lunes, noviembre 25, 2024
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Argentina: votá a quien quieras

Marcelo Duclos,

La editorial de Perfil ha sido un actor clave en la discusión democrática de las últimas décadas en Argentina. Ha destacado al señalar los escándalos de corrupción de la década del noventa y ha representado un oasis de libertad de expresión durante los años del kirchnerismo con aspiraciones hegemónicas. Ahora, en vísperas del balotaje entre Javier Milei y Sergio Massa, su director, Jorge Fontevecchia, toma posición. No llama de forma directa a votar por el candidato peronista (aunque relativiza los posibles riesgos de su mandato) ni hace referencia al voto en blanco, que varios periodistas reivindicaron en este escenario coyuntural, sino que le pidió a la gente que “no vote a Milei”. Claro que, en un mano a mano de dos candidatos, pronunciarse a favor de la victoria del rival, ya sea por acción o por omisión.

En sus argumentos, de la mano de una pluma prolija que recuerda al periodismo de otras épocas, el director de Perfil hace referencia a las siguientes cuestiones: que Milei tiene diagnósticos y remedios deficientes, que su compañera Victoria Villarruel es “negacionista” y que la crítica al “sistema de la casta” tiene implicancias antidemocráticas. Como ilustración de la editorial, vemos la imagen de la república, suicidándose de un balazo en la cabeza.

Repasemos estos puntos para analizar un poco más en profundidad y encontrar respetuosas disidencias con alguien que tiene más experiencia en el mundo periodístico que este humilde cronista. Para empezar, Fontevecchia no desarrolla en el artículo por qué considera que Milei tiene “malos diagnósticos y remedios”. Aunque el tema se anuncia en la bajada, a lo largo de la editorial no hay referencia alguna a la cuestión.

Repasemos los diagnósticos y los remedios de ambos candidatos. Por el lado de Massa, no hay ninguna referencia a qué salió mal para que estemos como estamos. Simplemente, en total sintonía con Alberto Fernández, hace referencia a la sequía y al préstamo del FMI a Mauricio Macri. No hace falta ser economista para tener claro que el problema inflacionario y devaluatorio antecede al final del gobierno de Cambiemos y que nuestros vecinos como Uruguay y Paraguay han padecido similares cuestiones meteorológicas. Cruzando el charco, con una administración razonable como la de Luis Lacalle Pou, los uruguayos incluso incrementaron sus reservas, a pesar de una dura caída en sus exportaciones.

A la hora de las soluciones, Massa no propone otra cosa que no sea esperar un aumento en las exportaciones. Esto deja en evidencia que no habrá en su gestión ninguna de las reformas de fondo que Argentina necesita.

Ahora, vayamos, en grandes rasgos, a las propuestas del candidato de La Libertad Avanza: hay que liberar el comercio, llevar el gasto público a un nivel razonable, fomentar la autosustentabilidad de las provincias, cortando la dependencia central y dejar de utilizar la emisión monetaria como el combustible que apaga las urgencias de un fisco con un déficit fiscal permanente. Los que tenemos una lectura liberal de la problemática argentina lógicamente consideramos que por aquí pasan las soluciones. ¿Se puede tener otra visión? ¡Lógico! Sin embargo, nada de esto pudo discutirse en el marco de la campaña más sucia de la historia. Evidentemente, los asesores del búnker kirchnerista consideraron que las propuestas de Milei son positivas, por lo que había que distorsionarlas, o pensaron que el electorado argentino es demasiado ignorante como para dar una discusión honesta y abierta sobre las problemáticas nacionales.

Vayamos a la cuestión del “negacionismo” de Villarruel y del supuesto riesgo a la democracia que significaría un mandato del libertario. Siguiendo en línea con las distorsiones que ha impuesto el kirchnerismo (al que Fontevecchia considera jubilado por la edad de CFK y el fracaso político de los exjóvenes de La Cámpora), las referencias a los negacionistas nos remiten a los neonazis europeos que niegan el Holocausto. De esa negación de la historia reciente documentada es que viene el término en la discusión política actual.

¿Qué dicen los negacionistas sobre los hechos catastróficos durante el nacional socialismo? Simplemente, que es una mentira que se impuso luego de la victoria de los aliados. Impunemente se cuestiona hasta la existencia de las cámaras de gas, donde las madres judías eran asfixiadas con sus hijos brazos. Afortunadamente, sobran los documentos que dejan en evidencia las verdaderas intenciones de los negacionistas.

Estos neonazis no son patrimonio exclusivo del viejo continente. Aquí, hace algunos años, Alejandro Bionini le dijo a Mariano Grondona que nada de lo que dice sobre aquellos años es cierto. Como frutilla del postre, reivindicó a Hitler. Su hijo, César, de idéntica ideología que su padre, fue precandidato a presidente en estas elecciones. Afortunadamente, no pudo alcanzar el piso en las primarias de agosto para llegar a la general. Curiosamente, en sus redes sociales, el hijo del nazi más famoso de Argentina mantiene la misma posición coyuntural que Fontevecchia: No a Milei y ausencia de comentarios sobre Massa. Esta actitud en el campo de los que se llaman “nacionalistas” no me llama la atención. Hitler manifestó en reiteradas ocasiones que la ideología más antagónica con su nacional socialismo obrero alemán era el liberalismo. En la pluma de uno de los periodistas más lúcidos de Argentina, me cuesta más trabajo.

