió al tribunal doce años de prisión para la vicepresidente, el kirchnerismo empezó a amenazar: “Si tocan a Cristina que quilombo se va a armar”, no pararon de decir. Hasta sus voceros en los medios de comunicación llamaban a los seguidores a evitar a cualquier precio la continuidad del proceso que finalizaría con una durísima condena por corrupción.
Y así lo hicieron. Aunque muchos en Argentina consideran que todo esto fue armado por el mismo kirchnerismo, el accionar de Fernando Sabag Montiel ya no tiene nada que ver con lo que sucede desde ayer en la noche. No hace falta ni desconfiar del gravísimo episodio para confirmar que esto le vino como anillo al dedo al kirchnerismo, que está utilizando políticamente el intento de atentado con un descomunal éxito. Hoy, todos los críticos de CFK pasaron a estar representados por el brasileño de 35 años que supuestamente la quiso asesinar. El cordero del sacrificio que trae consigo todos los pecados del antikirchnerismo.
Ellos mismos sugieren la insólita teoría en todos los foros: el atacante es el resultado inevitable del odio que genera el antikirchnerismo. Casi como perdonando o justificando al enajenado homicida en potencia, que habrá enloquecido seguramente luego de mirar TN y La Nación + todas las noches. Y como la tesis era que Cristina no era culpable, sino una víctima del odio, lo sucedido anoche viene a plantearse como una especie de corroboración empírica de una delirante teoría.
En un país medianamente normal, aún con un espacio virulento, agresivo y de comportamiento mafioso como es el kirchnerismo, nada de esto hubiera pasado. El intendente capitalino, con la potestad policial en el distrito, hubiera mantenido las vallas que puso al momento de los primeros incidentes y la escena de anoche jamás hubiera existido. Pero Horacio Rodríguez Larreta le regaló la calle al kirchnerismo y un loco, que casi genera una tragedia, le terminó dando un regalo del cielo a Kirchner que no hubiese podido comprar nunca, ni con todo el dinero de la obra pública de Santa Cruz. Hoy en la famosa cuadra del barrio de la Recoleta está la custodia de la Policía Federal, que depende de Aníbal Fernández. Es decir, a Larreta “lo corrieron”, como si se tratara de un enfrentamiento entre hinchadas de fútbol.
Por más antipático que suene, no puede dejarse de lado que el oficialismo ha utilizado esta situación de una forma fascista. Aunque el kirchnerismo (que le dice “facho” a todo el que no piensa como ellos) desconozca por completo lo que el fascismo significa, lo cierto es que se trata de la visión política que busca la simbiosis entre el Estado, el gobierno y el partido. Las tres cosas juntas se representan muy claramente en la esvástica nazi: un emblema partidario, que termina siendo la bandera de la nación. La facción que se convierte en el todo. ¿Qué hizo anoche Alberto Fernández? Utilizó la cadena nacional para responsabilizar a la oposición, a los medios y a la justicia y utilizó su potestad y la estructura del Estado para decretar un feriado, que tiene como finalidad un acto partidario. Una vergüenza desde donde se lo mire. Pero lo puede hacer porque nadie dice nada. Porque todos tienen miedo. Es por eso que anoche los periodistas de los canales no alineados dieron un show bochornoso, ante el pánico de decir algo políticamente incorrecto o fuera de lugar.
Hoy es un día negro para Argentina porque quedó en evidencia que, lamentablemente, parece que no hay defensas para lidiar contra una banda de forajidos, que cuenta con algo menos del 30 % del apoyo del electorado. Le están regalando el país a una mujer que iba a ser condenada por los hechos de corrupción más graves de toda la historia del país, por el temor de no animarse a separar un atentado de sus intenciones hegemónicas. El kirchnerismo estaba cercado y encontraron una rendija para revolucionar absolutamente todo y cambiar el panorama político de la noche a la mañana. El oficialismo es lo que es y no hay nada que hacer con respecto a eso. El problema es que del otro lado hay cobardía y una actitud timorata que permite el avasallamiento de un grupo de corruptos, una corporación político «empresaria» que los defiende y un pequeño grupo de fanáticos, que aunque salgan todos juntos siguen siendo minoría. La mayoría silenciosa mira encerrada desde su casa, mientras una facción minoritaria y bulliciosa le quiere achacar un intento de asesinato. Como si fuera poco, la violencia política la generaron ellos hace muchos años. Pero hoy nada de esto se puede decir, porque «todos somos Cristina». Bueno, yo no soy Cristina. Sus partidarios pueden decir que estoy ciego por el «odio». No la odio a ella ni a sus seguidores, solamente trato que no me tomen por estúpido.