El anuncio del 4 % de inflación del mes de julio no es ninguna sorpresa. El gobierno está haciendo lo necesario para solucionar el problema, en comparación a los parches contraproducentes a los que nos tenían acostumbrados Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Un ejemplo fatídico de lo erróneo de estas políticas fue cómo Sergio Massa, literalmente, financió su campaña presidencial emitiendo billetes.
Es por ello que, cuando asumió el poder, la bomba atómica económica y monetaria que enfrentó el gobierno de Javier Milei fue descomunal. Apenas asumió el libertario en diciembre del año pasado, las flamantes autoridades no titubearon para clavar el freno de manos y solucionar el problema del día uno. Este miércoles, el presidente argentino reconoció la labor de sus ministros, entre ellos el de Economía, Luis Caputo. Dijo que sin ellos, nada de lo que está sucediendo hubiera sido posible.
Por su parte, el kirchnerismo hoy, con pocos argumentos, dice que no hay nada que festejar ante un 4 % mensual. Sin embargo, es importante recordar de dónde venimos y con esto no nos referimos solo a la cifra de 25,5 % de diciembre, con una proyección verdaderamente terrorífica. Teníamos controles de precios, las bombas de tiempo en el banco central, la emisión descontrolada y las “soluciones” delirantes. Aunque parece muy lejano hoy, el oscurantismo económico kirchnerista mandó a matones sindicales a controlar los supermercados, cuando no enviaban a los agentes de la secretaría de comercio para “medir” (sí, medir, literalmente) las góndolas con un centímetro. Es que, por esos días, habían reglamentado como tenían que estar los productos para que no suban los precios.
Claro que este drama no es responsabilidad exclusiva del peronismo. Espacios de “oposición”, ignorantes en los más básicos principios económicos, como la Coalición Cívica de Elisa “Lilita” Carrió, proponían delirios como la “Ley de góndolas”, que le permitía al kirchnerismo seguir con la orgía monetaria empobrecedora impunemente.
Cuándo llegará el IPC a dar finalmente “0%” es un misterio. Recordemos que se debe quitar todavía diferentes subsidios a tarifas y servicios que componen el índice, pero, como ya dijimos en muchas oportunidades, un índice de precios al consumidor no releva de forma directa ni exactamente la inflación real. Es un parámetro que se utiliza como referencia. Para medir la inflación de manera precisa se tendría que contar con una herramienta que pueda expresar la degradación monetaria como su impacto en los precios.
Aunque aparezca algún mes con un número más alto que uno previo de aquí en más (como ocurrió en junio que tuvo un 4,6 % luego del 4,2 % de mayo), la tendencia es irremediablemente a la baja. El último capítulo de la historia es el 0 %, que el presidente ya dijo que festejará volviendo a cantar en un escenario en el marco de un espectáculo masivo, probablemente en un estadio.
Aquí no hay dudas al respecto por una sola cuestión: se atacó al problema de raíz, utilizando el tratamiento necesario. El gobierno argentino decidió cerrar todas las fuentes de emisión monetaria, por lo que si llega a ser reelecto, es probable que Argentina en algunos años muestre el mejor índice de inflación a nivel mundial. Mejor que los Estados Unidos (sin lugar a dudas) e incluso que la eurozona.
Una cuestión que es importante destacar, que fue mal interpretada por varios comunicadores y analistas, es la referencia que hizo Caputo cuando dijo que los argentinos iban a tener que cambiar dólares eventualmente para pagar impuestos o servicios. Dado el contexto argentino histórico, esto se interpretó como una descapitalización de la economía de las personas, mientras en realidad es todo lo contrario. Al tener la cantidad de pesos fija en la economía, y ante la apertura internacional que planea el gobierno (sobre todo luego de la salida del cepo), la moneda nacional se mantendrá estable mientras que lo que ingresará en grandes cantidades al circuito local como variable son los dólares.
Aunque suene difícil de creer, en la hoja de ruta de este gobierno está el objetivo que la moneda argentina sea más “dura” que el fetiche “verde” que tenemos en este país, pero, si se implementa el programa, ese destino no solo es posible, sino que inevitable. En este escenario sería la dolarización como competencia de monedas que plantean Milei y Caputo.
Sin embargo, entregar la banda presidencial en este contexto exitoso no es suficiente para que el presidente argentino cumpla su promesa de campaña. Milei sabe muy bien que el último capítulo de la guerra contra la inflación que está ganando (y que Alberto Fernández perdió por paliza) es la irreversibilidad del proceso a futuro.
La lección aprendida de la Ley de convertibilidad (que fulminó a la inflación mediante la prohibición de emitir pesos sin dólares de respaldo) es que este proceso no pueda modificarse, ni con un gobierno de otro signo político, ni con una eventual mayoría parlamentaria populista. Hay que destacar que a diferencia del proceso de los noventa, Milei dejará las cuentas fiscales sin déficit fiscal, cuestión que terminó siendo finalmente el talón de Aquiles del “1 a 1”.
Aunque muchos analistas hoy consideran que la promesa de cerrar el banco central fue una cuestión retórica y que lo importante ya se está cumpliendo, el primer libertario en llegar a la presidencia de un país tiene bien en claro que, para alcanzar el objetivo final, sus sucesores no puedan nunca más apelar a la estafa de la falsificación monetaria inflacionaria.