Claro que esto no es una chicana ni, bajo ningún punto de vista, sería tan canalla como para emparejar a estos sujetos con el prestigioso periodista y fundador de Perfil. Simplemente es un llamado de atención, como para mostrar que las aguas no están tan claras cuando se pretende dividir entre buenos y malos, señalando al libertario como un peligro de y para la democracia.

En las posiciones de Villarruel sobre los setenta, no hay nexo alguno con los negacionistas. Yo no le he escuchado ni un comentario negando los aberrantes hechos que tuvieron lugar bajo el último golpe militar. Sí pide justicia y memoria por las víctimas de los ataques guerrilleros, que bañaron de sangre el país, antes y después del 24 de marzo de 1976. ¿Quiénes son los negacionistas en esta ecuación? Los que miran el pasado desde una visión parcial y ocultan las verdaderas intenciones de agrupaciones armadas como ERP y Montoneros, que consideraban que un millón de argentinos debían perecer para poder implementar el socialismo en el país.

Uno puede estar o no de acuerdo con las perspectivas (y sentimientos) de cada uno con respecto a aquella década. Lo que no puede negarse es la evidencia de la historia reciente. Los verdaderos negacionistas, manifiestan que la Junta Militar tomó el poder para realizar un exterminio de disidentes, que se cobró la vida de 30 mil personas, que reivindicaban la igualdad y la justicia social. Los más osados se animan a venderle a una nueva generación que la guerrilla combatía contra los militares para garantizar el retorno de la democracia. Esta versión delirante, semejante a la de los neonazis que niegan el Holocausto, pretende ser implementada por la fuerza, en una clara actitud antidemocrática y contraria a la libertad de expresión. Oponerse a esto, de ninguna manera es un acto reivindicativo de Videla y compañía.

¿Quiénes señalan con el dedo desde la corrección política en esta elección? Los partidos tradicionales que le dieron cientos de intendentes a los militares, el peronismo que hizo campaña por la amnistía en 1983 (por eso Massa habla de Alfonsín y no de Ítalo Argentino Luder) y el rejunte que tiene en el mismo bando a viejos exMontoneros y al delincuente condenado de César Milani. Todo en la voz del relato de progresistas tardíos (y pasados oscuros) como Víctor Hugo Morales.

¿Alguien, en su sano juicio, puede ponerse una mano en el corazón y asegurar que a Massa y su espacio le importan los setenta, Margaret Thatcher, Las Malvinas y los derechos humanos? La sobreactuación del candidato oficialista se evidenció en un debate donde pudo desarrollar su estrategia, pero se alejó del electorado indeciso, que lo vio como lo que seguramente es.

Siempre es necesario discutir el pasado y la historia, pero ¿por qué no se habla de las violaciones a los derechos humanos de este gobierno durante la cuarentena? Decenas de civiles murieron en situaciones confusas, donde las fuerzas de seguridad de este gobierno estuvieron involucradas. Parece que esto es un tema tabú por ahora, como lo eran los desaparecidos en los setenta.

Como Fontevecchia, yo también estoy preocupado por la democracia. Y como periodista, por la libertad de expresión. En las últimas horas, varios militantes de Massa amedrentaron y golpearon en las calles a partidarios de Javier Milei. Según últimos trascendidos, en Santiago del Estero se han detenido a personas por el solo hecho de cuestionar al gobierno local y al nacional. Todo esto ocurre ante el silencio total de los principales medios, que tampoco dicen nada ante el impúdico accionar de lo que es un presidente de facto. Hace semanas que Massa reemplaza impúdicamente al presidente Fernández en actos protocolares, luego de una campaña apalancada en el Estado. Por estas horas, el candidato oficialista sigue haciendo anuncios, a pesar de que la veda se lo impide. Nadie le dice nada. Ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández se animaron a tanto. La ostentación de la suma del poder público por parte del candidato justicialista no tiene precedentes desde el primer peronismo hace más de medio siglo.

El director de Perfil puede tener un punto a la hora de pronosticar la jubilación política de CFK. Pero con lo que está haciendo Massa, todo implica que su proyecto es incluso más autoritario y peligroso. Él mismo lo advierte desde su columna, “siempre se puede estar peor”.

Más de una persona me recomendó evitarme el trabajo de esta honesta y extensa columna, asegurando que detrás de la posición de Fontevecchia (como de otros directores de medios) no hay otra cosa que el temor al fin de la pauta estatal publicitaria que Milei propone. Pero es mi costumbre preferir el rol ingenuo, que prejuzgar por lo que parece y luego equivocarme. Si me equivoco yo, soy el único que internaliza los costos. Si soy injusto con los demás, ya eso tiene otra implicancia.

Como conclusión y antes de entrar en la veda, yo no le voy a decir a mis lectores (mucho menos en número que los merecidos que tiene Jorge) a quién votar. Sí les voy a pedir que piensen por sí mismos, que saquen sus propias conclusiones y que elijan sin miedo. He brindado mis argumentos durante toda la campaña sin subestimar a nadie y con el máximo de los respetos.

Fuente: Panampost

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